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UN TOQUE | Alemania 2006
Columna
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Salir de novios

Louis Van Gaal nos dijo un día, durante una reunión en el vestuario del Barcelona, que antes los niños eran más felices porque no tenían que escoger. Como sólo tenían una cosa, no había elección posible. Seguía diciendo el entrenador holandés que ahora los niños lo tienen más difícil. Deben decidir qué escoger entre las miles de cosas que tienen. Después de cenar, puedes ir al cine, a ver la película de David Trueba Bienvenido a casa o ir a ver cualquier otra cosa.

Ricardo Lavolpe, argentino él y seleccionador mexicano, ha escogido que su defensa salga jugando. No que empiece jugando, que es otra cosa. Para Ricardo Lavolpe, empezar jugando es pasarse la pelota entre los defensas, sin mucha intención, para pasar la pelota algunas veces y lanzarla, la mayoría de las veces. Pero Lavolpe obliga a otra cosa. Obliga a salir jugando, que no es otra cosa que jugadores y pelota avancen juntos, al mismo tiempo. Si lo hace uno solo no hay premio, no vale. Han de hacerlo juntos. Como lo hacen los novios cuando salen juntos.

Me contaron cuando estuve en México que Ricardo Lavolpe, de manera intervencionista y conductista, obliga, en los entrenamientos, durante 30 minutos, a que sus defensores avancen, ellos y la pelota, una y otra vez. Al más mínimo error en un pase, o no ensanchar el campo estirándolo como si fuera una goma hasta las líneas de banda, o no jugar con el portero cuando se debía jugar, repito al más mínimo error, vuelta a empezar. Para, corrige, grita y vuelta a empezar. Una y otra vez. Cientos de veces hasta que sus tres defensores hagan de novios durante 30 minutos. Ellos y la pelota.

En el partido frente a Irán, Márquez, Osorio y Salcido, ejercieron de alumnos aventajados. Los tres son maravillosos generando juego. Me viene a la memoria que un día, escuchando a Johan Cruyff, contaba que los jugadores más importantes para que un equipo juegue bien con la pelota en su poder, son sus defensores. Si sales bien, puedes llegar a jugar bien; si no lo haces, no hay opción. Johan cree que aquello que equilibra el juego es la pelota. Pierde muchas, y serás un equipo desequilibrado. Pierde pocas, y será todo equilibrio.

Los mexicanos, viviendo sus defensas de esta manera, saben el riesgo que corren. Una pérdida allí por donde se mueven puede ser terrible. Pero no sólo lo saben ellos. Lo sabe todo el mundo. Por eso todo el mundo evita hacer lo mismo que los mexicanos. El mundo escoge una manera, los mexicanos otra. Unos empiezan, otros salen.

Durante la primera parte del partido ante Irán, los mexicanos tuvieron problemas porque sus delanteros (Franco, Borgetti y Omar Bravo) jugaron un partido mientras que los otros ocho componentes del equipo jugaban otro. Nunca pudieron hacer un poco de tránsito por el centro. En el descanso, Lavolpe dio entrada a Zinha y a Luis Pérez. El primero desequilibró y decidió. El segundo, en un equipo donde les gusta a todos conducir mucho con el balón en los pies, les dio control y pase. Dos toques.

Cierto es que ganaron por un error del portero iraní. Pero también es cierto, que sólo le podía pasar al portero iraní. Era imposible que Oswaldo, el portero mexicano, incurriera en semejante error porque nunca le llegaron. En parte, porque Lavolpe mientras era portero en sus años mozos, tuvo tiempo entre gol y gol recibido, de ver como empezaba su defensa a jugar. Allí, según cuentan, empezó a decidir que un día entrenaría a una selección mundialista. En aquellos tiempos no sabía cual. Sólo sabía que su defensa saldría jugando. Como los novios que escogen salir y deciden ir a ver la película de David Trueba.

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