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Reportaje:Vuelta de los dieciseisavos de la Copa del Rey

"En clase, no logro concentrarme"

Un día con Bermúdez, un universitario que ejemplifica la modestia del Alcorcón

Ser modesto se nota hasta en la forma de moverse. Cuando la Agrupación Deportiva Alcorcón terminó el domingo su partido de Segunda B en Cáceres, los jugadores subieron al bus para un viaje de cuatro horas de vuelta a casa. Pese al maratón, el lateral izquierdo Diego Bermúdez volvía contento: había jugado después de que una lesión en el pubis le alejara de la ida de la eliminatoria de Copa contra el Madrid. El Cacereño era el termómetro para saber si podrá estar en la gran noche del Alcorcón, en el Bernabéu. Se vio "un poco tieso, pero cumpliendo".

El tópico dicta que a los futbolistas les gusta más hilar frases hechas que responder preguntas, pero Bermúdez, de 27 años, medita sus palabras. Luego las deja escapar con una sonrisa irónica que se puede atribuir a otro tópico: al de que nunca se sabe qué cartas lleva un gallego. Nació en As Pontes (Ferrol), empezó en el Arteixo y ha pasado por un puñado de clubes españoles. A Madrid llegó hace cinco años cuando lo fichó el Móstoles, y luego pasó al Leganés. Allí sigue viviendo en un piso que comparte con cuatro chicos. Su vida se parece tanto a la de un estudiante que no sorprende que sea universitario: Dirección y Creación de Empresas. Encontrar tiempo para estudiar es factible cuando se trabajan dos horas al día. "Mucha gente prepara las oposiciones de bombero", explica el defensa recordando que en los clubes pequeños empiezan a preparar rápido la retirada. Él está dentro de la clase media del club, con un sueldo cercano a los 3.000 euros al mes. "No está mal, pero duras 10 años, y a los 30 no cobras pensión", razona. Algunos montan pequeños comercios; otros, como él o Borja, dos goles en la ida, prefieren los libros.

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En la universidad nadie le reconoce, y la mayoría de sus profesores ignora que juega al fútbol. Esa tranquilidad contrasta con el torbellino en el que vive su club. Después del entrenamiento, los aficionados se acercan a animar. Bermúdez aprieta manos; luego, embutido en vaqueros y una chaqueta a la moda, deja de ser famoso.

Antes de la clase de marketing le da tiempo a un menú universitario. Mira a su alrededor el bullicio de chicos de 18 años. "La verdad es que soy un abuelo aquí".

Uno de sus compañeros de piso es informático y le tiene prometido un vídeo con sus jugadas para mandarlo a clubes extranjeros. Su ambición es jugar en Inglaterra o Escocia. "Con nuestro técnica, hay sitio allí", piensa en voz alta. Su metro noventa parece otro aliciente para los británicos. "Y si no, cuando deje el fútbol me iré. Por el inglés y la experiencia". El plan es que en la cinta que le llegue a ese club se incluyan imágenes de un pequeño equipo amarillo eliminando al Madrid.

Su vecino de pupitre le saluda. Bromeando, pasan frente a la clase del máster que el Real Madrid inauguró en la Universidad Europea. A la entrada le señala un enorme escudo merengue. "¿Que si vemos vídeos para prepararnos? A Raúl ya lo conozco", se ríe. No necesita tampoco motivación extra: "Sólo pienso en eso. No puedo concentrarme en clase", dice. No está dispuesto a que otro tópico arruine la noche de los modestos: el miedo escénico. "Lo que me preocupa es el terreno de juego, mucho más grande. Que la gente anime, me da igual".

Bermúdez, a la izquierda en clase.
Bermúdez, a la izquierda en clase.LUIS SEVILLANO

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