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Reportaje:

Golf y St. Andrews, valga la redundancia

El Abierto Británico más disputado de los últimos años celebra su 150 aniversario en el lugar que vio nacer el golf, un campo mítico en el que las dos últimas victorias fueron para Tiger y que condensa en su recorrido la historia de este deporte

"Antes de ir al Old Course en St. Andrews tenía lo que consideraba ideas revolucionarias acerca de los campos de golf. Para mi sorpresa, cuando estudié y recorrí el Old Course vi mis ideas ya realizadas". El responsable de la cita es Alistair MacKenzie, uno de los mejores arquitectos de campos de golf de la historia, padre de Augusta National y autor de una obra póstuma, The Spirit of St Andrews, considerada un ensayo clave sobre el golf. Y expresa estas opiniones sobre un campo, cuna del golf mundial, en el que se juega a este deporte desde hace cerca de 600 años, que no tiene arquitecto conocido más allá de la propia naturaleza, cuyos búnker fueron perfilados por las ovejas que se protegían del viento, un lugar que desafía y fascina por igual a todo tipo de jugadores y que acoge a partir de este jueves el Abierto Británico en su 150 aniversario.

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"Es mi campo preferido, me enamoré de él la primera vez que jugué como amateur", repetía el lunes Tiger Woods recogiendo la opinión de gran parte del mundo del golf. Tom Watson, ganador de cinco Open y que perdió la oportunidad de ganar el sexto en este mismo escenario en 1984 ante Severiano Ballesteros no lo duda: "Es emocional, fascinante, no terminas de entenderlo". Se trata de un lugar único, que vio nacer este deporte, donde estuvo, y sigue, el primer comité de reglas, donde se estableció en 1764 el estándar de 18 hoyos y que cierra los domingos para que la gente de la ciudad pasee y disfrute de un lugar que les pertenece.

El primer Open Británico se jugó en 1860 pero el Old Course no acogió ninguno hasta 1873. Ahora es la sede cada cinco años y con el que empieza mañana serán 29 las veces que esta pequeña franja de tierra de cuatro kilómetros entre la bahía de St Andrews y el Estuario de Edén haya acogido la celebración del tercer grande del año.

En Saint Andrews se juega desde antes de que en el resto del mundo se supiese qué era eso del golf. El derecho para jugar en los links se estableció en 1552 y en 1691 la población, que hoy acoge varios campos además del Old Course, se convirtió en "metrópolis del golf", según la historia oficial recogida por The Royal And Ancient.

La casa de Nicklaus, Woods y Ballesteros

Swilcan Bridge, los Campos Elíseos, los pechos de la señorita Grainger o las arenas de Nakayima son sólo algunos de los puntos más emblemáticos de un campo que tiene junto con Augusta las imágenes más repetidas y fotografiadas del mundo y que ha acogido momentos indispensables de la historia de este deporte. Ballesteros, que en una reciente entrevista en The Daily Telegraph dijo que el Open debería jugarse todos los años allí, es protagonista de uno de esos instantes irrepetibles, conocido como El Momento: un putt para birdie en el hoyo 18, un golpe que cae perezosamente desde la parte alta y que le dio el triunfo frente a un gran Watson.

Jack Nicklaus, ganador de 18 grandes, vencedor en el Old Course en 1970 y 1978, se despidió del mundo del golf como profesional desde aquí en 2005, año en el que un dominador Tiger Woods se impuso en su segundo Open con 14 golpes bajo par. Pero si hay una actuación impresionante es la del número uno en 2000. Después de asombrar a propios y extraños con un triunfo de extraterrestres en el U.S. Open celebrado en Pebble Beach, Tiger terminó con 19 bajo par con una ventaja de ocho golpes sobre el segundo (la mayor de la era moderna) y con vueltas de 67, 66, 67 y 69, lo que le convertía en el tercer jugador en ganar el Open con cuatro rondas por debajo de 70. Su puntuación media en estos dos Open en St. Andrews es de 67,875. Con razón no deja de repetir que es el mejor sitio del mundo para jugar al golf.  Si ganase en 2010 se convertiría en el primero en obtener tres títulos del Open Británico en la casa del golf: Bob Martin, J.H. Taylor, James Braid y Jack Nicklaus tienen dos y Harry Vardon, que ostenta el récord de victorias con seis Open en su haber, ninguna.

