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FÚTBOL - COPA DE LA UEFA

El Celta ilumina Anfield Road

El equipo de Víctor Fernández venció nuevamente al Liverpool con un fútbol magnífico

Xosé Hermida

El Celta hizo aún más historia en Inglaterra. Esta vez fue en Liverpool. En la cuna del fútbol, después de haber dejado en la cuneta al Aston Villa, hizo lo mismo con el más clásico equipo de los últimos tiempos. Y ganó, no sólo sacó adelante la eliminatoria. Y con un fútbol exquisito, demoledor. Iluminó Anfield Road.El Celta de Víctor Fernández es un equipo ya para recordar. Aunque en su modestia aún piensa que este sueño se puede acabar, que aspirar a empresas mayores es una quimera, la realidad es que cada partido importante que pasa, aquellos que hacen grandes a los clubes, demuestra un peso específico asombroso. Anoche jugó en Anfield Road como si un conjunto curtido en mil batallas se tratara. No dio respiro al Liverpool. Aunque el equipo inglés está en horas bajas, su peligro siempre está ahí. El orgullo del fútbol inglés y de sus historia es una cuestión que no se puede obviar nunca. Pero el Celta se mostró como un veterano. Cerró los caminos del Liverpool desde muy atrás con líneas de contención que sólo un cuadro armado, que juega como un motor perfectamente ensamblado, puede llevar a cabo. Y una vez dominado el rival, maniatado al máximo, se permitió salir al contraataque con un peligro cada vez mayor.

El Liverpool, como era de esperar, resultó especialmente peligroso en los comienzo de ambos tiempos. Pero el Celta no le dejó maniobrar. Los centros de la impotencia al área también resultaron inútiles. El guardameta Dutruel estuvo muy seguro. La gran estrella, Michael Owen, tampoco pudo encontrar huecos para alguna de sus genialidades. La genialidad vino de Revivo. El israelí marcó el gol de Raúl en la Copa Intercontinental. No fueron tan ajustados sus regates, ni tampoco su control anterior, pues tuvo más margen para la jugada. Pero la calidad fue igualmente enorme. Vio que no tenía compañeros claros a los que pasar y decidió lo mejor. Con la valentía de los buenos jugadores apostó por la acción individual,. El Celta también tiene estos arrestos en unos tiempos de valor infinito. Quebró a un defensa, luego a otro y cuando se vio suficientemente centrado en el área lanzó un disparo tremendo, seguro, cruzado, que batió irremisiblemente a James.

Era el gol definitivo, el que obligaba ya a subir una montaña al Liverpool y que sentenciaba la eliminatoria. Marcar tres goles para igualarla y cuatro para superarla se antojaba un milagro. Y los milagros cuando se juega bien al fútbol casi nunca se producen. El Celta aguantó algunas arremetidas del Liverpool que eran más de rabia que otra cosa, e incluso tuvo más ocasiones para aumentar el resultado.

No era el mejor Liverpool de los últimos años, ni siquiera el mejor de las últimas semanas porque la faltaban jugadores básicos, pero una victoria así corona al equipo que la consigue. Ganar en Anfield no está al alcance de cualquiera, como podría atestiguar tantos equipos europeos que han vivido un infierno entre las venerables gradas de este mítico estadio. Y, sin embargo, el Celta tampoco falló esta vez. Vivió con ciertos agobios el inicio del partido y tardó en encontrar el hilo de su juego ante un rival que salió a todo trapo, dispuesto a empujar con lo que fuese para mantener su maltrecho prestigio. El Celta fue serenándose según avanzaba la noche y cuando tuvo al Liverpool maduro le remató con un fantástico gol de Revivo. El final del encuentro costaba creerlo: el Celta bailando a los reds y tirando una ocasión tras otra entre el delirio de un millar de gallegos.

Temor

El partido se descorchó del modo más impredecible, con una jugada que pudo permitir al Celta apuntalar la sólida ventaja obtenida en Balaídos. El Liverpool, en su ansiedad por intimidar al visitante con la colaboración de la rugiente multitud de Anfield, perdió un balón en el medio campo y Sánchez se encontró con veinte metros por delante sin ningún defensor rojo. Sánchez se plantó ante James, con toda la grada de The Kap ( la más ruidosa del estadio) temblando de miedo. Probablemente el temor fue compartido, porque el delantero español tiró con dureza pero excesivamente centrado y James desvió a córner entre suspiros de alivio.La acción, lejos de cohibir al Liverpool, le lanzó a una frenética ofensiva, como queriendo dejar clara la jerarquía que se le supone a los reds. Los británicos ni se preocuparon de elaborar el juego en la clásica oleada inicial con que suelen recibir en sus estadios a los visitantes extranjeros. Con una presión febril, ahogaron los intentos del Celta por conducir el partido hacia un ritmo más pausado y se fueron arriba sin reparar en medios: pelotazos, carreras, disparos lejanos, centros...Todo muy taquicárdico y muy peligroso para el Celta. Al Liverpool no le importaba transformar el partido en una confusa y constante acometida si con ello lograba destrozar los nervios de su adversario.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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