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"Miguel nunca quiere"

Echávarri dice que a Induráin no le gusta probar nuevo material

Carlos Arribas

Regreso al material. Y a la pescadilla que se muerde la cola. La prudencia de Induráin al elegir material y desarrollos para la contrarreloj enmascaró una incógnita y a la vez sirvió de pista para resolverla. "Todos cometimos errores en la elección de material", dice Manolo Sáiz, echando un capote. "Lo que iba bien para un tramo iba mal para otro". Más drástico fue Echávarri. "No sabemos cómo está Induráin físicamente porque corrió la crono con material y desarrollos equivocados", dice el director del Banesto. "No arriesgó en meter desarrollos más fuertes porque no era una carrera de un día, como el Mundial o los Juegos, sino que debe pensar en todo lo que queda. Y para Miguel, su estado de forma en septiembre para una gran ronda es una incógnita. Prefiere la carrera de usura".El Banesto fue el único equipo de entre los grandes que no exhibió alta tecnología. No es muy bueno eso en cuestión de imagen pública. Su arsenal se reduce a la Espada, inválida para la contrarreloj de El Tiemblo. "Pero no es que nosotros queramos. Es Miguel el que nunca quiere cambiar y probar nuevo material. Tenemos las Pinarello que sacaron Riis y Ullrich en el Tour [revolucionarias, con el tubo diagonal], pero Miguel nunca ha querido probarlas". Y sin embargo, analizando los tiempos de marcha, la aerodinámica y los desarrollos fueron un factor decisivo para que no ganara o se vistiera de amarillo. Induráin, además, fue el único de los cinco primeros que no utilizó rueda lenticular trasera.

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Rominger utilizó la bicicleta de ruedas pequeñas (650 milímetros de diámetro en lugar de los 700 de las normales), plato grande de 55 dientes, pequeño de 48, y piñón de 11 a 18 (desarrollos grosso modo equivalentes al 54/12 y 41/19 de Induráin). Con ese modelo, que ayuda en las subidas y favorece el aerodinamismo en el llano, el suizo hizo exactamente el mismo tiempo- que Induráin en los 10 kilómetros de ascensión a la Paramera (27m 49s). Fueron los dos mejores tiempos de la ascensión, a una velocidad media de 31,718 kilómetros por hora. El navarro utilizaba una bicicleta de aluminio, ideal para las subidas, pero pésima para el llano y el descenso contra el viento. Rominger alcanzó una velocidad media de 50,632 kilómetros por hora en los 10 primeros kilómetros de descenso, los más pronunciados, mientras que Induráin se quedó en 49,723. Y no es que Induráin no fuera capaz fisicamente de pasar de 50 kilómetros por hora -su peso, además, le ayuda en los descensos-, fue simplemente que el desarrollo que llevaba unido a su mal aerodinamismo le imposibilitaban conseguir esa velocidad a su cadencia máxima. Le faltaba el piñón de menos, que habría sido capaz de mover con una bicicleta mejor.

Esto resulta casi obvio si se comparan sus medias con la de Alex Zülle, un corredor que nunca se ha destacado por sus descensos y que, sin embargo, alcanzó la media más alta en los 20 kilómetros finales: 49,565 kilómetros por hora, frente a los 48,510 de Rominger -exactamente la misma velocidad que Mauri- y los pobres 48,236 de Induráin. Zülle no sólo utilizó un piñón de 11 dientes, también estrenó una bici con el cuadro muy afilado y rueda delantera más pequeña que trasera, más aerodinámica.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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