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Reportaje:Final de la Copa Davis

España vuelve a su origen

La selección aspira en Barcelona a su cuarta 'ensaladera' en el mismo escenario de su primer triunfo, en 2000 - Los tenistas españoles llegan en baja forma ante los ofensivos checos

En medio de las estrechas calles del barrio de Gràcia, en Barcelona, un coche estropeado interrumpe el paso. Sucede el martes por la noche, cuando una ristra de furgonetas se dirige disciplinadamente al restaurante Botafumeiro. No hay paso posible. No hay salida. En consecuencia, al coche lo empujan cuatro pares de manos que desde hoy (16.00, TVE-1) y hasta el domingo estarán muy ocupadas: Rafael Nadal y David Ferrer, que abren la final de la Copa Davis contra los checos Tomas Berdych y Radek Stepanek, respectivamente, se unieron a Fernando Verdasco y Feliciano López, los doblistas, para empujar el coche y seguir hasta su destino.

La imagen resume la situación. España, la selección más fuerte del planeta del tenis, favorita para lograr el título, debe superar tres problemas ante la República Checa. Nadal, siempre titánico sobre arcilla, ha perdido cuatro partidos seguidos por primera vez en su carrera. Verdasco no jugará los individuales por sus problemas físicos. Y Ferrer, su sustituto, que lleva semanas preparándose sobre tierra, no compite desde la primera semana de noviembre, cuando se retiró, lesionado, del torneo de Valencia.

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"Aun así", decía Roger Federer antes de dar por cerrada la temporada, "incluso si Nadal y Verdasco no jugaran, España sería mi favorita. Tiene todo un arsenal de jugadores a su disposición". "Este equipo", coincide Àlex Corretja, ex número dos del mundo, con el suizo, "se ha ganado a pulso que le rodee el optimismo".

España se ve ante una oportunidad única. Instalada ya como la mejor selección del siglo XXI (tres títulos y cinco finales), puede convertirse en el primer país que en los últimos 10 años logre retener el trofeo, tras el conquistado en 2008 contra Argentina. No tiene hoy enfrente a Juan Martín del Potro y David Nalbandian, tenistas con predicamento entre el gran público. Esperan los checos, lobos vestidos de cordero que no entienden de superficies. Sólo saben jugar al ataque.

"Tenemos un equipo muy fuerte"; resumió ayer Albert Costa, el seleccionador, rodeado de tenistas que bebían de botellas de agua sin etiqueta, cosas de la falta de acuerdos comerciales. Al pisar la tierra roja del Palau Sant Jordi, Costa pisa la pista que le vio ganar la primera Copa Davis de España (2000). Al andar por las empinadas cuestas de la Montaña Mágica, Montjuïc con todos sus estadios legendarios, el técnico puede recordar cómo entonces se prescindió para jugar el viernes de Corretja, que era el mejor del conjunto. Al pronunciar una frase el miércoles, Costa explicaba por qué Verdasco, ganador del punto definitivo en la final de Mar del Plata la temporada pasada contra Argentina, no jugará hoy.

"Fer", le decía el técnico durante un entrenamiento, "sigue bien la pelota hasta el final. No resbalas. Te paras y tiras de brazo". Verdasco, que ese mismo día iba al hospital para confirmar que sus dolores en el psoas (un músculo del glúteo) ya no eran un problema, tuvo dificultades para adaptarse a la arcilla tras su paso por el cemento de Londres hace menos de una semana. Nadal enseguida encontró su sitio. Pocas veces ha sentido el mallorquín tanto "miedo" como la primera vez que pisó la pista de Sant Jordi.

"Mi recuerdo de aquello es un poco de susto, un poco de miedo. Lo normal, porque tenía 12 o 13 años y era un niño", cuenta el número dos mundial sobre aquel día de diciembre de 2000 en el que fue el abanderado de España en la final ganada a Australia. Nadal vive desde hoy tres días que marcarán su próxima temporada, necesitado como está de "autoconvencimiento y confianza". Vuelve a Sant Jordi y juega contra la República Checa, el rival ante el que debutó en 2004. Ocurrió en el Centro de Exhibiciones de Brno. Ya estaban allí Berdych y Stepanek. No es de eso, sin embargo, de lo que se acuerdan ahora los checos. Para ellos es otra la referencia, otra la fecha con la que inflamar los ánimos.

"¡Hagamos un Nagano!", le dijo Berdych a Stepanek antes de ir a ver el Barcelona-Madrid en el Camp Nou. Es ésa una ciudad mítica para los checos: ahí ganó su selección de hockey sobre hielo el oro olímpico en los Juegos de invierno de 1998. Más de 100.000 personas lo celebraron en las calles de Praga. Las estadísticas, sin embargo, dicen que ganar en Barcelona es más complicado: España, la campeona, lleva 17 eliminatorias sin perder como local y 19 sin caer en tierra.

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