_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La autotransfusión de sangre y otras ayudas artificiales en el deporte

La reinfusión de la propia sangre del deportista antes de una prueba que exija gran resistencia en una competición importante es cada vez más frecuente. Es, además, imposible de detectar por los métodos de análisis actuales usados por las federaciones internacionales, por lo que no se la considera dóping en su sentido estricto y no está prohibida oficialmente. Aumenta la capacidad de transporte de oxígeno de los pulmones al músculo en un pequeño porcentaje, pero en atletas de elite puede representar subir al podio o no.

El procedimiento implica varias etapas. Primero, la recogida de sangre, que se extrae al deportista, en una o varias sesiones -en total hasta un litro-, a la vez que sele va introduciendo simultáneamente y a igual velocidad la misma cantidad de una solución sustitutiva -de dextrano, por ejemplo- que mantenga el volumen sanguíneo circulante inalterado. A continuación se centrifuga la sangre extraída para separar los glóbulos rojos. A éstos se los pone en una solución tampón adecuada y se los congela a -80º, almacenándolos incluso durante varios meses. Una semana antes de la prueba uÍnportante a aquél se le hace la transfusión de sus propios eritrocitos, previa y adecuadamente descongelados, con lo que el volumen de sangre aumenta y, lo que es más importante, la concentración de hemoglobina puede ser de un 15% a un 25% mayor. Se le podría reinfundir la sangre de otra persona con el mismo grupo sanguíneo, pero unos días antes de la competición nadie quiere arriesgarse a posibles problemas por pequeños que sean.Hay otros inconvenientes en el método más complicados de obviar y que pueden ocasionar consecuencias negativas: cuando se le extrae al deportista casi un litro de sangre, se le ocasiona una anemia de la que tarda varias semanas en recuperarse; además, si los procedimientos de separación y conservación de los glúbulos rojos no se hacen correctamente, se pueden producir trastornos al reinfundirlos, como hemolisis en la sangre circulante del atleta.

Para evitar la anemia se puede provocar previamente.a la extracción de la sangre un aumento en sus niveles de volumen y riqueza eritrocítica. Ello se consigue entrenándose en altitud -por encima de los 1.800 metros- durante unas semanas o tomando anabolizantes esteroides, todavía más eficaz, pero prohibido. Si esto se hace bastantes meses antes de la competición, se evita el riesgo de detección tras ésta y se consigue un aumento de sangre de un 15%, con lo que, al extraerle un litro al atleta para su posterior transfusión, no se le produce anemia. Al centrifugar esa sangre, los restos de esteroides irán con el plasma y los glóbulos rojos quedarán limpios y prestos para su empleo.

Adiós medalla olímpica

Ésta es la teoría. Pero en la práctica se pueden producir problemas si los encargados de realizar estos procedimientos no son e xpert os profesionales. Uno de esos fallos le costó al finlandés Vainio la medalla de plata en los 10.000 metros de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Tras haber negado su culpabilidad sobre la aparición del anabolizante Primobolan en su control antidóping, en septiembre rompió su mutismo para reconocer que un amigo no médico le había inyectado los fármacos sin advertirle de su composición. Pero no dio su nombre ni sus explicaciones convencieron. Posteriormente, se publicó una historia muy distinta, que ha costado la dimisión al director técnico de la Federación Finlandesa de Atletismo. Decía que Vainio ya había dado positivo en un control realizado tras su tercer puesto en la maratón de Rotterdam, en abril.

Al ser una prueba internacional, los organizadores comunicaron el resultado al director técnico finlandés para que lo hiciera saber a su federación y ésta obrara en consecuencia. Llevado por razones humanitarias, éste, según dijo en su exculpación, no hizo tal comunicado, que habría supuesto la automática descalificación de Vainio, a quien se le había prometido el puesto de director de un instituto de promoción deportiva sí obtenía una medalla en Los Ángeles. La moraleja es que el rubio y largo finlandés quiso afinar tanto su puesta a punto para lograr el éxito que, según parece, se sometió a la autotransfusión de sangre. Ésta había sido extraída de su cuerpo en la época en que tomaba anabolizantes, meses antes de los Juegos. Pero algo debió de fafiar en su manipulación, ya que, tal como se detectó en el control antidóping, aparecieron trazas de esos esteroides en él.

Este episodio ha aumentado el número de voces que advierten sobre la tendencia, como mínimo poco ética, de muchos corredores de fondo a manipulaciones con su cuerpo para competir con ventaja sobre sus adversarios. Ya Lasse Viren sufrió estos ataques, que nunca pudieron probarse, cuando, tras sus victorias en los 5.000 y 10.000 metros de Múních 72 y Montreal 76 y sus mediocres resultados en el intermedio, se le acusó de usar autotransfusiones de sangre. Él, irónicamente, contestó que el secreto estaba en beber a diario leche de reno.

