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Reportaje:Tenis | Final de Roland Garros

Cuando Rafa hacía magia

Toni Nadal, tío y entrenador del tenista, se hacía pasar por un ilusionista capaz de conseguir que lloviera si un partido se le complicaba

Si alguien le pregunta a Toni Nadal si la relación que mantiene con su sobrino Rafael es de confianza total, su respuesta es sorprendente. "No", contesta secamente. "No hay una confianza ciega hacia mí. Sólo faltaría. También él tiene dudas, y me parece bien". Sin embargo, parece evidente que toda la carrera del campeón de Roland Garros se ha estructurado en base a la estrecha relación familiar que siempre han mantenido los padres del jugador con sus hermanos y sus padres, por un lado, y en una situación de confianza absoluta entre Rafael y Toni, que siempre le ha dirigido técnicamente.

"Eso es cierto", reconoce Toni, mientras Carlos Costa, representante de Rafael, asiente y explica que el ya bicampeón de Roland Garros sigue creyendo en su tío. "He intentado que siempre pensara por sí mismo. Si yo le digo una cosa, Carlos otra y recibe otras informaciones, lo lógico es que tenga dudas y tome decisiones". Sin embargo, el propio Costa asegura: "Es evidente que ahora no es lo mismo que cuando era pequeño, pero se lo cree igual. Es decir, si ahora Toni le dice tírate de un quinto piso, él le responderá: 'Hombre, ¿y si lo hago desde el primero?'. Y entonces consensuarán que sea del segundo".

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De pequeño era otra cosa. Rafa fue el primer niño de la familia y todo el mundo le adoraba. Toni creó un mundo de magia a su alrededor y le hacía creer incluso que tenía poderes para conseguir todo lo que quisiera. Lo hacía siempre con la connivencia del resto de la familia. Hasta el punto de que conseguía que su sobrino, Rafael, se creyera que era invisible. "Entonces, Rafael se iba hacia su padre y le hacía pam i pipa

[poner la mano extendida sobre la nariz y moverla como burlándose de alguien]. Y Sebastián

miraba hacia otro lado y preguntaba: ¿Pero dónde está Rafael? La verdad es que fueron unos años inolvidables y que fortalecieron la relación de Rafael tanto conmigo como con todos mis hermanos".

Las anécdotas de aquella época son mil. En ocasiones, iban a la playa y Toni simulaba que él se desplazaría en bicicleta. Entonces corría hacia el coche y llegaba el primero, y cuando aparecían los demás, le veían aparcando la bicicleta. "Rafael alucinaba. Le hice creer incluso que había ganado cinco Tours de Francia". Pero una de las mejores historias fue la de Nadali, el nombre de guerra con que Toni Nadal era supuestamente conocido en la Liga italiana de fútbol, donde era uno de los mejores jugadores. "La cosa adquirió tal consistencia", explica Toni, "que siempre que jugábamos al fútbol Rafael, mi hermano Miquel Àngel y yo en el garage de nuestra casa, Rafael me elegía a mí como compañero, porque estaba convencido de que era mucho mejor que Miquel Àngel, que jugaba en el Barça".

Para concluir aquella historia de futbolista, Toni se inventó que tuvo muchas lesiones y que, al final, le silbaban en cada partido. "Todo concluyó", le explicó un día a Rafael, "cuando antes de un partido, salía del túnel y vi una pancarta que ponía: 'Nadali te queremos...'. No podía ver el final y aquello me animó. Pero cuando salí al campo, comprobé que decía '... te queremos matar'. Y entonces ya decidí dejarlo". Sin embargo, años después, cuando le hicieron un homenaje a Miquel Àngel en Mallorca, Toni se puso de acuerdo con Txiki Begiristain para que le siguiera el juego. Con Rafael sentado delante, Txiki se dirigió a Toni y le dijo: "Hombre, Nadali, ¿cómo va todo?, ¿todavía juegas?". Rafa se quedó impactado.

Una de las historias más divertidas se produjo cuando Rafael tenía siete años y empezaba ya a jugar torneos de tenis. "Fue en uno de sus primeros partidos", cuenta Toni. "Rafael se enfrentaba a un chico de 12 años, que le superaba en todo. Estaba un poco asustado. Pero ví que el día estaba muy nublado y le dije: 'no te preocupes; si veo que la cosa se complica mucho haré que llueva y así nos vamos a casa y no pasa nada'. El partido comenzó muy mal: 3-0 en contra. Pero luego, Rafael comenzó a correr de un lado a otro y remontó hasta el 3-2. Y apareció la lluvia. Nos refugiamos en un porche. Y Rafael vino hacia allí y al oído, sin que nadie le oyera, me dijo: 'me parece que puedes parar la lluvia, porque creo que le puedo ganar'. No sabía cómo aguantarme la risa. Lógicamente, siguió lloviendo y el partido se acabó otro día. Lo perdió 7-5 en el tercer set".

Otra vez, ya un poco mayor, Toni y Rafael estaban viendo en la televisión un partido de tenis en diferido en el que el checo Ivan Lendl se había retirado. "Yo lo sabía, pero él no", relata Toni. "Y a medida que se acercaba el momento, le decía a Rafael: 'Si no espabila voy a hacer que se retire'. Él me miraba asustado y me respondía que no, que le dejara acabar el partido. 'Nada, nada. Ya me ha hecho enfadar. Que se retire'. Y lo hacía. Rafael, que ya era un poco fantasioso, se lo creía".

Todas esas historias fueron dando un ascendente a Toni sobre su sobrino que le permitió no sólo ser muy exigente -"tal vez demasiado"- en su etapa de base, e irlo puliendo como jugador de tenis hasta convertirle en campeón de Roland Garros por primera vez el año pasado y por segunda vez ayer. "La exigencia en los entrenamientos, en la atención, en la conducta personal la mantuvimos hasta hace dos años. Ahora Rafa ya anda solo, y toma sus propias decisiones. Y es lo normal. No sé cómo evolucionará todo esto", va concluyendo Toni Nadal. "La relación se va quemando con el paso de los años, surgen dudas. No sé cuánto durará todo eso, ni si Rafael necesitará otra cosa. Por el momento, seguiremos igual. Tampoco nos ha ido tan mal, ¿no?".

Rafa Nadal, en su época infantil, recoge un trofeo junto a su tío Miquel Àngel, ex futbolista.
Rafa Nadal, en su época infantil, recoge un trofeo junto a su tío Miquel Àngel, ex futbolista.
Nadal, con la bandera española junto a Àlex Corretja en la final de la Copa Davis en 2000. A la derecha, felicitado ayer por los duques de Palma.
Nadal, con la bandera española junto a Àlex Corretja en la final de la Copa Davis en 2000. A la derecha, felicitado ayer por los duques de Palma.V. GIMÉNEZ / EFE

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