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DESDE MI SILLÍN | TOUR 2008 | Novena etapa
Columna
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La Cobra y el vegetal

En el pelotón la fama se cultiva por nacionalidades. No importa mucho lo que hagas o como seas, porque para ciertas cosas lo que cuenta es el pasaporte. Para los españoles los franceses tienen fama de antipáticos y engreídos. Nosotros para ellos de dopados. Así de simples somos, tanto ellos como nosotros. Los alemanes son serios y arrogantes. Los holandeses son agradables, pero no hay Dios que les entienda. Los belgas son algo así como una mezcla de alemanes y holandeses; y los rusos son de los que van a lo suyo. Hay más, pero no sigo.

Los italianos tienen fama de ser abiertos y simpáticos, pero también marrulleros. Pero no de los que dan, sino de los que amagan. Les pueden las formas; gritan, gesticulan, amenazan, pero cuando les plantas cara muchas veces miran para otro lado. Se les va la fuerza por la boca, solemos decir. Riccò, sin ir más lejos, podría ser el paradigma.

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"Si gano una etapa me retiro", dijo en una ocasión. Ahí está, ganando otra. "Si gano el Giro me compro un Ferrari rosa". No pudimos comprobarlo por culpa de Alberto Contador, que le hizo ser segundo, pero digo yo que se lo podía haber comprado igualmente porque, según él, no ganó el más fuerte -que era él, por supuesto-, sino el que más suerte tuvo. Y eso y ganar -para él- tiene que ser parecido.

Riccò, no es ningún secreto, no cae bien a casi nadie en el pelotón. Ni siquiera entre sus compatriotas o, si cabe, cae peor aún entre ellos. Nadie discute su calidad, pero sí su arrogancia.

Muchas enemistades le vienen de unas declaraciones que hizo el año pasado en Italia, justo cuando comenzaron a venderlo como la nueva estrella incipiente. Acababa de dejar su sello ganando etapas en la Tirreno-Adriático, y se postulaba como la gran amenaza para la Milán-San Remo: "A ver quién me sigue en el Poggio", amenazaba el italiano.

En aquella entrevista soltó la perla de los vegetales: "Para mí el 90% del pelotón son corredores inútiles", es lo que decía. "Están ahí en la salida y se dedican a llegar a la meta; así día a día y año tras año. Yo los llamo vegetales, porque están ahí, pero no sirven para nada. Yo nunca seré así, a mí me gusta atacar y, si algún día soy como ellos, será el momento de retirarme". Por cierto, de esa misma época le viene el apodo de La Cobra: animal y carnívoro, mejor no se lo podían haber puesto.

Desde entonces muchos le retiraron el saludo y aún hoy no se lo han devuelto. Y muchos serán los que mañana ni siquiera le felicitarán. Si no se alegran, tanto mejor que no lo hagan, digo yo que pensará.

A mí, para qué negarlo, tampoco me termina de caer bien el Riccò éste. Sin embargo, lo considero una bendición para el ciclismo. Un corredor impulsivo y agresivo, que es rápido y fuerte en montaña. Y que además de en carrera, da mucho de qué hablar también fuera de ella.

Digamos que él no me cae bien, pero sí su personaje. El problema -el suyo, vamos- es que no sé hasta qué punto ambos son el mismo, si actúa o si es que en realidad él es así. En este último caso, peor para él... Y mejor para el ciclismo. Gracias, Riccò.

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