El Zaragoza se desgaja
El capitán Ponzio se marcha al River y apura más al club, colista y en peligro de liquidación

El brazalete como síntoma. No hace tanto, en julio de 2009, Alberto Zapater desparramaba sentidas lágrimas en el campo de Navaleno (Soria), donde el equipo realizaba la pretemporada, porque alguien del cuerpo técnico le dijo que parara, que el Zaragoza le había traspasado porque necesitaba el dinero. Zapater, aragonés y zaragocista, sollozaba porque era el capitán, porque sentía el escudo, porque no quería irse. Desde entonces, ese brazalete lo han recogido Ayala, Gabi y Leo Ponzio. Al primero le rescindieron el contrato "por falta de compromiso con el equipo", como señaló el entonces entrenador José Aurelio Gay; el segundo se marchó al Atlético después de ser clave en la salvación del curso pasado; y el tercero se despidió ayer entre lágrimas porque prefiere el River, en la Segunda División argentina. Señal de que el Zaragoza se desgaja, sin dinero, sin puntos y sin un líder.
La entidad no ha podido pagar a nadie el 30 de diciembre por falta de liquidez
Desde la época de Marcelino (2008), que señaló a unos cuantos y después los sometió a votación del grupo, en el vestuario no se escoge al líder, sino que viene dado porque ya estaban en la terna de los capitanes, como es el caso de Ponzio, que era el segundo el año anterior y que sin que se sometiera a referéndum cogió el brazalete este curso. Ahora le relevará Paredes, que asume el cargo con pleno compromiso. Algo de lo que presumió -y demostró- Ponzio hasta que dejó de hacerlo. "Mala noticia porque el Zaragoza no está sobrado de líderes", conviene Juan Señor, futbolista del club de 1981 a 1990. "Ponzio era un referente, clave en la salvación del año anterior y un puntal en el medio del campo", agrega Xabi Aguado, de 1990 a 2003. "Es un golpe porque Ponzio era la estabilidad. Una pérdida porque hay una gran batalla y se ha perdido al soldado líder. Pero es que ya no hay ligadura con el club", añade Andoni Cedrún (1984-1996).
Hace una semana, Ponzio atendió al diario Olé argentino. "Me quedó algo pendiente en River [jugó con los millonarios de 2007 a 2009]. Me pondría contentísimo volver", manifestó. Y apostilló: "Tengo una nena y acá disfruta. Y mi mujer, igual. Quiero volver porque su felicidad está por delante de todo". Aguado le rebate: "Seguro que si hubieran ido bien el equipo y el club no se habría marchado". Pero Cedrún explica otra vertiente: "Le han engañado muchas veces y no le han podido retener". Así, quizá harto de no cobrar, de años de penurias, escogió al River. "No se irá gratis", advirtió Salvador Arenere, consejero delegado. "Pero es difícil que siga aquí porque si no está al cien por cien, no lo necesitamos", le corrigió Manolo Jiménez, el nuevo entrenador. Ambos tuvieron razón, por más que Ponzio acumulara 1.455 minutos este año, solo por detrás del portero Roberto (1.509).
Acreedor ordinario del Zaragoza -se le adeudan 456.653,40 euros-, a Ponzio también se le debe la mitad de la ficha de esta temporada (1,36 millones), toda vez que el club no ha podido pagar a nadie el 30 de diciembre por falta de liquidez. Impago que asegura se solucionará cuando resuelva el conflicto que mantiene con MediaPro, que no le paga desde mayo por haber firmado con Prisa TV para los próximos tres años. Ponzio, en cualquier caso, ha pedido 225.000 euros y perdona el resto de la ficha de este año para firmar por el River, para cumplir con el beneficio exigido por el Zaragoza en la operación. "Dejo parte de mi corazón acá, pero hoy en día predominan otras cosas", señaló ayer en una rueda de prensa sin opción a preguntar.
Colista en la tabla a cinco puntos de la permanencia, destituido Javier Aguirre -el séptimo técnico en el lustro de Agapito Iglesias al frente de la entidad-, el mayor problema del club está a la vuelta de la esquina; se sigue perdiendo dinero y dentro de poco tiempo (alrededor de junio) no podrá atender a la propuesta anticipada del convenio de acreedores por falta de liquidez. Y, con impagos de por medio, como exige la ley, no le quedará otro remedio que la liquidación de la empresa. O, en todo caso, la refundación. "Me agarro al nuevo técnico", señala Cedrún. "Optimismo, poco", matiza Aguado. "El club se está desangrando", completa Señor.

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