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Reportaje:Ida de los cuartos de final de la Copa del Rey

"Soy un tontorrón romántico"

Jiménez, que llegó al Sevilla con un apretón de manos, dice que convirtió un vestuario desilusionado en un equipo en crecimiento

"No queremos dinero. Ustedes me prometen que van a cuidar de la formación y la educación de mi hijo". Un apretón de manos selló el acuerdo. El bético Antonio Manuel Jiménez, humilde tornero de El Arahal, confiaba a su hijo, de 17 años, a la secretaría técnica del Sevilla.

"Se puede llegar siendo de la casa". Ésas fueron las palabras de Manolo Cardo cuando, meses más tarde, le hizo debutar una fría tarde en Valladolid. En un año había pasado de jugar en su pueblo en Regional Preferente a hacerlo en Primera. Casi 400 partidos después, Manolo Jiménez (El Arahal, 1964) dejaba el Sevilla habiendo sido internacional y el jugador que más veces vistió su elástica: "De Wallace aprendí la humildad; de Luis, la importancia de la fe; de Bilardo, la psicología, y de Cantatore, el gusto por el fútbol". En 1998 apuraba sus últimos años en activo en el Jaén, en Segunda: "Un día noto que pierdo el equilibrio y la visión. Empiezan a hacerme pruebas. Me temo lo peor. Son días angustiosos. Al final, dan con el diagnóstico: una disección arterial en el cuello que me había provocado falta de riego cerebral. Inhabilitado para jugar al fútbol".

"De Luis aprendí la fe; de Bilardo, la psicología, y de Cantatore, el gusto por el fútbol"

El cuerpo no responde al deportista. La mente, tampoco. Cae en una profunda depresión. El Jaén le ofrece le secretaría técnica y empieza a salir del pozo. Se hace entrenador y un año después: "Me hice cargo de un equipo infantil del barrio de Sevilla Este. El primer día entré en el vestuario y los niños me miraban con ojos como platos. Esa mañana sólo firmé fotos y camisetas. Quedamos campeones".

En 2000, el Sevilla vive momentos de zozobra deportiva y económica. Monchi, el secretario técnico, le llama para hacerse cargo de un filial destrozado. Jiménez se encuentra con una plantilla de 46 jugadores. Se queda con los imprescindibles y empieza una carrera meteórica en los escalafones inferiores que culmina con el ascenso a Segunda A. De sus manos y de sus entrenamientos de tres horas salen jugadores como Reyes, Antoñito, Puerta, Navas, Kepa, Sergio Ramos y Capel, por citar algunos. Su trabajo no pasa inadvertido y empieza a recibir ofertas: "Nunca me movió el dinero. Ni cuando el Madrid vino por mí siendo jugador. Debo de ser un tontorrón romántico. Monchi y el presidente me dijeron que siempre me veían como una alternativa segura para ser el entrenador de la primera plantilla". En noviembre de 2007, Juande Ramos se marcha al Tottenham. El momento había llegado.

"Entré en un vestuario desilusionado y triste por la muerte de Puerta. Estábamos a tres puntos del descenso y, si seguíamos de rodillas, nos iban a machacar. En dos semanas me hice con la confianza del equipo. La autoridad se gana, no se impone. El entrenador puede ser amigo de los jugadores. Fuimos los mejores de la segunda vuelta y sólo el goal average nos privó de la Champions", recuerda Acabó en la Copa de la UEFA: "Ahora somos un equipo y un club en crecimiento. En la cantera, nuestro ejemplo a seguir es el Athletic. Como equipo, el Barcelona de Cruyff o el de Guardiola". Jiménez ha tenido que reconstruir al equipo sin la salida con el balón de Alves ni la agresividad de Keita y Poulsen: "Los resultados de la primera vuelta no pueden ser mejores, exceptuando el fracaso en la Copa de la UEFA".

"A pesar de todo, las críticas han sido durísimas. Ahora el fútbol es más marketing que deporte. Pero no me preocupa. Mis números y mis resultados están ahí. Quiero marcar una época en el Sevilla", concluye Jiménez.

Manolo Jiménez da instrucciones a sus jugadores.
Manolo Jiménez da instrucciones a sus jugadores.VICENS GIMÉNEZ

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