Pero recientemente, cuando su paisano Kaarlo Maaninka, -sorprendente ganador de medallas en los 5.000 y 10.000 metros de Moscú 80 y desaparecido del deporte de elite poco después, reconoció haber recibido transfusiones de su sangre antes de dichos Juegos Olímpicos, las suposiciones adquiríeron más verosimilitud.

Ahora Vainio confirma, con agravacíón por el uso de anabolizantes, esa negativa tradición finlandesa de utilizar medios artificiales para conseguir sus sonados triunfos en pruebas de fondo, tras la estela del mítico y también polémico en su época Paavo Nurmi. Naturalmente, no son los únicos en usar esos métodos, como lo prueban las recientes noticias dadas al público por el Comité Olímpico de EE UU de que elíminaron a 86 de sus posibles representantes en los Juegos de Los Angeles para evitar problemas posteriores y- admiten la posibilidad de autotransfusiones de sangre en algunos de sus mejores ciclistas que participaron. Y es que ya han ido aprendiendo de los países del Este que, de hacer las cosas, hay que hacerlas bien y consiguen prevenir posíbles descalificaciones analizando a sus deportistas antes de asistir a las grandes competiciones. Así evitan pasar bochornos como la descalificación de nueve y la retirada de otros 11 en los Juegos Panarnericanos de Caracas en 1983.

Sin embargo, en Estados Unidos siguen cometiéndose muchos fallos por uso impropio de fármacos por no especialistas. El último escándalo ha sido la suspensión en sus cargos de dos entrenadores del equipo de atletismo de la universidad de Clernson, en Carolina del Sur. El motivo, haber dado sin prescripción facultativa el medicamento Fenilbutazona al atleta holandés becado en su equipo A. Jaspers, de 23 años y olímpico en los 5.000 metros de Los Ángeles. Éste murió el 19 de octubre pasado, víctima de una crisis cardíaca míentras dormía. La autopsia reveló la presencia en su sangre de una dosis, no mortal, de Fenilbutazona. Este fármaco antiinflamatorio, de acción rápida y eficaz en la eliminación del dolor e hinchazón producídos por lesiones musculares y de las articulaciones, es muy empleado por los entrenadores porque les permite poner en activo a sus pupilos en poco tiempo. Sin embargo, la Asociación Médica Americana previene contra su utilización por largos períodos y de sus posibles efectos secundarios como dolores de cabeza, anemias, hepatitis y retención de fluídos, pelígroso esto último si se tienen afecciones renales o cardiacas. No se sabrá nunca si la muerte del atleta holandés tuvo relación con la presencia de Fenilbutazona en su cuerpo, pero a los entrenadores que se la dieron de forma incontrolada les han sancionado.

No siempre son los entrenadores los únicos culpables en el uso inadecuado de fármacos para forzar la rentabilidad de los deportistas incluso cuando se lesionan. El baloncestista profesional americano Bill Walton, figura indiscutible de los Trail Blazers de Portland, se lesionó en un tobillo poco antes de que comenzaran las finales del campeonato. El médico del equipo le inyectó corticoides y analgésicos y decidió que podía jugar. A pesar de las quejas por el dolor de Walton, incrementó las dosis y pudo jugar los dos primeros partidos. Tras el segundo, las radiografías descubrieron una fractura de esfuerzo empeorada por el ejercicio. Walton denunció al médico y le ganó judicialmente una astronómica cantidad de dólares.

Los tratamientos de lesiones a base de corticoides y analgésicos reducen el dolor y la inflamación, pero no tienen propiedades curativas o cicatrizantes y sí parecen debilitar los músculos, tendones y articulaciones. El mayor peligro puede venir de que enmascaran las defensas naturales del organismo, permitiendo a éste hacer una actividad física que puede agravar la lesión. Hay otros fármacos muy populares entre los deportistas como antiinflamatorios cuya utifización con excesiva frecuencia puede también acarrear problemas: la Aspirina, el Dimetilsulfóxido (DMSO) y la Indometacina.

El uso y abuso de anabolízantes prohibidos debe evitarse al máximo o, como proclaman atletas como Edwin Moses y Sebastian Coe, acabarán pudriendo el deporte. Se ha publicado que en los campeonatos mundiales de Heisinki 83 hubo 38 casos positivos de dóping -de ellos, 17 americanos- y que se ocultaron para no ensombrecer unos campeonatos memorables. Pero para evitar en el futuro que estos casos profiferen deben hacerse controles periódicos y no sólo en las competiciones importantes, sino durante las épocas de entrenamiento alejadas de los mismos. Los castigos por el uso de sustancias o métodos prohibidos deben ser rápidos, duros y ejemplarizantes. Sólo de esta forma se evitará el argumento de tener que usar esos fármacos para estar al mismo nivel de los rivales de otros países. Cuando todos actúen bajo las núsmas condiciones, se podrá eliminar este cáncer del deporte mundial.

José María Odriozola es catedrático de Bioquímica y atleta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_