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FÚTBOL | 34ª jornada de Liga
Columna
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El deporte: una actividad para la convivencia social

La prensa de Washington no trata como prioritario al deporte español. Aunque no es extraño, afortunadamente, que el nombre del país se mencione cuando alguno de nuestros equipos o figuras consiguen un éxito internacional. Con más o menos seguidores, son bien conocidos aquí La Roja, Rafa Nadal, los hermanos Gasol, Fernando Alonso, Edurne Pasaban o el añorado Juan Antonio Samaranch (por mencionar a algunos y sin perjuicio de los demás) y siempre he pensado que no solo se les admira por sus éxitos, sino por su manera de actuar dentro y fuera de los entornos deportivos.

Estos campeones y sus homólogos de otros países responden de forma concreta y eficaz a los valores humanos del deporte plasmados en los estatutos y códigos éticos de organismos deportivos nacionales e internacionales. Sin ir más lejos, la Carta Internacional de la Educación Física y el Deporte aprobada por la mayoría de países del mundo en el marco de la UNESCO dice que: "(...) el deporte ha de tender a promover los acercamientos entre los pueblos y las personas, así como la emulación desinteresada, la solidaridad y la fraternidad, el respeto y la comprensión mutuos, y el reconocimiento de la integridad y de la dignidad humana". O también que: "(...) deporte constituye un elemento esencial de la educación permanente dentro del sistema global de educación".

¿En qué ayuda la presión extradeportiva de estos cuatro clásicos a la educación de los jóvenes?

No tengo ninguna duda de que nuestros grandes campeones contribuyen con su ejemplo dentro y fuera de las instalaciones deportivas a fomentar unos valores edificantes para la convivencia y el entendimiento social. Me parece que estos valores deben ser la guía para la responsabilidad social de los directivos, entrenadores y deportistas de las entidades deportivas porque contribuirán así a la convivencia social, la esencia de estas entidades. Estos valores que tienen especial incidencia, no lo olvidemos, entre los niños, niñas y jóvenes que liderarán el futuro de nuestro país.

Estos días, a raíz de los clásicos entre Madrid y Barça, los medios de comunicación de Washington han hablado del apasionamiento tan encendido con el que esta serie de encuentros se están viviendo en España. Y le están dando una connotación no especialmente positiva, sobre todo cuando especulan con la tensión creciente que se desprende de las declaraciones cruzadas, los acalorados foros de debate y las tertulias de café. Hubiera sido ideal que, a pesar de la sana, histórica y necesaria rivalidad entre ambos clubes, las crónicas se pudiesen haber centrado exclusivamente en la pasión y la calidad futbolística admirada en el mundo entero que atesoran estas entidades centenarias.

También participé en competiciones de alto nivel, con partidos de gran rivalidad y tensión, y pienso que todos los actores vinculados a un deporte, desde el primero de los atletas, hasta el último de los aficionados, pasando por clubes, organizadores, medios de comunicación y patrocinadores, salen legítimamente beneficiados de un cierto grado de rivalidad y sana pasión. Sin embargo también creo que todos tienen claro que si la pasión se desboca, el perjuicio puede llegar a ser muy grande y la convivencia social puede verse amenazada.

Releo las crónicas locales y me pregunto: ¿En qué está ayudando la presión extradeportiva de estos cuatro clásicos a mejorar la educación de nuestros conciudadanos y, especialmente, de nuestros jóvenes? ¿Qué valores de convivencia reforzamos para que guíen la conducta de los ciudadanos de hoy y los de mañana? ¿Realmente esta escalada dialéctica ayuda al espíritu deportivo, al fútbol, a la selección, a los jóvenes espectadores o a la imagen del país en el extranjero? Y, finalmente, ante la delicada situación de la economía y los retos que se avecinan, ¿qué atributo deportivo nos conviene más emular como país? ¿El espíritu de equipo o la rivalidad malentendida, la confrontación o la convivencia?

El deporte, puede ser una poderosa herramienta para la concordia o uno de tantos motivos para la discordia. Depende de los directivos, entrenadores, deportistas, medios de comunicación y sobre todo de los ciudadanos y ciudadanas la decisión de para qué queremos el deporte. Yo ya lo tengo claro.

Thiago dispara ante Bravo para lograr su gol de ayer en Anoeta.
Thiago dispara ante Bravo para lograr su gol de ayer en Anoeta.ANDER GILLENA (AFP)

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