Las chicas arrasan en el campo y en la tele

El Mundial de fútbol femenino celebrado en Alemania ha sido un éxito de audiencia para la televisión pública ARD. Según sus propios datos, los partidos de la selección anfitriona alcanzaron cotas de audiencia de hasta el 60%. Unos 16 millones de telespectadores seguían de media a las mujeres de su combinado nacional, hasta que fue eliminado en cuartos por Japón, que terminó levantando el trofeo de campeona. Como habían ganado el anterior Mundial, muchos germanos esperaban que sus mujeres futbolistas les resarcieran de la sequía de títulos que padece el combinado masculino desde que ganaron la Eurocopa de 1996.

El Mundial femenino ha disfrutado de una atención mediática nunca vista en una competición de este cariz. En 2006, cuando Alemania también albergó aquí el Mundial masculino, el país entero pasó el verano en un estado de excepción. Hubo una especie de fervor de banderas y celebraciones, como si los alemanes se hubieran sacudido su pudor ante los excesos patrioteros. El entusiasmo duró hasta que sonó el himno nacional italiano en el Olympiastadion de Berlín. Con las mujeres, en cambio, calma chicha. Ni calles vacías, ni locales atestados para ver los encuentros. Había menos gente pendiente del Mundial femenino ante las pantallas gigantes de los bares de Berlín que espectadores del Madrid-Barça.

En muchas competiciones olímpicas o en tenis, por ejemplo, la atención a los competidores femeninos es parecida a la que obtienen los hombres. Así que las preguntas quedan: ¿es el fútbol femenino un deporte feo?