El batacazo de Komova

Debía ser el día de la venganza, el día en el que la rusa Viktoria Komova, a la que arrebataron el título de mejor gimnasta del mundo, le dijera a la campeona, la estadounidense Jordyn Wieber, aquí estoy yo, aquí está mi ejercicio de barra, mi suelo, y son mejores que los tuyos. Pero algo ha fallado en el plan de Komova, tal vez su cabeza, que ha ido y venido de la excelencia a las dudas y los fallos durante los Mundiales, o el agotamiento que a veces denota la diminuta gimnasta de Voronezh porque se ha caído de la barra -ha acabado última- en un doble giro y ni siquiera ha salido en suelo, dejando su plaza en la final a su compatriota Afanaseva.

Ni la federación internacional ni el equipo ruso han dicho por qué ha renunciado Komova a la última final. Hay quienes dicen que está lesionada y quienes recuerdan que es una táctica tradicional del equipo ruso alegar una lesión cuando saben que la sustituta tienes más opciones para el oro. Y es lo que ha hecho Afanaseva, aprovechar el momento y llevarse el título.

Komova, la gran esperanza de la gimnasia para los Juegos de Londres, la chica que, con permiso de su compatriota Mustafina, lesionada, concita todas las esperanzas de recuperar una gimnasia más artística y menos circense, se va de Tokio con dos platas -por equipos e individual- y el oro de paralelas. Su gran rival en la pista, y en la forma de entender este deporte, le ha ganado casi todas las batallas. Wieber ha sido hoy bronce en la barra y sexta en suelo.

Así que la estrella del último día de los Mundiales ha sido la china Lui Su, oro en barra con un ejercicio brillante, lleno de riesgos, y con esa plasticidad con que trabajan todas las chinas, y plata en suelo.

Tampoco en los chicos se ha completado el círculo virtuoso del japonés Uchimura, campeón del mundo por tercer año consecutivo. Presente hoy en dos de las tres finales, se ha tenido que conformar con un bronce, en la barra fija, y la cuarta plaza en paralelas.