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El Madrid no pudo reconquistar París

La reconquista de París no fue posible. A nueve minutos del final del partido, el Real Madrid perdió la Copa de Europa en el Parque de los Príncipes, nueva versión de aquel estadio en el que logró iniciar la historia de las competiciones continentales en 1956. No fue posible esta vez. El Madrid capaz de las grandes reacciones no pudo en esta ocasión cumplir su objetivo. El Liverpool fue, dicho en términos boxísticos. un campeón a los puntos. No hubo superioridad manifiesta por parte de los ingleses pero en el cómputo total contrajeron mayores méritos. El Madrid, que se superó a sí mismo a lo largo de las diversas eliminatorias, no tuvo el punch necesario para hacer besar el tapiz a su adversario.En el primer tiempo no tuvimos campeón. El juego de ambos conjuntos he, fue el de los aspirantes al título europeo. El Madrid comenzó muy nervioso y sólo la complacencia del árbitro le eximió de algún tarjetazo. Tardó en serenarse y ello propició un mayor dominio del terreno de juego por parte de los ingleses.

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Sin embargo, tampoco éstos se acercaron con excesivo peligro al área de Agustín. En los primeros diez minutos no hubo un sólo disparo a puerta. Había mucho más precaución que alegría.

El Madrid, como estaba previsto, destinó a Camacho labores de marcaje en el centro del campo, en persecución de Souness. Atrás quedaron para funciones de achique Cortés, Sabido y Navajas. Mientras el central y el libero resolvieron con acierto sus papeletas, Cortés tuvo constantes problemas con Dalglish, al que no logró sujetar con acierto más que en un par de ocasiones. Agustín, de quien se ternían sus primeros quince minutos, respondió con eficacia en los iriornentos en que tras el primer cuarto de hora se precisaron sus servicios. Un tiro durísimo desde el borde del área de Dalglish tuvo que detenerlo en dos tiempos. pero en los centros por alto se mostró autoritario.

A partir del primer cuarto de hora, el Madrid logró estirarse un poco, a pesar de que no encontró el modo de llegar ante Clemence con una ventaja. Juanito se escondió en la línea media, y solamente apuntó algo en un par de pases. Su retraso has ta la demarcación de Del Bosque no favoreció el contraataque. Entre otras cosas, pqrque delante solamente se encontraron siempre Santillana y Cunningham. El refuerzo lo encontraron ambos en las incursiones que realizó por la banda derecha, que no es precisamente la suya natural, Camacho. Stielike. que se dedicó fundamentalmente al seguimiento de Lee, se encontró rezagado y constreñido a la banda izquierda que tampoco es la suya. El Madrid dio en algunos momentos la sensación de que estaba realizando el partido al revés.

En esta contravención de las normas habituales, solamente le resultó positiva al Madrid la coloción de Cunningham en la banda derecha, en la que desbordó con alguna facilidad a Alan Kennedy Pero las correrías del moreno tam poco pudieron fructificar, porque no encontró compañeros que le apoyasen. Santillana, por otra par te, estuvo siempre muy marcado porThompson.

El Madrid quiso imponer en el juego unos marcajes rígidos, pero los británicos únicamente buscaron al hombre en el centro del terreno. Su defensa marcó por zonas. y no permutó a sus laterales en la búsqueda de Juanito y Cunningham. El jamaicano se encontró siempre a un hombre al lado, pero al de Fuengirola le dejaron actuar libremente. Los defensores ingleses se limitaron a esperarle. Neil, siempre que le correspondió marcar a Juanito pudo subir al ataque con evidente peligro, porque llegó suelto al no tener quien le persiguiera. Lo mismo puede decirse del afortunado autor del gol.

El Madrid quiso trenzar en demasía elluego. Los continuos pases horizontales proporcionaron lentitud a los avances y, consiguientemente, ventaja a los británicos para situarse adecuadamente. Del Bosque fue el único que envió el balón con largueza y quien jugó más inteligentemente. En medio de ciertas inseguridades, Del Bosque fue un oasis de clarividencia. En el segundo tiempo, y sobre la marcha, le hizo un túnel a un contrario que le proporcionó una gran ovación.

El juego cambió radicalmente en el segundo período. Los dos conjuntos salieron a disputar los minutos decisorios con más fe que en los anteriores. La hinchada del Liverpool se comió a la madridista, y sus jugadores, espoleados por la algarabía de los cánticos, se dispusieron a adjudicarse el triunfo. La mayor vivacidad británica animó el juego, y de la mediocridad del tiempo anterior se pasó a situaciones de compromiso, que hicieron pensar que la balanza iba a desnivelarse decididamente en contra del Madrid.

El presing de los ingleses comenzó a ceder a medida que pasaron los minutos, y el juego volvió a decaer. Juanito, que pareció cansado de tantas correrías estériles, se quedó un poco más adelantado, y gracias a ello llegaron dos córneres, el primero de los cuales fue inútil, porque el balón salió fuera antes de llegar al área, y el segundo propició una confusa situación en la que Sabido y Santillana intentaron el remate y se molestaron mutuamente.

El Liverpool, equipo mucho más veterano que el Madrid, llegó al cuarto de hora final con evidentes síntomas de cansancio. Ambos equipos bajaron la guardia y amenzaron con la prórroga. Pero la premonición no pudo cumplirse, porque cuando parecía que ambos conjuntos comenzaban a guardar sus fuerzas para la prolongación. llegó el fallo de García Cortés, que propició el gol de Alan Kennedy.

En los minutos finales hubo una pequeña lucha a la desesperada, pero el Liverpool, con la ventaja, se creció más, y hasta estuvo a punto de lograr un nuevo tanto, que fue evitado por Agustín en dos paradas consecutivas. La reconquista de París no se produjo.

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