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BALONCESTO

El Madrid se entretuvo con Il Messaggero

Luis Gómez

Dicen que Il Messaggero es el equipo más rico de Europa y es posible que sea cierto a la vista de la fortuna que acompaña a la familia Gardini, propietaria de dicho club. Pero no es suficiente ser el más rico para ser el mejor, aunque todo el mundo simplifique el caso Berlusconi en el Milán. Ayer, Il Mesaggero, nuevo rico al fin y al cabo, buscó compararse con una institución tan laureada como es el Real Madrid, en el papel de rancio aristócrata Trató de enseñarle esas nuevas adquisiciones que evidencian su opulencia, su perla negra (Shaw) y su elegante berlina (Ferry). Pero el Madrid ni siquiera le dedicó una sonrisa disciplente.Il Messaggero resultó un cómodo rival para un Real Madrid dispuesto a divertir. Y el encuentro, anticipo de lo que podría significar una Liga europea, terminó muy pronto siendo un fiasco. Danny Ferry, por ejemplo, la gran esperanza blanca, el sucesor de Larry Bird, entrevistado hasta la saciedad a su llegada a Madrid, comenzó el partido inaugurando el primer triple en la primera jugada. Es lo mismo que haría un jugador valorado en más de un millón de dólares. La pena fue que su segunda canasta llegó 17 minutos después. A su lado, el voluntarioso Cargol le anulaba sin paliativos y le sobraba tiempo para intentar el lucimiento.

Tras esta comparación, el público se quedó naturalmente decepcionado con la fama del equipo italiano y sus joyas. A los 11 minutos, la diferencia en el marcador era de 10 tantos (30-20); a los 17, era de 20 (49-29) y al minuto cinco de la reanudación era de 30 (71-41).

Por tanto, huelga decir que no hubo partido, pero sí afortunadamente para el público algunos rasgos de exhibicionismo, todos ellos protagonizados por el propio Real Madrid. Lo cual quiere decir que el viejo aristócrata, como suele suceder en algunas celebraciones de alto copete, se convirtió en el verdadero rey de la fiesta, en el personaje más atractivo.

Entre las acciones más sobresalientes hubo una sorprendente por inesperada, que obligó al respetable a ponerse de pie. La protagonizó Romay. Sí, Romay, un jugador que parece regañado con la espectacularidad, tomó la pelota, la botó, dio un paso y saltó hacia la canasta desde una distancia muy lejana. Romay, a quien la ley de la gravedad le pasa alguna mala jugada de vez en cuando, pareció volar y hasta sostenerse en el aire. Con elegancia, otra cualidad que no le encuentran ni sus más entusiastas, mostró la pelota, y la depósito con tino y fiereza en el aro. Todo lo hizo con una mano. Y lo hizo él solo. Público y compañeros coincidieron en una unánime ovación, probablemente la más larga y sonada que haya recibido nunca en su carrera profesional.

Exhibiciones hubo algunas más. Detalles de Anderson en las entradas a canasta, ganchos de Fernando Martín y prácticas de tiro de su hermano Antonio, quien se permitió el lujo de intentar, y conseguir, un triple. Todo ello con Il Messaggero enfrente, con el equipo más rico de Europa, con el club que entró en la sede de la NBA como una caprichosa mujer en una boutique, comprando sin mirar la etiqueta. Posiblemente, la familia Gardini -que se llegó a plantear una oferta al propio Kareem Abdul Jabbar- no pudo hacer más. Por falta de dinero no hubiera sido.

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