Borg, el hombre de hielo
El extenista sueco, ganador de seis Roland Garros, era conocido por su frialdad dentro de la pista, aunque él asegura que todo era "una obra de teatro"
A Björn Borg (Sodertaljie, Suecia; 1956) se le conocía como Ice Borg o Ice Man [el hombre de hielo, en inglés] durante su mejor época en el tenis. Desde 1974 y hasta 1981 se hizo con 11 Grand Slam: cinco Wimbledon y seis Roland Garros, récord absoluto del torneo de París hasta que ayer lo igualó Nadal. Se ganó su sobrenombre debido a su gran autocontrol y a su helado temperamento. Aquel muchacho diestro de melena rubia parecía no inmutarse allí donde los demás sucumbían a la presión, en esos puntos decisivos en los que la mente es clave. Pocas veces hizo el más mínimo gesto de alegría o de tristeza. Sus rivales se encontraban con un muro físico y psíquico cuando jugaban contra él.
Pero mucho antes de convertirse en el hombre de hielo, hubo un Borg temperamental, que, con el paso del tiempo, aprendió a domesticar sus sentimientos. Él mismo, de hecho, reconoció que dentro de la pista se convertía en un personaje: "Nunca fui frío en mi interior. Siempre fue como una obra de teatro. Y acabé haciéndolo perfecto". Su impetuoso carácter le costó de niño más de una regañina que le cambió para siempre. "Cuando tenía 12 ó 13 años, perdía los nervios muy fácilmente y me comportaba muy mal en la pista. Una vez me suspendieron seis meses sin jugar. Entonces decidí que tenía que aprender a controlar mis emociones. Después de mucho esfuerzo y gracias a Lennart, que volcó toda su experiencia en mí, lo conseguí", reconocía en 2007 en una entrevista concedida a EL PAÍS.
El Lennart de quien habla es el entrenador que le acompañó durante toda su carrera deportiva, Lennart Bergelin. Borg revolucionó el tenis con sus novedosos golpes liftados, su revés a dos manos y con su preparador: "Fui el primer jugador en presentarme en los torneos con un entrenador. Recuerdo que los organizadores y los demás jugadores nos miraban raro, como si estuviéramos locos". Aunque Lennart y los castigos le enfriaron hasta parecer inmutable, su carácter de niño se escapaba en las muchas manías que tenía en la pista: no se afeitaba en los torneos, se palpaba la cinta del pelo entre punto y punto, pellizcaba las cuerdas de la raqueta constantemente, se golpeaba las zapatillas... "Todo eso me ayudaba a mantener la mente en blanco", se justifica. A juzgar por los resultados, todos esos rituales le fueron bien: ganó 52 torneos a lo largo de su carrera, al margen de los 11 Grand Slam.
Borg marcó época en el deporte y junto a otros, como McEnroe y Connors, cambió para siempre el tenis pese a su pronta retirada, en 1983, cuando solo tenía 26 años. Siempre llevará con él la espinita de no haber podido ganar el Abierto de Estados Unidos a pesar de que llegó a la final en cuatro ocasiones. En los años 90, regresó a las pistas con escaso éxito, agobiado por los mismos problemas económicos que hace unos años estuvieron a punto de obligarle a vender todos sus trofeos. A pesar de su revolución, asegura que nunca fue consciente de estar cambiando nada. El tiempo dictó sentencia.