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Gran final de la Liga de Campeones

Guardiola regresa a Roma

El técnico busca coronarse en el estadio del equipo en el que jugó sin éxito medio año

Ramon Besa

Acabada la final de la Copa del Rey, en Mestalla, Leo Messi se acercó a Pep Guardiola y le susurró al oído: "¡Míster! Tenía razón. He disfrutado como nunca en la vida". El entrenador había convencido a sus jugadores de que afrontaban el que iba a ser el partido "más bonito de la temporada". Y, ciertamente, a ojos de los futbolistas, el encuentro contra el Athletic resultó, de acuerdo con la declaración del argentino, "el más impactante a nivel emocional". Messi se sintió tan a gusto en la cancha que el técnico se negó a sustituirle cuando la hinchada azulgrana se arrancó a coro: "¡Guardiola cambia a Messi!".

En apenas una hora, el tiempo que pudo ensayar la salida del balón desde la defensa hasta la delantera, cuando convenció a los centrales de que se imponía abrir el campo de córner a córner en el momento en que Pinto manejara el cuero con los pies en la raya de gol, Guardiola persuadió a su equipo de que ganarían si le jugaban al Athletic con más racionalidad que sentimiento porque el rival era imbatible si se apelaba a la motivación. "Pep la ha vuelto a clavar", resumió Aureli Altimira, uno de sus ayudantes. Ahora lleva una semana preparando a puerta cerrada la final de la Champions.

Le cautiva la ciudad, le motiva el United y se siente dichoso por medirse a Ferguson
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Estudiados distintos vídeos, Guardiola convenció también a sus jugadores de que se puede derrotar al Manchester United pese a que ha ganado cuantas finales ha disputado, tres, y todas en el tiempo añadido -prórroga, descuento y penaltis-, sin apelar a ninguna estrategia contraria al estilo de juego azulgrana ni hacer trampas. "El entrenador nos ha ha hecho triunfar", responde Messi, "y somos esclavos de su credibilidad". El propio Guardiola anunció a la afición en la celebración de la Liga: "No os fallarán".

Guardiola jugó medio año en el Roma durante la temporada 2002-03 por un capricho de su presidente, Franco Sensi, y contra la opinión de su entrenador, Fabio Capello. Apenas se alineó en cuatro partidos del calcio y en uno de la Liga de Campeones contra el Madrid, de manera que no ha tenido ningún reparo en reconocer que conoce más el banquillo del estadio Olímpico que el terreno de juego. A falta de juego, triunfó como ciudadano de la capital eterna y dejó sus señas: "Restaurante Pommidoro".

Allí, en pleno barrio de San Lorenzo, cenó por última vez Pasolini y tiene reserva Guardiola para cuantos viajan a Roma con una tarjeta del entrenador del Barça. Hasta Sergi López, el icono de la cantera azulgrana atropellado por un tren de cercanías, pasó por la estupenda casa de Guardiola en Roma. Y no hay un técnico que le haya ganado el corazón como el romanista Carleto Mazzone, el mismo que le recibió en el Brescia, después de dejar al Barça, con la siguiente confesión: "No sé qué pintas aquí". Guardiola acabó siendo capitán del Brescia y Mazzone acudirá hoy al estadio Olímpico invitado por el entrenador del Barcelona.

A Guardiola le cautiva Roma, le motiva el Manchester y se siente dichoso por medirse a Alex Ferguson en una final de la Copa de Europa. Ferguson, al fin y al cabo, llegó a Old Trafford el mismo año en que Guardiola abrazaba como recogepelotas a Víctor Muñoz después de alcanzar la final de la Copa de Europa contra el Gotemburgo (1986). La de vueltas que ha dado la vida desde entonces en el Camp Nou. Guardiola llegó a probar tres días en 2003 con el Manchester City de Kevin Keegan, el rival del United, y siempre confesó que empezó a sentirse entrenador en el partido de la Champions contra el Lyon.

Los azulgrana estuvieron al borde de la eliminación en el estadio Gerland hasta que en el descanso Guardiola supo corregir a su equipo con un discurso tan contundente -confesó en ambos casos: "He tocado la fibra de los jugadores"- como el que le permitió remontar en la final de Copa ante el Athletic. "Yo tengo la obligación de saber el porqué de las cosas", dijo entonces a uno de sus colaboradores después de la ronda contra el Lyon. "Puede que esos porqués estén equivocados, pero son los míos y deben ser los del equipo. Tengo que convencer a los jugadores".

El discurso siempre es el mismo. A los defensas, por ejemplo, les dice: "¡Si nuestros tres delanteros tienen en jaque a toda la zaga rival, vosotros debéis poder enfrentaros a uno o a los dos atacantes que ponga el rival!". Y al delantero centro y los extremos les incita a "marcar la diferencia con el juego de los centrocampistas". Guardiola se mide ahora al tótem de los entrenadores, Ferguson, con una consigna: "No podemos impedir que nos venzan en una contra o en una jugada de estrategia, pero hasta ahora ningún equipo nos ha ganado en posesión de la pelota ni en valentía. No sé si podremos derrotarles, pero intentaremos que sientan el miedo de quienes se sienten atacados".

El discurso de Guardiola como entrenador a las puertas de Roma no es precisamente muy diferente al de cuando era jugador antes de entrar en Wembley: "Para ganar la Champions hace falta jugar con descaro y este equipo ha demostrado que lo tiene".

Guardiola, entre Stoichkov y Koeman, durante el entrenamiento de ayer.
Guardiola, entre Stoichkov y Koeman, durante el entrenamiento de ayer.MARCEL·LÍ SÁENZ

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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