_
_
_
_
_
Reportaje:Copa de Maestros

Músculos en el cerebro

Verdasco, Djokovic y Federer sólo explotaron su talento cuando se pusieron en manos de 'gurús' de la preparación física

George Clooney no está en el Torneo de Maestros, pero el tatuaje que recorre el cuello del guardaespaldas que vigila a Fernando Verdasco es como el del actor en Abierto hasta el amanecer, una película de vampiros: gruesas llamas negras camino del cráneo afeitado. El madrileño, que al cierre de esta edición no había terminado su partido contra Roger Federer, observa el sábado al vigilante de su entrenamiento. Él no necesita tatuajes con los que demostrar su fortaleza. Él no depende ya de peinados agresivos para avisar de su fuerza. Verdasco ha llegado a la élite por otro camino: escalando la montaña mágica de Gil Reyes, el preparador físico de Andre Agassi, que ha transformado su mente mientras cambiaba su cuerpo. No es un caso aislado. Novak Djokovic, por ejemplo, confía en un gurú que hizo campeón a un hombre en silla de ruedas. Andy Murray, vencedor de Juan Martín del Potro (6-3, 3-6 y 6-2), en un ex luchador de kick-boxing. Y Federer, que arrancó su carrera etiquetado como irascible genio sin resultados, en el hombre que guió a Marc Rosset, su ídolo juvenil, quizás la única persona a la que respetó lo suficiente como para escucharlo.

"Uno de los grandes cambios", cuenta Vicente Calvo, preparador físico de Verdasco en España, "es que Fernando siempre ha sido un poco temeroso de dar un punto extra en lo físico, de tomar riesgos. Ante pequeños dolores siempre ha respondido con demasiada precaución. A veces ha sido excesivo con eso. Gil le ha vendido bien el trabajo muscular". Desde septiembre, Verdasco, que ha llegado a 95 kilos desde menos de 90, ha estado dos veces en Las Vegas con Reyes. Hay allí un gimnasio en el que trabaja el tren superior y los brazos. También unas rampas míticas en el tenis: la montaña mágica. Por ahí esprintaba Agassi y por ahí esprinta Verdasco, que con Reyes ha descubierto nuevas ideas, capacidad de sufrimiento. "Si Gil dice blanco, es blanco", dice José Verdasco, padre del tenista. "Fer no se abre mucho a la gente en lo técnico. Lo que diga Gil, sin embargo, va a misa. Hay una razón. Lo que él ha dicho se ha cumplido. Y para 2010 nos lo ha dejado claro: 'Darás el salto a los tres primeros".

Hay tenistas que sólo escuchan a los que tienen fama de sabio. Djokovic, intratable este fin de curso, es uno de ellos. Fue un jugador con fama de pusilánime: se retiró de Australia 2009, de Roland Garros 2006, Wimbledon 2007 o la Davis 2008. Ahora, cumplida la promesa de aguantar el ritmo de Nadal sobre arcilla, luce poderosa armadura, es el que más encuentros acumula (94) y no abandona. ¿Qué ha pasado? Gebhard Phil-Gritsch. Gritsch fue el hombre que cuando a Thomas Muster le atropelló un coche, se lo llevó a una pista aún sobre la silla de ruedas y consiguió que se ganara el apodo de "animal" y un gran título (Roland Garros). "Tengo más aire en la pista. El tempo del tenis sube y sube. Tuve dificultades en el pasado. Y ahora...".

Ahora es uno más que abre la mente mientras trabaja el cuerpo. Ahí está Murray impulsado por Jez Green, un rapado al que eligió porque tenía tres costillas rotas por el kick-boxing; un programa con sesiones de 90 minutos practicando yoga bikram a 40 grados; y obsesión por las pesas y las concentraciones en pistas de atletismo con calores tropicales. Ahí está Federer, que no ganó un grande hasta que trabajó con Pierre Paganini. Y ahí está Nadal, que ayer llegó al torneo al mediodía, bien serio. Hizo lo de siempre: entrenarse y apuntarlo todo por recomendación de Joan Forcades. Nadal tampoco lleva tatuajes. Su fuerza nace y muere en otro sitio: en el trabajo que ha hecho de su cerebro un arma.

La jornada (La 2 y Teledeporte): Rafael Nadal-Robin Soderling (15.15) y Novak Djokovic-Nikolay Davydenko (21.45).

El británico Andy Murray devuelve la bola al argentino Juan Martín del Potro.
El británico Andy Murray devuelve la bola al argentino Juan Martín del Potro.AFP

Nadal contra su 'amigo' Soderling

La grada celebró cada punto con un rugido: Robin Soderling terminó este verano con la imbatibilidad de Rafael Nadal en Roland Garros. Hoy (15.15 horas) vuelven a encontrarse. Dos frases definen al sueco, perdedor contra el español en un tenso partido extendido durante cinco días por la lluvia en Wimbledon 2007. "Estoy aquí para jugar, no para hacer amigos", dijo tras eliminar a Nadal en París. "¡Me tocó el lagarto!", se lamentan quienes juegan bajo techo con el sueco de angulada cara. Soderling es un destructor de esquema básico: saque y derecha pesada. Su relación con Nadal parece irrecuperable.

¿Qué puede esperar Nadal? "Un partido durísimo para él", opinó Andy Murray. "Las estadísticas [81 victorias y 32 derrotas] dicen que Soderling es de los mejores en pista cubierta".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_