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Reportaje:NBA

Los chicos malos

Los casos de drogadicción, alcoholismo y violencia dañan la imagen de una Liga que da otra ocasión para redimirse a Artest y Marbury

Robert Álvarez

En plena crisis de Wall Street, un periodista le calificó de activo tóxico. Stephon Marbury reaccionó con estilo mafioso, le cogió por banda y le dijo que iba a rezar por él. El autoproclamado mejor base de la NBA, el mismo que pasó de figura de lujo a apestado en los Knicks, fichó en febrero por el campeón, los Celtics. Ahora, sus ingresos no llegan al millón de euros tras haber liquidado con la franquicia de Nueva York el contrato por el que percibía 15,5 millones. El caso de Marbury, criado en un gueto de Brooklyn, no es de los peores en la NBA. Ni mucho menos.

La pasada semana se produjeron tres situaciones que ilustran el descrédito y la mala imagen que dan algunos jugadores tan jóvenes y millonarios como pendencieros e inadaptados socialmente. Carl Landry, alero reserva de los Rockets, recibió un disparo en una pierna a raíz de un accidente de tráfico cuando regresaba de madrugada a su casa tras haber disputado un partido en Nueva Orleans. La culpa, esta vez, no fue suya. Kobe Bryant aprovechó uno de los días de fiesta que concedió Phil Jackson a los Lakers para acudir al juzgado y prestar declaración. Se trataba de un delito menor. Pero la estrella de los Lakers conoce bien los juzgados, en los que ya tuvo que dirimir la denuncia que interpuso contra él una joven por una presunta violación en un hotel de Colorado en 2003. En septiembre de 2004, sus abogados llegaron a un acuerdo extrajudicial.

De 1997 a 2006, los Blazers sumaron 20 jugadores arrestados y 25 suspendidos

También esta semana, Sean Williams, pívot de los Nets, fue sancionado por su equipo con dos partidos después de ser arrestado en Denver por tirar al suelo una pantalla de ordenador durante una discusión con un dependiente de una tienda.

La NBA intenta acabar con este tipo de conductas. Los programas de caridad, de alfabetización o de promoción del baloncesto no compensan la pérdida de imagen. David Stern, el comisionado de la Liga, espera que el comportamiento dentro y fuera de la cancha de figuras como LeBron James, Dwyane Wade o Chris Paul reponga el ejemplo que brindaron legendarios jugadores de los años 80 como Michael Jordan, Larry Bird y Magic Johnson.

En 2002, Jeff Benedict, en su libro Out of Bonds, escribió que un 41% de los jugadores de la NBA habían tenido problemas con la justicia. Para enunciar simplemente los casos recientes sería necesario un libro específico. Entonces todavía no se había producido la monumental trifulca en el Auburn Hills Palace, de Detroit, entre jugadores de los Pistons y los Pacers. Aquello fue en noviembre de 2004. El tiempo demostró que el mal comportamiento en la cancha reflejaba el proceder de los implicados fuera de ella.

Uno de ellos, Stephen Jackson, ahora en Golden State, mantuvo después numerosas discusiones con su entrenador, Rick Carlisle; fue multado con 20.000 dólares por gestos obscenos hacia el público y en octubre de 2006 fue arrestado a causa de un tiroteo en el aparcamiento de un club de streptease. Otro de los que intervinieron en la pelea de Auburn Hills, Ron Artest, tras ser sancionado con 73 partidos de sanción, declaró que no sentía ningún remordimiento. La trayectoria del ahora jugador de los Rockets no tiene desperdicio. En su primer entrenamiento con los Bulls dio un codazo a Jordan. Llegó en albornoz a otro con los Pacers, le dio una patada a una cámara en 2003, confesó haber vendido cocaína tras la muerte de sus padres cuando tenía 13 años, fue detenido en 2007 por maltratar a su esposa y la justicia le castigó con una orden de alejamiento. En su día se acuñó el término Jail Pacers (Pacers en prisión) y luego fueron los Jail Blazers los que se llevaron la palma con un recuento asombroso: 25 jugadores suspendidos y 20 arrestados desde 1997 hasta 2006.

Para definir el turbio pasado de Zach Randolph, de los Clippers, basta el comentario que efectuó el entrenador de su colegio en Marion, Moe Smedley: "Sólo deseo una cosa: no estar allí el día que se haga matar o que mate a alguien". La frase podría aplicarse a otros muchos jugadores de la mejor Liga del mundo.

Marbury entra a canasta ante Jaric, de Memphis Grizzlies.
Marbury entra a canasta ante Jaric, de Memphis Grizzlies.AP

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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