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MUNDIALES DE NATACIÓN, SALTOS Y WATERPOLO

Greg Louganis

El norteamericano es el mejor saltador de todos los tiempos

Santiago Segurola

Desde hace 10 años, todos su adversarios, más los periodistas y algún juez, se preguntan por el secreto de Louganis. Su dominio en los saltos es tan aplastante que las interrogaciones admiten respuestas poco racionales. Más de uno califica de sobrenaturales los vuelos de Louganis. En ocasiones, parece inútil buscar una explicación deportiva a las habituales demostraciones del saltador estadounidense. Cuando se lanza al vacío desde la plataforma de 10 metros o desde el trampolín, Gregory Eftimios Louganis burla las leyes físicas. El tiempo se detiene y la fuerza de gravedad sólo es una patraña inventada por Newton. El hilo que sostiene a Louganis le permite permanecer suspendido en el aire, doblarse como Houdini y hundirse en el agua sin un asomo de estruendo.Los enemigos de las explicaciones milagreras enumeran otros detalles: Louganis posee un salto vertical de 85 centímetros, que le permite elevarse por encima del nivel de sus rivales, y dispone de un chasis ideal para un saltador. Tiene hombros extremadamente anchos, unos pectorales poderosos, una cintura de avispa y unos muslos de sprinter. Ese armazón, que tiene una altura de 1,72 metros, le otorga potencia y flexibilidad. El resto corresponde al talento.

El secreto

Greg Louganis también parece ignorar la naturaleza de sus repetidas victorias. Después de los Juegos de Los Ángeles, donde obtuvo las medallas de oro en trampolín y palanca, los periodistas le rogaron que desvelara el secreto de una hegemonía comparable a la de Edwin Moses en 400 metros vallas. Louganis respondió con humor, ambigüedad y quizá algo de crueldad: "Pregúntenle a mi madre". Louganis, que nació en 1960 en la isla de Samoa, de padre nativo y madre cuyo origen étnico se desconoce, fue adoptado a los ocho meses por Peter y Frances Louganis, un matrimonio de ascendencia griega que residía en El Cajón, Califarnia. La respuesta de Louganis no contribuyó a desentrañar el misterio de sus éxitos.La irrupción de Greg Louganis se produjo en los Juegos Olímpicos de Montreal, tenía 16 años y obtuvo la medalla de plata en palanca, detrás del príncipe Dibiasi, el saltador que había dominado la especialidad desde 1964. Desde entonces, los triunfos de Louganis se han sucedido prácticamente sin interrupción. Algunos de ellos han sido memorables. En los mundiales de Guayaquil, en 1982, los siete jueces le otorgaron un 10 por uno de sus saltos. Sólo su compatriota Mike Finneran, durante las pruebas de selección para los Juegos Olímpicos de Múnich, había logrado una hazaña semejante.

La última proeza de Louganis tuvo lugar la pasada semana en Orlando, en los campeonatos de Estados Unidos. Por una vez, su supremacía peligraba. Ron Meyer estaba en condiciones de ganarle. La situación era muy delicada, porque la presión era máxima. Pero Louganis ama las situaciones de riesgo extremo y no olvida sacar el conejo de la chistera. Frente a una concurrencia estupefacta, ejecutó un salto de máxima dificultad que jamás había intentado en competición con anterioridad. La nota ascendió a 84.48 puntos. El campeonato se esfumó para Meyer.

Popularidad

La popularidad de Louganis en Estados Unidos es inmensa. Sus apariciones en televisión y en anuncios publicitarios son constantes. Su meta es trabajar en el cine. Su pretensión no es descabellada: Johnny Weismuller, Buster Crabbe y Mark Spitz, campeones olímpicos de natación, trabajaron en la fábrica de sueños con mayor o menor fortuna. Sobre ellos, Louganis tiene una ventaja: está graduado en arte y danza por la universidad de California-Irvine y cada vez que se sube al trampolín diseña una coreografía comparable a las de Busby Berkeley.

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