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Fútbol de autor

El quiebro de Luis Suárez y la fantasía de Alexis Sánchez definen el empate entre Uruguay y Chile

Uruguay y Chile son dos selecciones con gusto por el juego ofensivo, eléctricas y un tanto reacias a la pausa para elaborar la jugada. No se detienen a pensar en el mejor pase, sino que dan el primero, el más vertical y directo. En ocasiones, funciona; muchas otras, no. Pero su genética es bien distinta. El equipo charrúa se define en las dos áreas, al tiempo que el chileno se despliega desde los costados. Y tienen dos figuras que relucen con fiereza. El uruguayo Luis Suárez no entiende de garabatos en la pizarra ni de entuertos sobre el tapete. Camaleónico e innegociable con el esfuerzo, se amolda a cualquier posición y tiene el gol en sus botas. Lo marca, como en el primer partido ante Perú; o lo regala, como frente a Chile. Tampoco parece un futbolista encorsetado el chileno Alexis Sánchez, al que se le presuponía la banda como hábitat natural, pero que a la que encuentra un socio (El Mago Valdivia) se desenvuelve en el centro con soltura, más pendiente de la culminación que de la creación, más resolutivo que otra cosa. Dos estrellas, dos fogonazos y un empate.

Uruguay, 1 - Chile, 1

Uruguay: Muslera; Maximiliano Pereira (Lodeiro, m. 79), Lugano, Coates, Martín Cáceres; Pérez, Arévalo Ríos (Eguren, m. 85), Álvaro Pereira; Cavani (Álvaro González, m. 46), Forlán y Luis Suárez.

Chile: Bravo; Isla, Contreras, Ponce, Jara (Valdivia, m. 63); Medel, Vidal; Alexis Sánchez, Jiménez, Beausejour (Paredes, m. 75); y Suazo (Carmona, m. 75).

Goles: 1-0. M.53. Álvaro Pereira; 1-1. M.64. Alexis Sánchez.

Árbitro: Carlos Amarilla (PAR). Amonestó a Álvaro Pereira, Luis Suárez, Cáceres, González, Coates, Contreras, Ponce y Alexis Sánchez.

Estadio Malvinas Argentinas. 45.000 espectadores.

Con mucho músculo y poco pie en la zona de creación, a Uruguay no le queda otra que jugar un fútbol fronterizo, arriba o abajo. Lugano es un central y un capataz sin igual, incomprensiblemente de poco lustre en Europa. Y delante tienen el remate por castigo, con Cavani, Forlán y Luis Suárez. Tres delanteros centros que no mezclan por más que Tabárez se empecine en lo contrario. A Cavani la banda le da sarpullido y queda limitado sobremanera, más cómodo en el remate y en la finalización que en el regate y en el pase. Forlán, sin huecos para sus desmarques porque lo suyo es barrer todo el frente de ataque, se pierde en carreras estériles, siempre con la intención de actuar de pasador y finalizador en la misma jugada, algo improbable. Y Luis Suárez prefiere vivir cerca del área rival, pero saca petróleo en cualquier parcela del campo. Uno de tres; mal bagaje para una delantera universal. Influye, en cualquier caso, que apenas les llegan balones en condiciones y que tampoco se lo reparten bien. Poco fútbol y, por consiguiente, menos golpeo. Quizá por eso Tabárez sentó a Cavani en el entreacto para dar cabida a Álvaro González, un interior a la vieja usanza, con capacidad para abrir el campo y, de paso, con llegada.

Chile, sin embargo, es un equipo con alas. Potente por la izquierda, donde Beausejour traza un sinfín de zigzagueos bien plásticos y efectivos, solo maltrechos porque su tobillo tiembla en último instante, en el disparo. Y terrorífica por la derecha, donde Isla dobla sin rubor alguno, donde Alexis llega hasta la línea de fondo. Pero Alexis tiene más recursos. Exigido por el público y por su nación -pretendido por el Barcelona y otros equipos de alto copete como el Manchester City-, el extremo ya no es un futbolista, sino que es una referencia. Y su nueva condición le repercute porque se enreda en los regates, protesta con efervescencia al colegiado y a veces no atiende al desmarque de los compañeros. Pero eso no esconde su calidad, su vertiginoso fútbol y su acentuado requiebro. Algo que supo destapar El Mago Valdivia, revulsivo del encuentro, capaz de darle una salida a su primer regate, de devolverle también el balón en ventaja. En una de esas, Valdivia soltó un pase para Beausejour, que se cobró la banda izquierda y sacó un centro al borde del área. Ahí llegó Alexis, sorpresivo porque aparece donde nadie se lo espera, y cargó en décimas de segundo la pierna derecha para soltar un punterazo improvisado, para batir a Muslera. Antes, el lío lo había montado Luis Suárez. Primero, con un remate al larguero; y después, tras recibir en el pico del área, desequilibró a su pareja de baile por dos veces y sacó un pase raso que Álvaro Pereira acertó a rematar.

En Chile no funcionó Jiménez como enlace ni Suazo en la punta de ataque, pero sí que carburó el ataque por las bandas y, sobre todo, el oportunismo de Alexis Sánchez. Uruguay se encasquilló en el pase, pero resolvió los apuros de las áreas, siempre con Luis Suárez como bandera ofensiva. Un juego precipitado, un fútbol de autor.

Alexis Sánchez celebra el gol de Chile frente a Uruguay.
Alexis Sánchez celebra el gol de Chile frente a Uruguay.RODRIGO ARANGUA (AFP)

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