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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | NBA
Columna
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Odio a los Lakers, pero son los más divertidos

Hay veces en la vida de una persona en las que se hace necesario reconocer lo evidente, aunque resulte desagradable. Cuando lean estas líneas, estaré llegando a Los Ángeles después de cruzar todo Estados Unidos para llevar a mi hermano pequeño desde mi casa, en Kansas City, hasta la suya, en California. Mi hermano ha vivido cuatro años conmigo y es, sin lugar a dudas, mi mejor amigo. Me da miedo que se mude. Denota el fin de una era. Es muy posible que nunca volvamos a estar así de cerca, desde la perspectiva tanto de nuestra proximidad como de nuestra relación.

Uno de los equipos con los que mi hermano compartirá hogar, los Lakers de Los Ángeles, suscita unos debates parecidos sobre lo inevitable. Aunque bien es cierto que estos debates son mucho más frívolos y mucho menos desgarradores. Podría decirse que los Lakers son el mejor equipo de baloncesto que hay. Me resulta difícil poner por escrito dicha afirmación, principalmente porque odio a los Lakers casi tanto como odio la remolacha, la salmonelosis o golpearme el dedo del pie con la cómoda en mitad de la noche.

Son los mejores, aunque no disfruté cuando estuve con ellos. No soportaba a Bryant, y Jackson me parecía pedante

Mi aversión por los Lakers tiene una base histórica. De pequeño, crecí siendo fan de los Celtics y a uno no pueden gustarle los Celtics y no odiar a los Lakers. Del mismo modo que a una persona le gusta o Bud Lite o Miller Lite (imaginaos Estrella contra San Miguel), a uno no le pueden gustar Boston y Los Ángeles.

La opinión negativa que tenía de pequeño se vio acrecentada por el tiempo que pasé trabajando para los Lakers. Como describía en detalle en mi libro, no disfruté mucho mi breve periodo con el equipo. No soportaba a Kobe Bryant, pensaba que Phil Jackson era un pedante y el director de equipamiento no me dejó quedarme con mi camiseta (aunque debería darle las gracias por darme la idea para el título de dicho libro: Puedo mantener mi camiseta).

Por tanto, me duele en el alma admitir que los Lakers no sólo son el mejor equipo de baloncesto que hay, sino que, además, es uno de los pocos a los que siempre es divertido ver jugar. Kobe Bryant es un jugador de baloncesto realmente bueno. (¡El premio a la mayor obviedad del año va para... mí!). Pero también ha madurado. Al menos, en la cancha. De vez en cuando, pasa la bola y parece que quiere que mejoren sus compañeros de equipo a pesar de que en ocasiones les eche esa mirada de Odio que estés en la cancha conmigo y sigas consumiendo oxígeno.

Los Lakers también le pagan el sueldo a ese Gasol que quizás os suene a algunos. Sorprendentemente, también es muy bueno. Digo que me sorprende sólo porque, antes, los estadounidenses nunca podíamos verle jugar. Los Grizzlies de Memphis no suelen salir en la tele. De hecho, apostaría a que, en los últimos cinco años, un fan podría haber visto diez veces más partidos de los Grizzlies en España que en Kansas. Perdonadnos si hemos tardado en darnos cuenta de lo bueno que es. (¡Oye, tú, el oficinista al que le mola Gasol! ¡No te emociones, que sólo voy a dedicarle un párrafo! Si escribiera más, pensaríais que hago la pelota a mi público español).

Y luego están los demás jugadores: Fisher, Ariza, Walton, Vujacic, Bynum, Odom, Farmar... He de admitir que es un buen elenco que se vuelve aún más impresionante por la presencia de mi jugador de baloncesto vivo favorito: Vladimir Radmanovic. Sí, puedo tener un jugador de baloncesto vivo favorito aunque esté yo como jugador de baloncesto vivo.

Por mucho que me duela admitirlo, los Lakers van a... ejem... probablemente... mmm... quizás... ganarlo todo.

Ya lo he escrito. Es un progreso, pero pequeñito. El hecho de que mi hermano se vaya para siempre y que nuestros días como compañeros de fatigas sean historia sí que me va a llevar un tiempo.

Al menos, podré ir a los partidos de los Lakers cuando vaya a visitarlo.

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