Dejaste de ser un número
Todas las noches, tras el postre, te entretienes con la clasificación. La lees, la estudias, la repasas y optas por darle la vuelta, así al menos en un breve espejismo podrás ver tu nombre entre los primeros. Se ha convertido en una más de tus rutinas, en otro paso adelante en tu sagrado ritual; pero el otro día, sería por el cansancio, caíste en la inmensa profundidad de tu miseria. Te precipitaste súbitamente en un inesperado abismo: ¡pero si no eras más que un simple dorsal!
Te hundiste en tus divagaciones; eras un simple número, una fría combinación aleatoria de dígitos. Ese dorsal que portabas por duplicado en cada uno de tus riñones. Eso y no más era lo que los aficionados que te animaban veían. Cuando te perdían de vista, lo fijaban en su mente y acto seguido sus ojos escrutaban con rapidez la hoja de dorsales; sólo entonces aparecía tu nombre, tu rastro humano, esa conjunción de letras que se hace pasar por ti. Pero a ti te parecía demasiado tarde, porque, mientras pasaste por delante de ellos te sentiste en el vacío de ser tan sólo un dorsal.
Pero llegaron por fin los Pirineos y, como esperabas, tu abismo tocó final. Te esperaban amigos, familiares, conocidos, todos queriéndote animar. Oíste gritar tu nombre y, aunque no podías, quisiste mirar. Lo volviste a oír y, esta vez sí, pudiste mirar. Y viste a un crío que, como tú hace unos años, desfallecía de tanto animar. Y te invadieron los recuerdos, las ilusiones que viviste años atrás. Las pintadas que dejaste, los chillidos que pudiste dar. Y decidiste echarle la gorra, el bote, los guantes, lo que tú un día hubieses querido guardar. Optaste por la gorra, pero otro más hábil se alzó con el regalo final. Y tú, triste y sudoroso, seguiste adelante, sin poder parar.
Pedro Horrillo es ciclista del Mapei.
