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Reportaje:CICLISMO | La gran sorpresa del año

El Merckx de Murcia

Nadie conoce los límites del subcampeón del mundo en carretera, Alejandro Valverde, la sensación de la temporada

Carlos Arribas

Vicente Belda y José Luis Laguía no son dos novatos que se encandilen con cualquier recién llegado. Son dos directores veteranos que han vivido todo tipo de situaciones en el ciclismo. Son gente más de vuelta que de ida que, sin embargo, aún son capaces de emocionarse, de hacerse críos, de convertirse en chiquillos con los ojos brillantes por la emoción de su primer regalo de Reyes cuando hablan de un ciclista, cuando hablan de Alejandro Valverde, el último crack del ciclismo español. "Sus bolsillos no tienen fondo", decía Laguía, uno de los técnicos del Kelme, durante la Vuelta, la carrera que lanzó a la fama al ciclista murciano. "Todos los días le pedimos algo, que haga un esfuerzo más, que intente ganar otra cosa, y él nunca nos dice que no, se rebusca en los bolsillos y siempre nos ofrece algo. No hay nadie igual". Lo dice con amor de jefe enamorado, quizás, pero con razones de peso detrás también. Valverde tiene cuerpo, fortaleza y piernas de clasicómano, rapidez de sprinter y mentalidad de escalador. Es un chico que hace de todo, capaz de quedar tercero en la Vuelta, donde ganó dos etapas de alta montaña, y de quedar segundo en el Mundial, donde derrotó en la última recta a hombres hechos y derechos, veteranos de mil batallas como Van Pettegem o Bettini. Así era Merckx, el caníbal.

Tiene cuerpo y piernas de 'clasicómano', rapidez de 'sprinter' y mentalidad de escalador
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Alejandro Valverde, de Las Lumbreras (Murcia) y de 23 años, entró en las vidas de Laguía y Belda en 1999, un amateur ganador del Banesto al que llevaban años persiguiendo. "Estaba cansado de tener que subir todas las semanas a competir al País Vasco y Navarra, así que en cuanto recibí la oferta del Kelme no lo dudé", explica Valverde, quien, sucesivamente, ha sido el mejor cadete, el mejor juvenil y el mejor amateur de su generación en España. La oferta, evidentemente, era irresistible. Le ofrecían a un chaval de 19 años un contrato combinado por cinco temporadas, con el paso al profesionalismo garantizado. Al día siguiente de firmarlo, aconsejado por su padre, se compró un Mercedes. Todo hay que hacerlo a lo grande. Al comenzar la Vuelta aún le quedaba un año de aquel primer contrato, pero su agente, Gorka Arrinda, no paró hasta sentarse a hablar con Pepe Quiles, el patrón del Kelme, y arrancarle una prórroga y una mejora. Se comprometió por dos años más, hasta finales de 2006, y por mucho dinero más. "A la altura del líder del equipo", dijo Arrinda. "Y, además, no está cerrado del todo. Si, por ejemplo, gana el Mundial, se podrá retocar". Pero no ganó el Mundial, lo que no le impedirá a Valverde celebrar su segundo contrato con una segunda gran compra, una casa. "Mi novia, con la que ya llevo seis años, y yo ya le hemos echado el ojo a una parcela en una zona residencial a cinco kilómetros de Las Lumbreras", dice.

"Mi padre es único", dice Valverde, un ciclista de 1,78 metros y 61 kilos, un friolero que no sabe correr sin manguitos si hace menos de 20 grados. "Yo creo que lo mío, mi facilidad para ganar carreras de todo tipo, es genético, que todo viene de él, que en cuanto empezó a competir en carreras de veteranos ya empezó ganando. Y yo también empecé ganando, aunque mi primera carrera quedé segundo. Fue en Jumilla. Tenía nueve años y una bicicleta MBK azul, y ya estaba en la escuela de ciclismo. Y mi hermano, que también corre en bicicleta, también gana carreras". El padre de Alejandro Valverde conduce un camión y tiene las piernas afeitadas, como buen cicloturista que es. Siempre que puede monta en su bicicleta y sale a entrenarse fuerte. Siempre que puede se entrena con su hijo por las carreteras murcianas, por las montañas de Sierra Espuña o por la Cresta del Gallo.

A Vicente Belda, el cerebro que está detrás de todos los pasos de Valverde, le resulta fácil gestionar la ambición de un corredor que este año, en su segunda temporada profesional, ha ganado también etapas en la Vuelta al País Vasco, en la Vuelta a Aragón y en el trofeo Agostinho, aparte de la Clásica de Primavera en Amorebieta y el Gran Premio de Ordizia. Valverde es una máquina que responde cuando se le exige, pero no por ello el director alicantino se ha vuelto loco. "Hay que ir poco a poco", repite Belda como respondiendo a una afición que ya sueña con grandes gestas de un ciclista que fue capaz de decir que le hacía más ilusión ganar una etapa en la Vuelta a Murcia que ganar la Milán-San Remo, un de las clásicas míticas, por ejemplo. "Y aunque Alejandro me dice que quiere ser corredor de grandes vueltas, y ha demostrado en la Vuelta, donde se ha visto que pasa bien la montaña y que sólo tiene que seguir mejorando en las contrarreloj, que es un corredor completo, en 2004 aún no debutará en el Tour. Quiero que siga cogiendo experiencia. Así que el año que viene se dedicará a las clásicas de la Copa del Mundo y al final, en septiembre, a ganar la Vuelta. Y en 2005, a por el Tour..."

Alejandro Valverde, ayer en la escalada a Montjuïc, en la que fue octavo.
Alejandro Valverde, ayer en la escalada a Montjuïc, en la que fue octavo.RODOLFO MOLINA

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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