Una catedral contra la tecnología

La fórmula de la magia del lugar es algo que está por descifrar: es un campo plano, con greenes  gigantes, ondulados y compartidos para todos los hoyos menos el 1, 9, 17 18; sin árboles, con un verde seco y tirando a marrón y con un hoyo 18 corto y con una de las calles más anchas del golf mundial. Y sin embargo, o por todo eso, fascina.

Este año St. Andrews tendrá una longitud de 6.648 metros, 900 más que en la primera edición que acogió en 1873, cuando las distancias que hacen los jugadores gracias a la evolución del deporte, de sus físicos y del material es casi el doble desde el tee de salida. Ahí está el problema al que se enfrenta St. Andrews: la tecnología le puede dejar obsoleto o lo que es peor, carente de interés. "Si alguna vez se permitiera que las distancias con el driver se hicieran tan grandes como fuera posible e hicieran que el Old Course resultase obsoleto, una pieza de museo incapaz de servir para el juego de competición, entonces el golf se convertiría en un juego menor", asegura John Barton en Golf Digest.

Este riesgo ha llevado este año a los técnicos a añadir 40 yardas, unos 36 metros, al hoyo 17, conocido como el Road Hole (Hoyo del camino), y situar el tee fuera de los límites de la propiedad del Old Course, lo que obligará a algunos a jugar el driver y pondrá en peligro su estrategia.

Este hoyo, con un búnker conocido como las arenas de Nakayima por el quíntuple bogey del jugador japonés en 1978 y que dio al traste con sus opciones de victoria, ha estado siempre en el centro de la polémica. En 2002 ya se retocó el búnker en lo que algunos consideraron una traición a las esencias. Ahora, a la luz de esta modificación, defensores y detractores de los cambios han salido a la palestra en un debate que se cuestiona la propia evolución de este deporte. Padraig Harrington, ganador del Open en 2007 y 2008 se ha mostrado a favor: "En este deporte todo evoluciona. Estoy seguro que el anterior tee no estaba ahí hace 30 años". En contra del cambio se han manifestado, entre otros, el capitán europeo de la Ryder, Colin Montgomery y el ganador del último U.S. Open, Graeme McDowell. Un grupo de arquitectos de campos ha ido más allá y ha escrito una carta a The Sunday Telegraph asegurando que el problema radica en que las distancias que se hacen con el nuevo material están matando la esencia. La polémica viene de lejos: Sir Henry Cotton, ganador de tres Open, ya aseguraba en 1964 que "los terrores del hoyo del camino se han esfumado". No diría lo mismo David Duval, que perdió allí todas sus opciones en 2000.

En cualquier caso esperan cuatro días de espectáculo: el público más entendido del mundo en la casa del golf, la mayor cobertura de televisión del año y el Abierto Británico más disputado de los últimos tiempos. Y encima en St. Andrews. Tiger ha insistido esta semana: si tuviera que elegir un escenario para cada uno de los grandes del año elegiría las cuatro veces el Old Course de St. Andrews. Palabra de Tiger. Que disfruten.

El golfista estadounidense, ganador de 18 'grandes', entre ellos tres Open Championship: 1966, 1970 y 1978, decidió dar su último golpe como profesional en la casa del golf, Saint Andrews, en el Open de 2005. En la imagen, se despide ante miles de aficionados desde el puente de Swilcan.
El golfista estadounidense, ganador de 18 'grandes', entre ellos tres Open Championship: 1966, 1970 y 1978, decidió dar su último golpe como profesional en la casa del golf, Saint Andrews, en el Open de 2005. En la imagen, se despide ante miles de aficionados desde el puente de Swilcan.AP
El malogrado golfista estadounidense Payne Stewart juega en Saint Andrews con la sede del Old Course de fondo y ataviado con la ropa más tradicional. Moriría en 1999 sin haber ganado un torneo que adoraba.
El malogrado golfista estadounidense Payne Stewart juega en Saint Andrews con la sede del Old Course de fondo y ataviado con la ropa más tradicional. Moriría en 1999 sin haber ganado un torneo que adoraba.AP

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