_
_
_
_
_
ÁREA DE META
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

San Sátiro y las falsas ilusiones

Andoni Zubizarreta

Está en Milán, cerca de la Via Torino, no es una iglesia como el Duomo, ¡qué va!, como el Duomo hay pocas cosas en el mundo, pero en esta pequeña iglesia se venera a San Sátiro. Curiosa advocación que viene acompañada de un hermoso edificio donde uno encuentra algunas claves del partido de anoche entre Inter y Barça. No es que uno quiera dárselas de sabio, pero si acuden a este monumento milanés descubrirán en su altar una composición de Bramante que compone un efecto óptico maravilloso, profundo, mágico. Parece una cosa y es otra diferente, parece profundo y es superficial. Un lugar especial donde reflexionar sobre este partido, un lugar hermoso para quedarse un rato, solo, lejos del bullicio de los seguidores blaugranas que ponían una nota de color a la Plaza del Duomo.

Milito tiene una capacidad increíble para convertir cualquier pedrada en una jugada de ataque
Más información
La derrota más cruel

Cuando la pelota se ha puesto en juego, he pensado que lo que pasaba en el césped podría haber sido una composición de un Bramante moderno. Salía el Inter con tres delanteros y donde se podría interpretar que se trataba de un juego ofensivo, resulta que se convertían en los tres primeros defensores del Inter. Por cierto, déjenme darle el espacio que se merece a un delantero que no tiene el glamour de otros, pero que hace que sus compañeros sean mejores: Diego Milito. Es increíble la capacidad del argentino para convertir cualquier despeje, cualquier balón lanzado por sus defensas, en una jugada de ataque, y es increíble la fe que le tienen esos compañeros, que cada vez que la pelota vuela a 20 metros sobre el césped corren a buscar el pase del argentino sabiendo que éste transformará una pedrada en el mejor pase en profundidad.

Conseguía el Barça adelantarse en el marcador y se diría que iba a controlar el encuentro desde la pelota, obligando al Inter a situarse en espacios del terreno de juego que le son muy incómodos, pero era una mera ilusión óptica, ya que los interistas seguían con su plan y los blaugranas no lograban convertir la ventaja en el marcador en ventaja sobre el terreno de juego. Llegaba el empate y el descanso. La pregunta sería si la segunda parte iba a seguir engañándonos o si todo volvería a ser como parecía que era. Poco ha tardado Bramante, quiero decir, el Inter, en cambiar el guión. El Inter se iba a buscar al Barça muy arriba y un robo de balón con contraataque incluido ponía al Barça en desventaja. La cosa se ponía cuesta arriba, complicada, delicada. Un nuevo resbalón podía dejar el asunto casi sentenciado y como lo que va mal puede ir peor, Milito encontraba premio a su trabajo, premio que el asistente podía haber convertido en sólo un susto si hubiera visto fuera de juego en la jugada, pero no, al hombre de la bandera le pareció ver otra cosa y allí se quedaba la eliminatoria casi decidida. Tan casi decidida que los dos equipos han jugado los últimos minutos como si de la vuelta se tratara, como si no quedaran 90 minutos en el Camp Nou la próxima semana, sabiendo que un gol les dejaba cerca de la final, los interistas casi dentro, a los culés a un paso.

Y todo quedó como estaba, con los seguidores del Inter bailando en la grada, soñando con una final del siglo XXI, los culés desgañitándose en su tribuna recordándoles a sus jugadores que se puede. Novecientos kilómetros les quedan para volver a casa, 900 kilómetros que los harán soñando con los goles que les llevarán a la final de Madrid porque si hay un equipo que le ha dado a su afición el derecho a soñar, incluso cuando todo está difícil, ésa es el conjunto culé.

En un lateral de San Sátiro hay una pequeña capilla de San Rita, patrona de los imposibles (o así me lo han contado). Yo me voy a poner una vela... que todo nos hará falta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_