El día que Puyol abrigó al Barça
Guardiola cree vital su ascendiente sobre el equipo en los clásicos
El atrevimiento al que aludía Guardiola en el Bernabéu tenía más que ver con la táctica que con una revolución (esperada) en el once, y en ese once solo peligraban dos de los hombres del núcleo duro: Piqué y Puyol. Pero el técnico recurrió a sus clásicos para ganar el clásico. Y no hay mayor tradición en este Barça que depositar la fe en el capitán, Carles Puyol, presente siempre contra el Madrid en los partidos de los últimos 13 años. Jugó en lugar de Mascherano, el más utilizado por Guardiola (que ha alternado también con Abidal y Busquets) para suplir las bajas por lesión de Piqué y Puyol en el inicio del curso, y a los pocos minutos de juego se desplazaba unos metros a la derecha: el Barça defendía con tres.
Y Puyol, de 33 años, intermitente los últimos meses tras sufrir un calvario por aquella lesión en la rodilla que arrastró desde enero, no falló. Volvió a ser el de siempre cuando menos se le esperaba: expeditivo, atento al corte, corajoso, como siempre en estas citas. Lo hizo al lado de Piqué -en el punto de mira desde la amarilla forzada ante el Rayo-, que empezó viéndole desde la grada del Camp Nou y que vuelve a ser su pareja de baile, con la que ha ganado hasta un Mundial.
A Puyol se le recuerda, jovencísimo, en 2000, persiguiendo a Figo por todo el campo el día que el portugués regresaba vestido de blanco a la que había sido su casa. Su reaparición el curso pasado en la segunda vuelta de la Liga también fue contra el Madrid, en el Bernabéu. Y su alineación se estimó tan poderosa en lo anímico como en el juego. Dice Del Bosque, el mismo que le rogó tras el Mundial que resistiera hasta la Eurocopa de 2012, que su sola presencia en el campo le tranquiliza.
Los datos acompañan estas sensaciones. Ante el Madrid Puyol recuperó 14 balones, rechazó otros 14, cometió una falta y recibió otra, y no perdió ni una sola vez la pelota. Guardiola suele decir que su competitividad, su concentración y su ascendiente son claves en estos encuentros, es como si abrigase al equipo. El capitán, al que se le empiezan a dosificar los minutos con esmero, fue el sacrificado en la final de Wembley del curso pasado -Mascherano y Abidal, a quien cedió el honor de levantar la Copa, fueron titulares-, pero no el sábado, cuando el entrenador no quiso ni sustituirlo en los últimos minutos: "Aguantas por mis cojones", le gritó. Y así fue el día en que Puyol volvió a abrigar al Barça.
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