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Triunfo al 'sprint' de Gutiérrez en Vigo

Carlos Arribas

Alfonso Gutiérrez (Artiach) ganó un sprint para el que no estaba llamado y se impuso en la segunda etapa (La Coruña-Vigo, de 215 kilómetros). El suizo Alex Zülle (ONCE) sigue de líder. El cántabro aprovechó un final a la italiana y se subió a las barbas de los mejores llegadores extranjeros: el uzbeko Yamolidín Abduyapárov (Lampre) y el holandés Jean Paul van Poppel (Lotus). Mientras tanto, todos en la Vuelta se preguntan: ¿puede resistir Zülle?

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Gutiérrez, de 31 años, es un veterano que ha vivido de los errores ajenos. único representante español en la pequeña élite de los velocistas mundiales, falto de equipos que pensaran en prepararle las llegadas, ha sobrevivido con la escuela de la picaresca. Ayer nadie se acordaba de él. "Nosotros no trabajaremos", había dicho su director, Paco Giner; "simplemente, trataremos de estar delante al final". Y en un final llevado equivocadamente por el Lampre de Abduyapárov, Gutiérrez unió la inteligencia a la fuerza. La clave era la última curva.Como una exhalación, atravesó el pelotón Vigo. Los polacos Spruch y Szerszynski (Lampre) guiaban a Abduyapárov. Tomaron por delante el giro postrero, en el centro de una ancha avenida, y no miraron a su derecha. Por allí, a escondidas, Gutiérrez, el ganador de la Vuelta a Aragón, progresaba imparable. Cuando le vio el uzbeko, era demasiado tarde. Abduyapárov se cruzó frenéticamente y cerró el paso a todos en un intento desesperado de pillarle la rueda. Fue inútil. Hasta por su izquierda, siguiendo su propia línea, le superó también Van Poppel.

Las apuestas

"¿Apostamos por Zülle?", se preguntan los especialistas y, a su vez, preguntan a los directores. La respuesta es de consenso, pero menos. Algunos contestan a la defensiva. "Tanto Zülle, tanto Zülle... Parece que se le ha descubierto ahora", dice, molesto, Javier Mínguez, el del Amaya. "¿Es acaso una sorpresa lo que hizo anteayer y que cuente?". Cuando se le retrueca que en qué etapa cree que habrá que tomarle en serio, replica: "Desde ahora". "¿Hasta la subida a Cerler, quizá?", se le insiste: "Si no pasa Cerler, será que es un corredor vulgar".

José Miguel Echávarri, el del Banesto, prefiere la ambigüedad: "A mí me siguen preocupando más el holandés Eric Breukink y el suizo Tony Rominger, pero habrá que vigilarle. La Vuelta se juega día a día. Habrá que esperar a ver qué pasa", advierte.

Los protagonistas se mojan más. "Yo le doy de plazo hasta la contrarreloj de Zaragoza. En Navacerrada seguro que está bien", afirma Pedro Delgado, que se encuentra a 45 segundos de él.

La cuestión se podría enfocar de otra forma. %Puede más la naturaleza que la educación?", duda de los ilustrados. Manolo Sáiz, el conductor del ONCE y mentor de Zülle, apuesta por el control. Para él, que repite constantemente que es un cabezota, Zülle es un volcán al que hay que llevar paso a paso: "No es nuestro líder. Es un hombre joven [24 años, dos de profesional] y tiene que ir poco a poco". Sáiz no tiene miedo de que, como un potro, se le desboque: "Va a disputar 15 días y veremos si rinde. Si hace más de lo que esperamos, mejor". Sáiz concibe el ciclismo casi de modo matemática y, tozudo, lucha para que los hechos se ajusten a la teoría. Zülle es un ejemplo: entró como un tornado en septiembre de 1991 y se lució en la difícil Vuelta a Cataluña; sobre todo, en su mejor faceta, la de contrarrelojista.

"Ahora, un escaloncito más", se debió de decir Sáiz en 1992 y, con facilidad pasmosa, ganó pruebas de cinco días. La Semana Catalana, la Vuelta a Burgos y la Vuelta a Asturias, entre otras, cayeron en su zurrón; hasta derrotó a Miguel Induráin en la contrarreloj de la Volta. Esta temporada, otra velocidad. Carreras de ocho días y, como quien no quiere la cosa, triunfo en la París-Niza. Mes y medio después, como recargado con la victoria francesa, parece dispuesto a convertirse en un torbellino rompiendo las previsiones.

Comienzan las dudas. Zülle tiene un líder por delante de él, Breukink. "La responsabilidad es suya. El ONCE debe girar a su alrededor. Ya le ayudó Zülle al principio de la campaña y le quitó presión permitiéndole prepararse sin problemas. Ya me gustaría que los dos llegaran con posibilidades al final, pero lo veo imposible". Dicho esto, Sáiz mira a su alrededor pidiendo que se le crea; "es así: siempre digo lo que pienso".

- En el caso de que Zülle se mantuviera y Breukink fuese por detrás, ¿qué haría?

- Ojalá se dé esa situación, como en 1991. Si entonces hice a Lejarreta supeditarse a Mauri...

Una habitación estelar

Zülle es un dormilón al que le encanta el pan y hablar por teléfono con su novia. Así, al menos, celebró el lunes sus primeras horas de amarillo. Nada especial: "He dormido casi 12 horas y he desayunado pasta, arroz y mucho pan". Se porta como un chico con zapatos nuevos: siempre sonriente. Más parece que el día anterior haya estado hasta las tantas agotándose de bailar en una discoteca que pedaleando, tanto le gusta su oficio.

Durante sus largas horas de descanso tuvo un compañero de habitación que peleaba con unos sueños diferentes. Era Alberto Leanizbarrutia, quien, caído durante la contrarreloj, sufría dolores por todo el cuerpo. Eso cambió desde anoche. Zülle cohabitará con su jefe, Breukink. "Así tendrán más tiempo para hablar, preparar las etapas y discutir las consecuencias", explica Sáiz.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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