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Yo, Cristiano

El Real Madrid vapulea al Mallorca (1-4) con otra exhibición marciana del portugués, imparable

Se alinea Cristiano, no importa que el Madrid juegue mal . Juega Cristiano, lo mismo da que el Madrid se mida al cuarto del campeonato en un estadio donde el Mallorca sólo había recibido 11 tantos. Resiste Cristiano, carece de relevancia que su equipo haya tenido que remontar el resultado en seis de las últimas doce jornadas. Con este delantero portugués al frente los análisis se simplifican y los adjetivos se agotan. Su veta es extraordinaria. En Son Moix, el Madrid estuvo sometido hasta que el portugués hizo tiritar de tal forma al equipo local que éste acabó desfigurado, abatido por una derrota contundente, ejecutado por un solo jugador. Algo más que un futbolista superior, alguien llegado de otro planeta. Con él lesionado hubo meritorios pretorianos para el sostén; con él pletórico, el Madrid parece el club de Cristiano.

MALLORCA 1 - REAL MADRID 4

Mallorca: Aouate; Josemi, Nunes, Rubén, Ayoze; Martí (M. Suárez, m. 59), Julio Álvarez, Castro, Borja Valero; Aduriz (Webó, m. 77) y Víctor (Keita, m. 59). No utilizados: Lux; Ramis, Mattioni y Varela.

Real Madrid: Casillas; Ramos, Garay, Albiol, Arbeloa; Xabi Alonso, Gago, Granero (Diarra, m. 74), Kaká (Guti, m. 58); Higuaín y Cristiano (Benzema, m. 82). No utilizados: Dudek; Metzelder, Drenthe y Juanfran.

Goles: 1-0. M. 16. Aduriz. 1-1. M. 26. Cristiano. 1-2. M. 56. Cristiano. 1-3. M. 72. Cristiano. 1-4. M. 81. Higuaín.

Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Arbeloa, Aduriz, Josemi, Granero, B. Valero y Nunes.

Unos 18.000 espectadores en el Ono Estadi. Se guardó un minuto de silencio por Miquel Dalmau, ex presidente del Mallorca.

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Hasta el guillotinado de CR, de entrada fue otro Madrid. Aquel tan reciente que entre Ronaldo y Casillas apenas había barbecho. Anoche los mismos apellidos, por más que el cañonero actual se llame Cristiano. Para el portero fue el mayor contencioso del curso, nada que ver con una temporada en la que ha podido tirar de abanico más que nunca.

En Son Moix, el Mallorca, equipo extraordinariamente cuajado, activó a ese Casillas que no tiene respiro, de tajo en tajo. De abrir gas, como es habitual, se encargó el delantero portugués, siempre con la mecha encendida, un peligro constante. A cada parada de Iker respondía Cristiano contra el mundo, la única receta contra la levedad de Kaká, Granero y Gago. Tan evidente que Sergio Ramos, ayer lateral por la sanción de Marcelo, fue el mejor asistente del equipo. Sintomático. El Mallorca jugaba al fútbol; el Madrid a la ruleta.

Al equipo de Manzano le faltan solistas, pero su espíritu gremial es sobresaliente. Es un grupo de mosqueteros, en ataque y en defensa. No vacila ni ante los gigantes. Cinco minutos tardó Chori Castro en dar lata a Casillas. Y a continuación, Borja y otra vez Castro. Al Madrid le faltaba voltaje, como si no se sintiera ante duelo mayúsculo, crucial. Se observó en un córner mal gobernado desde el inicio: un mal despeje de Granero en el primer palo, nadie con las esposas al borde del área para evitar el pase interior de Víctor y un cráter a un palmo de Casillas, donde Aduriz, solo, cabeceó a gol con un pelotón de madridistas de simples figurantes.

El tanto alertó al Madrid, a Cristiano, más bien. No se destartaló el Mallorca, que siguió con su hoja de ruta hacia Casillas. Sólo Higuaín había puesto los focos sobre Aouate. Sostenido por Casillas, el Madrid encontró alivio de forma inesperada. Es capaz de soltar un guantazo sin una pizca de juego, sin nada que haga presagiar otra cosa que su inmediato desplome. Un guión que fotocopia una y otra vez. Es lo que tiene invertir en futbolistas como Cristiano, un tsunami para cualquier defensa del planeta.

En pleno gobierno mallorquín, Sergio Ramos cruzó la pelota en diagonal a espaldas de Nunes. Aouate dudó en la salida; CR no titubea jamás. El portugués de nuevo al auxilio, otra vez con el equipo en la mochila. Él y Casillas habían contrarrestado a un adversario que tenía tieso al Madrid, al grandioso y único aspirante a destronar al Barça.

Pero Cristiano espanta a cualquiera, por mucho que le mida un equipo en la periferia de la zona Champions. Llegado el segundo acto, ya no hubo pistas del Mallorca atrevido, preciso a la hora de tejer el juego por dentro con Borja, de aquel equipo que remaba con Castro y Julio Álvarez. Antes de quedarse sin depósito, el Mallorca ya no fue el Mallorca. Se volvió tímido, perdió de vista a Casillas, se acurrucó más ante su portero y todo se le hizo más costoso. Como si de repente se hubiera sentido atemorizado por el rango de su adversario. Motivos futbolísticos no tenía.

Se alteró el equipo de Manzano; CR fue el mismo. Como Sergio Ramos, que otra vez le hizo de cartero en el segundo gol. Para el tercero no necesitó socio alguno. Él y Messi son los únicos para los que no hay barreras, se retan sin rubor ante una manada de defensas, tanta fe se tienen. Tienen motivos: 31 goles en Liga lleva el argentino, 25, el portugués. En Son Moix, cuando ya llevaba cuatro goles en los últimos tres días, aún estaba insaciable. Arrancó por la izquierda, descorchó a todo el que le quiso atenazar y marcó el tercero. Con Cristiano al frente, qué importa el juego. El Madrid no sólo gana cuando juega bien, también con su versión regular, mala y la peor. Cristiano también se apellida Ronaldo, y también es una manada. Cualquier día, cuando se le pase la hipnosis, también lo reconocerá Jorge Valdano. No hay mejor metáfora para otro marciano.

Cristiano Ronaldo festeja uno de sus goles.
Cristiano Ronaldo festeja uno de sus goles.REUTERS

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