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LIGA DE CAMPEONES

Robben no puede contra todos

El extremo holandés zarandeó al adversario pero no lo remató, falto de apoyos

Robben como epicentro. Así lo entendió desde el principio el extremo del Bayern, que ya en el calentamiento del Bernabéu regaló a los ojos del espectador un sublime ejercicio técnico, con toques y más toques, sólo posible para los más privilegiados, recordatorio ?sin música? del ya mítico calentamiento de Maradona con el Nápoles cuando atronaba Live is life. Durante el partido no resultó muy distinto, siempre incisivo Robben, con unas carreras sensacionales, con unos requiebros espectaculares y una fiabilidad extrema. Le faltó, en cualquier caso, la puntilla, la definición en el disparo.

Y le sobraron los absorbentes guantes de Julio César, que atajaron sus disparos envenenados. Robben, abatido, exprimido, acabó el partido con los brazos caídos, sólo en el campo, de rodillas sobre el césped. Un reflejo de lo que le ocurrió durante los 90 minutos, falto de apoyos y de movimientos en las posiciones avanzadas.

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Chivu, defensa encargado de atar a Robben en el arranque, resopló ya en la primera jugada del encuentro. Salió el extremo del Bayern con un recorte hacia fuera, lanzó un terrorífico sprint, siempre pegado a la banda derecha, y pisó la línea de fondo para buscar un rematador. No lo encontró, tónica invariable del partido. Imparable, Arjen siguió con su recital, siempre explicado por la velocidad punta de sus piernas, y rompió en infinidad de ocasiones a Chivu, que se marchó del campo con las venas hinchadas, la cara roja ?quizá por el esfuerzo; quizá por la vergüenza? y las botas desgastadas de tanto correr. Mourinho le dio unas palmadas paternales y reconfortantes, signo de elogio a su rival.

Robben, sin embargo, torció el gesto. Le pusieron como nueva lapa a Zanetti, menos impulsivo, más atento a su salida natural, siempre hacia dentro porque de esa forma atiende a los movimientos del pasillo interior y porque puede lanzar zapatazos sin problemas. Así lo hizo en seis ocasiones. Pero, con la mirilla desviada, lanzó todos los remates menos uno fuera del marco o a las espaldas de los zagueros del Inter, que salían al paso con el cuerpo, el corazón y la convicción de que, de superarles, respondería Julio César.

No se equivocaron. Resulta que el portero, en una parada memorable, estiró su cuerpo hasta el infinito y se sacó una mano cambiada, cuando la pelota enfilaba la escuadra, que desbarató el gol. Robben, de nuevo, miró al cielo, peleado con sus dioses porque no le dieron el premio que tanto demandaba. Una sana obsesión.

El único respiro que se dio Robben durante el partido lo provocó Mourinho, que atrapó una pelota cuando ya había salido del campo e impidió un contragolpe del Bayern. El futbolista holandés, lejos de enfadarse y poco dado a sacar los saques de banda ?jugó con un vendaje en el brazo izquierdo?, participó de la comedia y se rió junto a Mou, que, sin embargo, no soltó el balón hasta que sus defensas se recolocaron. Un parón, una distracción, un oasis. Robben sólo miraba hacia delante, hacia la pequeña portería de Julio César.

Terco y pertinaz, el extremo persiguió un gol que avivara el duelo, redujera distancias o desmoronara al rival. No lo consiguió, por más que rompiera por dentro o por fuera. Entre otras cosas, porque los jugadores neroazzurri tiraron de veteranía, especialistas en sacar la pata para trastabillarle. Seis faltas recibió Robben y seis faltas lanzó desde el vértice del área. Pero su pie, anoche, estaba doblado. No ayudaron Olic, Müller y Klose, que apenas le lanzaron desmarques, siempre pendientes en proteger el balón y perezosos a generar huecos con los movimientos. Tampoco le echó un cable el lateral derecho Lahm, reacio a cruzar la medular, que sólo le desdobló y le aligeró de la presión rival en una ocasión. Solo, sin más ayudas que las que destilaban sus brillantes y amarillas botas, Robben se desfondó. Fue una vía de escape para el Bayern pero fue la única. Su mirada, perdida pero sin lágrimas que la recubrieran, fue expresiva al final del encuentro. No le interesaba cómo celebraba el éxito el Inter. Le preocupaba no haber logrado el triplete, no coronarse en Europa, como se prometió a sí mismo el día que, en clase, recibió un mensaje de móvil del entrenador del Groningen (Jan van Dijk), que le convocaba con el primer equipo.

Acabado el encuentro, tras digerir la soledad del envite, los jugadores del Inter y los del Bayern le abrazaron. Muchas manos y pocos pies. Robben no pudo contra todos.

Arjen Robben, durante la final de 'Champions' ante el Inter.
Arjen Robben, durante la final de 'Champions' ante el Inter.AP

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