_
_
_
_
_
CICLISMO Tour

Zülle se alegra de ser segundo

El suizo contento con su sino, portazo de Olano, estoicismo de Escartín y felicidad de Casero

Carlos Arribas

Abraham Olano no creía en nada por la mañana. Se había acostado desmoralizado y no se había levantado de mejor ánimo. Más o menos igual que los últimos días. Menos creía por la tarde. Concluida su actuación, una de las peores contrarrelojes de su carrera, aceleró la bicicleta hasta la campa en que estaba aparcado el autobús del ONCE y a la carrera expandió su pesimismo. "No tenía fuerzas", dijo. "No he recuperado muy bien estos días. La montaña se ha hecho muy dura. No podía aspirar a más". Y más frases por el estilo.Dejó la bici al pie de vehículo y se subió. La puerta se cerró. Manolo Saiz, el director, también estaba dentro. Y esta vez, al contrario que en Metz, Saiz, rompiendo con su hábito, sí que le había llevado al corredor guipuzcoano por la mañana a inspeccionar el recorrido: la mitad en coche, la mitad en bicicleta. Vientos por aquí y curvas por allá. Y casi todo, como en Castilla, rectas. "Una contrarreloj interminable", en definición de Eusebio Unzue, el director del Banesto. Motivos para deprimirse tenía Olano, que dejó en el archivo el plato de 55 dientes y se bajó al más manejable 54, al terminar sexto en la etapa, lo que, paradójicamente, le permitió terminar en el mismo lugar en la general, apartando de su camino a un par de corredores despistados: hace un par de años, en Disneylandia, un perfecto rendimiento le permitió batir a todos, incluido Ullrich, subir al cuarto puesto final y pensar en apostar fuerte para el año siguiente. Ayer su prestación le hizo feliz a Ángel Casero.

Más información
EL ÚLTIMO PASEO HASTA LOS CAMPOS ELÍSEOS

Olano no fue el primer español, honor a Escartín, ni siquiera el segundo, sino el tercero. Honor a Casero. El valenciano allí estaba, tan fresco y relajado. Apoyado en la bicicleta y rodeado de gente. Tomás, el masajista, limpiándole el sudor. Alegría. Por primera vez el talludo del Vitalicio, de 26 años, termina contento el Tour. "Pero no veáis lo que he sufrido", dice el campeón de España. "Me he encontrado muy bien, pero con muchísimo, muchísimo dolor de piernas. Claro que con ganas y moral lo he superado todo. Y con el viento, que me ha soplado de espaldas al final para forzar la máquina a tope". El gran motor. "No, ganar a Olano no me ha dado una alegría especial, aunque sea la primera vez que lo hago en una gran vuelta", sigue, negándose a entrar por veredas morbosas, el ganador del Tour del Porvenir de 1994. "Lo que me dice este resultado es que sigo progresando, que aún tengo 26 años, que no me he estancado y mejoro de año en año. Eso sí que me da moral, no el ganar a Olano en sí. Sí, ya sé que en la montaña... Pero bueno, regularidad tengo hasta en la montaña, aunque haya estado mejor en los Pirineos que en los Alpes, eso es porque siempre termino hacia arriba la tercera semana. Pero eso, en la montaña tengo la regularidad de un tipo de 1,85 de altura y mucho peso". De repente, una avalancha humana arrolla a Casero, casi, y a la gente. Corriendo marcha atrás se echan encima periodistas con cámaras al hombro y otros con micrófonos en la mano. De frente, como empujando, despechugado y exhausto, Alex Zülle, el Poupou del 99.

Ocho veces subió Poulidor, el gran Poupou histórico, al podio del Tour sin poder vestir ni un solo día el maillot amarillo. Y corrió 14 Tours. Cinco veces ha quedado el suizo miope segundo en una etapa del Tour este año sólo: en cuatro ocasiones tras Lance Armstrong (las tres contrarreloj y Sestriere) y una tras Escartín (Piau Engaly). Y una vez más subirá al segundo escalón hoy. Segundo final tras Armstrong. Como en el 95, segundo tras Induráin. "Esto es el Tour", dice sonriendo. "Uno delante y Zülle segundo". Siempre así, siempre así. "He recuperado los seis minutos del Gois a todos menos a uno. Y tampoco habría ganado el Tour si no me hubiera quedado cortado ese día, porque Armstrong ha demostrado que es el más fuerte en todos los terrenos. Armstrong es una buena persona, sí, pero yo quería ganar esta etapa. Pero de todas formas estoy muy contento de ser segundo en París, porque Armstrong, muy, muy fuerte, y he superado a Escartín, muy, muy fuerte en la montaña".

Echávarri, satisfecho

Y no muy lejos de su suizo jovial sonríe Echávarri, y recuerda: "Hace 16 años llegamos al Tour de novatos y un señor llamado Arroyo terminó segundo. Fue un 24 de julio cuando lo celebramos en París, como hoy. Y ahora, segundos con Zülle y primeros en la general por equipos. Y para nosotros, para el Banesto, no es una cuestión tanto de importancia deportiva esta clasificación como de imagen. Todo, por los chavales, con lo que han tenido que aguantar que se ha dicho de ellos..."De Fernando Escartín sólo se ha hablado bien. Y que nadie diga lo contrario, por lo menos delante de Ana, su novia y dentro de poco esposa, que por allí lucía su palmito, al lado de donde su enterrado bajo micrófonos futuro, el aragonés inquebrantable, narraba su experiencia de pensar en podio. "Y oye, que a mí no me gusta Terelu, que yo trabajo", sale la valenciana. "Pues Fernando dijo que no le había visto en los Pirineos porque sufre mucho viéndole sufrir y que prefería ver a Terelu", le recuerda un periodista. "Pues no. Claro que le vi. Si no le veo ese día... La verdad es que no me gusta el ciclismo, pero mi Fernando..."

Y su Fernando cuenta sus casi 73 minutos de sufrimiento por las llanuras y los vientos de Poitiers, él, de la raza de los escaladores pirenaicos, más o menos así: "Salí pensando en aguantar las acometidas de Zülle y en conservar la segunda plaza, y terminé pensando en defenderme de Dufaux, el cuarto, que venía a por la tercera".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_