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Reportaje:Ballesteros lucha por su vida

Seve sufre un tumor cerebral

"Quiero ser el mejor en el partido más difícil", dice el golfista cántabro

Carlos Arribas

A Severiano Ballesteros siempre le ha apasionado el ciclismo. Ha admirado a Indurain, ha seguido a Delgado en el Tour y, por lo tanto, seguro que conoce bien la historia de Lance Armstrong, de cómo el estadounidense superó un cáncer, regresó a la vida transformado en un campeón más grande aún. Seguro que la conoce y seguro que la tiene presente en estos momentos en los que, hospitalizado en La Paz, lucha contra un tumor cerebral que amenaza su vida.

"Durante toda mi carrera he sido uno de los mejores salvando obstáculos en los campos de golf", dijo ayer Ballesteros, de 51 años, en un comunicado en el que informaba por primera vez del alcance de la enfermedad que le mantiene internado en el hospital madrileño desde el domingo pasado; "y ahora quiero ser el mejor afrontando el partido más difícil de mi vida".

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Como Armstrong, como todos los grandes campeones, y más aún en su caso, como los sabios, Ballesteros veía un camino, una vía abierta, donde una persona normal sólo apreciaba un obstáculo, un muro infranqueable. Y, por esa capacidad innata para ver una oportunidad de victoria donde los demás sólo empezaban a lamentar su derrota, Ballesteros, que se encuentra lúcido, locuaz y, evidentemente, preocupado, es necesariamente optimista.

Su cabeza genial, excepcional, que le permitía afirmar, y demostrar, que el camino más corto entre el tee y el green no pasaba obligatoriamente por la calle -y ganó un Open Británico, uno de los cinco grandes de su carrera, con un golpe único desde un parking-; su cabezonería y tozudez a la hora de convertirse en profesional de golf jugando de noche, a la luz de la luna, como los maletillas, en el campo prohibido de Pedreña, y salir a los 18 años, sin un duro en el bolsillo, a conquistar el mundo armado de una docena de palos de golf; su forma tan directa y tan poco política de afrontar los problemas y relacionarse con el mundo, entrando en falta muchas veces, sin dar tiempo a respirar al que tenía enfrente -"estás muy gordo", era lo primero que decía a uno al que a lo mejor hacía un año que no saludaba; "tienes que intentar la dieta de la piña"- serán también sus mejores armas en lo que se antoja una lucha desigual contra la enfermedad que le aflige desde hace tiempo y cuyo diagnóstico no ha tenido hasta esta semana.

¿No fue acaso capaz, y aquello sí que parecía una misión imposible, no sólo de lograr que la Copa Ryder dejara de ser un party exclusivo de británicos y norteamericanos, que consideraban el golf propiedad privada, sino también de llevar una edición a España y de hacer que Europa la ganara unas cuantas veces?

Ya en los primeros exámenes médicos a que se sometió el lunes pasado se le detectó un tumor cerebral de un tipo poco usual, compatible con un oligodendroglioma, muy desarrollado, de unos cinco centímetros. El tipo de tratamiento que seguirá para intentar acabar con él -una intervención quirúrgica, quimioterapia, radioterapia- dependerá de los resultados de la biopsia a que se someterá mañana.

El diagnóstico lo conocía el golfista y algunos familiares cercanos desde el primer momento, pero Ballesteros quiso que no trascendiera públicamente -corriendo el riesgo de habladurías y especulaciones estúpidas- hasta haber informado personalmente a dos de sus tres hijos, que no se encontraban en España, y a la madre de ellos, Carmen Botín, de la que se divorció hace años.

Una de las pocas personas que le ha podido visitar en el hospital es su amigo, heredero y colega José María Olazábal, quien también ha pasado por una grave enfermedad y que se encontraba en Madrid disputando un torneo. El sábado por la tarde, después de jugar, Olazábal se pasó media hora charlando con Seve. "Le vi muy bien", dijo el de Hondarribia, el único español, junto a Ballesteros, que ha ganado, y dos veces también, el Masters de Augusta; "lógicamente, preocupado por lo que tiene en la cabeza, pero con mucho ánimo".

A la luz de lo desvelado ayer por el golfista, cobran una explicación lógica su entonces inexplicable accidente de circulación en Somo o su acelerado declive como jugador en el último año; y también a la luz de su desgracia, el sentimiento de compasión ha invadido al mundillo del golf español, del que tan excluido se sentía en los últimos años Ballesteros, quizás castigado por lo que era su mayor activo, su carácter genial.

Severiano Ballesteros, en 2007 durante un torneo de veteranos.
Severiano Ballesteros, en 2007 durante un torneo de veteranos.ASSOCIATED PRESS

"Afronto la situación con fuerza"

Durante toda mi carrera he sido uno de los mejores salvando obstáculos en los campos de golf. Y ahora quiero ser el mejor afrontando el partido más difícil de mi vida, con todas mis fuerzas, contando además con quienes me estáis haciendo llegar mensajes de aliento.

Una vez que he podido informar a mis tres hijos personalmente (dos de ellos no se encontraban en España) y a su madre, ahora os puedo comunicar la enfermedad que padezco.

Después de un chequeo exhaustivo que me ha sido realizado en el Hospital de La Paz (Madrid), se me ha detectado un tumor cerebral. Siempre me he solidarizado con aquellas personas que afrontan enfermedades, incluso mucho mayores que la mía.

Por ello, quiero recordarles que con valor, fe, serenidad, confianza y mucha fuerza mental hemos de afrontar cualquier situación por muy difícil que ésta sea. Ahora mi deseo es pedir respeto para mi familia y especialmente para mis hijos. Os mantendremos informados.

Severiano Ballesteros

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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