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Reportaje:Fútbol | Cuarta jornada de Liga

Un cuento de hadas

El mecenas que se llevó a Tino Costa al Caribe francés explica cómo se formó y fue progresando hasta triunfar hoy en el Valencia

Es un cuento de hadas que comenzó en un pequeño club argentino de Regional, La Terraza, en Las Flores, ciudad de 30.000 habitantes a hora y media en coche de Buenos Aires, en 2001. Había un crío de 16 años, Alberto Facundo, Tino, Costa, con aires de Fernando Redondo: mediocentro fino, zurdo, con personalidad. Y como venía de una casa muy humilde -su padre era empleado municipal y su madre ama de casa-, el urólogo Rubén Muñoz, dueño de la academia La Terraza, le propuso a la familia una salida: que el chico se desplazara con él a la isla caribeña de Guadalupe, un departamento de Francia, para iniciar su carrera. Allí comenzó a jugar en el Racing de Basse Torre y, a la primera entrada, voló "cuatro metros por el aire", le gusta recordar ahora al muchacho, tal era la exuberancia física en este país nodriza de los talentos negros de la selección francesa: Angloma, Thuram, Henry...

"Le pones listones y los salta todos. No sé dónde parará", dice el secretario técnico
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"Que la cabeza acompañe a las piernas", le repitió Muñoz al chico, que estudió en el colegio San José y aprendió a hablar y escribir perfectamente en francés, además de sacarse una diplomatura de corte y confección ("le hace pantalones y bolsos a su mamá", cuenta el mecenas). "Es un chico formado".

Tino Costa se pasó tres años en Guadalupe y cada temporada se marchaba un mes a Francia para probar en los clubes más poderosos: el Auxerre, el Lyon, el Marsella, el Lille... No lo quisieron. "Me decían que tenían a muchos jugadores como él", recuerda Muñoz. "Ahora se habrán arrepentido". Tras la enésima prueba, el Racing de París lo aceptó, en Tercera División, y de allí se disparó al Pau, al Sete y al Montpellier, desde donde reclamó la atención de Mestalla.

"Con todo lo que ha sufrido", abunda quien lo fichó por 6,5 millones para el Valencia, el secretario técnico Braulio Vázquez, "le vas poniendo listones y los va saltando todos. No sé dónde parará". Vázquez peinó el mercado francés y, de entre la multitud de mediocentros negros, fuertes y regulares con el balón, había un chaval argentino más dotado técnicamente y que tampoco se arrugaba en los duelos físicos.

"Cuenta con un golpeo de empeine de los más fuertes que he visto", advierte el central Dealbert, su compañero en el Valencia. Costa ya marcó de falta el tanto del ascenso a Primera del Montpellier hace dos ejercicios. Sumó entonces 14 asistencias y se consagró en Francia. Muy lejos todavía de la repercusión del pasado martes en Europa, ante el Bursaspor en Turquía, con un golazo desde 35 metros en su estreno en la Champions. Y una falta al larguero que remachó Aduriz en plancha.

"Lo normal es que haga seis o siete goles. Llega muy bien de segunda línea. Sabíamos que, aunque estuviese sin jugar [empezó de suplente hasta que se lesionó Ever Banega], no se iba a quejar. Si con 16 años llega a la isla de Guadalupe y no se marcha, es que tiene algo en la cabeza", sentencia Vázquez.

Desde que emprendió hace nueve años ese imprevisible viaje, Tino Costa tenía en la cabeza llegar a la cima. Y lo ha logrado sin pasar por una gran escuela de fútbol. Pero sí de la vida.

Tino Costa, en el partido de <i>Champions</i> ante el Bursaspor.
Tino Costa, en el partido de Champions ante el Bursaspor.REUTERS

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