Elogio de la belleza
Si hay un pueblo que aprecia la estética y la belleza, ese es el italiano. Si hay uno que valora el arte de sobrevivir a cualquier adversidad, también. Si en el fútbol el modelo patrio ha tendido más al resultado, a lo práctico, a saborear la victoria por encima del adorno, eso no significa que el juego de España no guste en Italia. La afinidad se remonta a la Copa del 82 con Pertini en el Bernabéu, y el respeto al tiqui taca se lo ganó España hace dos años, cuando batió en los penaltis a la Italia de Gigi Buffon. De modo que más de trece millones de italianos siguieron el domingo la final por televisión, y la gran mayoría tifaba por La Roja, según mostraron los sondeos y, más importante aún, las apuestas, donde el 76% apostaba por el triunfo español.
El calcio tiene pocos secretos para los italianos, como confirma un palmarés regio, con cuatro títulos mundiales, entre ellos el segundo y el último, es decir, al anterior. La derrota de Alemania en semifinales, que amenazaba el trono europeo de Italia con sus tres estrellas en la camiseta, fue celebrada como correspondía, y ayer nadie reparó en elogios hacia La Roja, como les gusta llamarla pese a los problemas guturales que genera aquí esa maldita jota.
"La victoria de la belleza", titulaba en La Repubblica Gianni Mura, degustador del buen juego y declarado fan de Iniesta, Xavi y la escuela Guardiola, que definió la final como un choque entre "bailarines y energúmenos", y añadía: "Si llega a ganar Holanda, la FIFA debería haber pedido perdón".
Otros diarios, como La Stampa o Il Corriere della Sera, a menudo más remisos en el elogio a lo hispánico, se rindieron al campeón tras haber atacado duro el día de la victoria suiza (cuando La Stampa tituló: "La Presuntuosa"). Aldo Cazzullo, en Il Corriere, festejó ayer el éxito de "los pequeñitos, esa gran generación de futbolistas, que tras el final del boom ha vencido gracias a los iconos del español eterno: bajito, moreno, oscuro, serio y pobre".
El problema es que Italia llegó a Sudáfrica como campeona y la ruinosa actuación de los chicos del arrogante Lippi fue vivida como una tragedia. Al menos España, como se consoló ayer Silvio Berlusconi, "es también mediterránea: así que también nosotros hemos ganado". La regeneración puede esperar. Pero muy poco.