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De Marcos, pie de santo

El todoterreno del Athletic da otra lección de versatilidad, marca el gol (0-1), juega en tres posiciones y acaba rematando al poste en el minuto 90 ante el Oviedo

Se podría pensar que Marcelo Bielsa le quiso hacer un guiño a la competición, alineando a su equipo titular (descontada la baja de Llorente), o que el guiño era al Oviedo, un historico sufriendo en Segunda B con un estadio de 30.000 asientos, o que le daba la Copa del Rey la importancia que el Athletic le otorga. Se podrían pensar muchas cosas cuando un técnico presenta su traje de gala ante un equipo que milita dos categorías por debajo. Se podría pensar incluso que no confía en los suplentes o meritorios. Nada que ver con la filosofía de Marcelo Bielsa que piensa otra cosa: que los cambios se hacen cuando se observa el cansancio y nunca antes, que todos los partidos son grandes y por lo tanto no hay ni rivales ni partidos pequeños y que sobre todo, cada partido es una oportunidad inmejorable para corregir los defectos anteriores o afianzar los aciertos consagrados. El pensamiento de Bielsa, en este caso es heterodoxo frente a los cambios que suelen proponer el común de los entrenadores, en función, eso sí, de su fondo de armario.

OVIEDO, 0-ATHLETIC, 1

Oviedo: Lledó; Juanpa, Negredo, Juanma, Álvaro (Manu Busto, m. 54); Jandrín, Pelayo (Chamorro, m. 72), Aitor, Nano ; Rubiato y Martins (Pascual, m. 67). No utilizados: Barrio y David González.

Athletic: Iraizoz; Iraola, Javi Martínez, Amorebieta, Aurtenetxe, De Marcos; Susaeta, Herrera (Íñigo Pëdrez, m. 82), Iturraspe; Muniain y Toquero. No utilizados: Raúl, David, López, Gabilondo y San José.

Goles:0-1. M. 11. Desmarque por la izquierda de De Marcos, en un contragolpe, que se acomoda el balón a la pierna derecha y bate a Lledó.

Árbitro: González González. Amonestó a Nano, Martins e Íñigo Pérez.

Unos 20.000 espectadores en el Carlos Tartiere.

En Oviedo, donde precisamente no goza de buena imagen el presidente Alberto González, jaleado para que dimita en las pancartas de las tribunas del histórico Carlos Tartiere, el Athletic mejoró lo justo. Mejoró en actitud, algo siempre agradecido cuando la desigualdad es tan manifiesta que invita al ocio pasivo en el campo. En intensidad, aunque fuera frente a un rival tan animoso como inferior que apenas le exigió un par de disparos desviados, aunque su actitud fuera encomibale. Y mejoró en lo habitual, es decir en la profundidad de Óscar De Marcos que marcó un gol magnífico a los 11 minutos, en una de sus múltiples carreras pero con la cabeza lo suficientemente fría para elegir la mejor opción cuando piso el área para batir al meta Lledó. El futbolista imprescindible se hizo tan necesario incluso para marcar el gol que se les niega a Toquero y Muniain, los dos delanteros que poquito o nada inquietaron al portero del Oviedo.

Ahí empezó y murió el partido. Ahí entendió el Oviedo, con futbolistas dinámicos y atrevidos, pero de escasos recursos en el área, que el concurso había terminado y comenzaba una fiesta de invitados para disfrutar sin esperar más que los aplausos de la parroquia ya no por lo que hacían sino por lo que parecía que podían hacer: que si un córner, que si una falta, que si un contragolpe atolondrado, rebotado que acabó con un disparo de Jandri desviado. Era la segunda mitad y antes de aquello, apenas había logrado una falta y un corner.

No era la mejor versión del Athletic, jugando a tirones, impulsado por De Marcos y por las acciones intermitentes de Ander Herrera que pocas veces encontraban a un apocado Muniain y a un desaparecido Toquero. Sin embargo, la velocidad, la distinta forma física entre un equipo de Primera y otro de Segunda B, hacía las veces de la diferencia de talento. Y así fueron llegando las ocasiones de Susaeta (2), de Muniain, de Toquero, imponiendo la velocidad en el desmarque, en la recuperación del balón, en las diagonales. Pero anda el Athletic desajustado en el remate , impreciso en el pase, acelerado en las decisiones. En eso no mejoró.

Espectacular, en cualquier caso, fue el ejercicio de De Marcos. Tanto portento parece imposible en un ser humano. Ayer, ante el Oviedo, demostró no que puede jugar en cualquier puesto, que eso ya se sabía, sino que puede jugar en todos los puestos a la vez, en el mismo partido, en todas las circunstancias. Parecía que el Carlos Tartiere, un campo grande, se le quedaba pequeño, jugando de área a área, de banda a banda. Tal despliegue físico explica por qué Bielsa apuesta con toda la tranquilidad del mundo por Javi Martínez como central. Tiene otro con el mismo talle futbolístico, con la misma actitud, con el mismo poder.

Y Bielsa que no cambiaba. Cuando el Oviedo quitó un punta. el rosarino no quitó un central, se limitó a adelantar a De Marcos. Que aprendan y que entiendas que el éxito en el fútbol nace del sufrimiento. Hasta que salió Íñigo Pérez, a poco de que fuera viernes. Y De Marcos, que emn el minuto 90 dispara al poste. El gol fue su firma, el remnate, la rúbrica.

De Marcos y Muniain celebran el gol del Athletic.
De Marcos y Muniain celebran el gol del Athletic.ALBERTO MORANTE (EFE)

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