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FÚTBOL: SEMIFINALES LIGA DE CAMPEONES

El Madrid tuvo más grandeza

El equipo de Arsenio obtuvo un buen resultado frente a una rácana Juventus

Santiago Segurola

Una lectura moral presidió la valerosa victoria del Madrid frente a la Juventus, un equipo que remitió el fútbol a la vieja escuela italiana. El Madrid no hizo un fútbol grandioso, pero tuvo más grandeza que su rival, metido en la idea del aprovechamiento máximo de cualquier nimiedad. Pero la Juventus no encontró nada y salió del partido desprestigiado y con un resultado que hace daño en esta competición. El Madrid le sobrepasó e incluso logró el milagro de conectar varias veces con el corazón de una hinchada que se había acostumbrado a las decepciones europeas.Sobre la vieja idea italiana de la especulación y la renuncia a cualquier signo de generosidad, la Juventus propuso un partido hermético y feísta. Lejos de convertir el partido en un campo de minas, como se esperaba, jugó mal y defendió peor. Nada que ver con su fama de equipo retorcido y sibilino. Que se lo pregunten a Laudrup, que jugó con más comodidad que nunca, extraordinariamente suelto. En última instancia, la Juventus era una calamidad, aferrado a la posibilidad de marcar un gol en alguna distracción madridista. Es decir, entregó el partido en todos los sentidos, para lo bueno y para lo malo. Y la realidad es que el Madrid estuvo casi siempre para la bueno.

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El único inconveniente blanco fue su falta de habilidad para convertir sus oportunidades en un resultado intragable para la Juve. Frente a un equipo que gasta fama de recio y bien contruido, el Madrid produjo seis ocasiones notables, algunas limpísimas, como aquel mano a mano de Zamorano frente a Peruzzi en la segunda parte. Probablemente en esa jugada se decidía buena parte de la eliminatoria, una certeza que invadió el corazón de los aficionados y la cabeza de Zamorano, que se nubló. Eligió el remate con poca fe y Peruzzi interceptó la pelota. Desde ahí el partido cambió. El Madrid se sintió afectado por la jugada y por la fatiga, y entonces se apreció la prisa de la Juventus y algo de su juego. Para entonces los héroes de la noche habían perdido protagonismo, unos por el curso del partido, otros por el cansancio y Laudrup por la decisión de Arsenio, que le retiró del partido en medio del asombro y la desilusión de la gente. Con la garantía ayer de Laudrup, hubo otro futbolista que tuvo un peso decisivo sobre la buena marcha del partido en la primera hora, cuando el Madrid pilotaba el juego con una autoridad desacostumbrada en los últimos tiempos. Redondo salió triunfante de uno esos duelos que le gustan, un choque fuerte, donde se ventila el prestigio de los equipos y de los jugadores. Desde el fútbol y desde la bravura, Redondo fue uno de los campeones de la noche, incluso en los peores momentos del Madrid, en la última media hora del partido, cuando todo comenzó a atomizarse y el fútbol perdió sentido desde el lado madridista.

Antes de que ocurriera esa caída de tensión, el Madrid jugó con criterio, sin entrar en el arrebato, atento a las posibilidades que dan un gol en la Copa de Europa. Durante la primera parte, desactivó a la Juventus con la pelota o sin ella. En gran medida, la Juventus se quitó de la pelea y permitió un gran margen de maniobra a los madridistas. Resultó sorprendente, por mala, la ubicación de Del Piero como delantero, aislado del juego y, por tanto, sin capacidad para participar e inventar. Inutilizado Del Piero, la Juve actuó con una pobreza insólita, expuesto a las llegadas del Madrid, especialmente por la banda izquierda. Por esa ruta fabricó el gol, una jugada rápida y brillante, resuelta con precisión por Laudrup en el pase y por Raúl en el remate.

El gol permitió al Madrid jugar con una red de seguridad. Se sintió más fuerte y seguro, como si le invadiera una oleada de autoestima. Durante un buen trecho, hubo una excelente comunicación entre todas las línea. El juego tenía naturalidad, las ocasiones goteaban con más frecuencia de lo prevista y el público comprendía la bondad del resultado y el fútbol de su equipo. Así fue hasta la ocasión de Zamorano frente a Peruzzi, el pico máximo del Madrid en el encuentro. Luego se produjo el declive, que no fue aprovechado por la Juventus, a pesar de su interés por remediar su desastre anterior. Pero al equipo italiano le faltaron dos cosas: más calidad en sus futbolistas y el punto de fortuna que esperaban. Fue una especie de lección moral para un equipo que vive instalado en la vieja mística italiana, sujeto todo a la rentabilización máxima de la menor ocasión posible. Eso es pequeñez, se llame como se llame el equipo. Desde esa perspectiva casi ética, el Madrid tuvo el coraje, el juego, la decisión y la suerte que buscó. Ganó porque fue más grande.

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