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Reportaje:TENIS | Comienza el Abierto de Australia

20 días contra 42 años

Tras una pretemporada muy reducida, Nadal se enfrenta al reto de ganar cuatro 'grandes' seguidos, lo que nadie consigue desde Rod Laver en 1969

De resolver el misterio que rodea el estado de Rafael Nadal, convaleciente de una gripe; de hablar sobre cómo afronta el tenista mallorquín el asalto al Abierto de Australia (Canal +), que arrancó anoche, y de explicar qué le espera esta madrugada (03.00 hora peninsular) al brasileño Marcos Daniel, el primer rival del español en su intento de conquistar cuatro grandes seguidos -nadie lo logra desde el australiano Rod Laver, en 1962 y 1969-, se ocupa el argentino Juan Mónaco, el número 28 del mundo y compañero de entrenamientos de Nadal.

Son días de camisetas empapadas en sudor y bochornosas jornadas emborrachadas de sol en Melbourne. Allí, mientras se espolvorea la cara con espráis llenos de agua, Nadal busca seguir en 2011 la secuencia mágica de sus victorias en Roland Garros, Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos en 2010. Allí, mientras los tenistas se protegen los pies con esparadrapo, escudo contra el calor del cemento, Nadal estudia cómo relevar a Laver, que conquistó el genuino Grand Slam al anotarse sus cuatro torneos el mismo año. Y allí, con la piel renegrida, el balear habla del virus que marca el inicio de la caza. En la diana, el Rafa Slam.

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El número uno siente su cuerpo "bajo". Su tenis y sus fuerzas "han perdido un poco la buena línea". "He pasado días en los que no me he sentido bien, sino cargado de pulmones, de garganta, de nariz", comentó el sábado. Es la gripe. Son los antibióticos. ¿Alarma?

"Para nada", advierte Mónaco, el mismo que le acompañó en 2010 varias semanas por Tailandia, primero de vacaciones, luego para 10 días de entrenamientos, resumiendo así su doble condición de amigo íntimo y tenista de altísimo ritmo, tanto castigo aguantan, tanta resistencia tienen sus piernas. "Tiene intacta el hambre de gloria. Aquí nos entrenamos dos horas, a 30 grados, con una intensidad increíble", destaca.

Que Nadal soportara eso aún doliente de una gripe se explica a través de la superstición y de la fábula. Eliminado en Doha, insistió en continuar en el cuadro de dobles, que acabó ganando: "Marc [López]", cuentan que le dijo a su pareja, "tenemos que ganar porque hace dos años ganamos el dobles aquí y luego gané en Australia". Además, fue hormiga y no cigarra. Veinte días en Mallorca, reducidísima pretemporada, concentraron el programa con el que intenta el asalto contra los 42 años que Laver lleva esperando heredero.

Es diciembre, en Manacor. Por las mañanas, Nadal busca "el rebote", "prácticamente no tocar el suelo", flotar mientras hace ejercicios de RSA (Repeated Sprint Ability): alterna 10 segundos de sprint con otros 10 de descanso durante varios minutos, con cambios de dirección y pivotando, hasta casi imitar el movimiento del fondo de pista. Igual que los velocistas jamaicanos, a veces corretea por el césped que corona una pista de atletismo y desprecia el tartán para proteger las articulaciones. Hace también estiramientos nacidos de la inspiración oriental del do-in, con los que pone "aceite en las articulaciones". Trabaja con la raqueta. Suda en el gimnasio de casa, con una bicicleta estática, una elíptica, una cinta para correr, "y máquinas con las que trabajar todos los músculos". "Quizás", reflexiona entonces, "en mi carrera solo vaya a tener esta oportunidad para conseguir esto".

Durante esas tres semanas, el español se entrena todos los días en el Centro de Tenis de Manacor, pasa las tardes en el gimnasio e incluye, día sí y día no, 45 minutos de trabajo físico por la mañana. "Rafa", cuenta Rafael Maymo, su fisioterapeuta, quien coordinó el trabajo pautado por Joan Forcades -más que un preparador físico, un estudioso- y Toni Nadal, "hace un gran trabajo de resistencia durante los entrenamientos con raqueta. Ahí trabaja la capacidad de repetir, repetir y repetir el esfuerzo, además de la de recuperarse para volver a hacerlo".

En eso sigue Nadal en Melbourne. En prácticas descamisadas bajo el sol de Australia, donde busca el primer título grande del año, donde anoche el suizo Roger Federer debutó contra el eslovaco Lukas Lacko. En intentar escribir con letras de oro un nuevo capítulo de su leyenda.

Rafael Nadal, durante un entrenamiento en Melbourne.
Rafael Nadal, durante un entrenamiento en Melbourne.GETTY IMAGES

El doctor Laser también juega

Julián Casanova escucha cómo Pere Riba se queja de un hombro. Aguarda a que Arantxa Parra aparezca por el club para ser tratada. Mientras Roger Federer y Rafael Nadal recaudan en una exhibición junto a otras estrellas 1,3 millones de euros para los damnificados por las inundaciones en Queensland, el fisioterapeuta organiza en su agenda un aluvión de citas con la veintena de tenistas españoles que participan en el Abierto de Australia. Hasta Melbourne también ha viajado el doctor Cotorro, que, entre otras medidas, aplica un protocolo de hidratación contra el calor y la humedad (26 grados y 83%). Con ellos suele llegar una máquina Tecar que cuesta más de 15.000 euros. Nadal ha utilizado en el pasado la hipertermia que genera. Eso, sin embargo, no está al alcance de todos. En el vestuario también se ganan torneos.

Un reducidísimo puñado de federaciones, las más poderosas, protegen la actividad privada de sus jugadores procurándoles las máximas facilidades. España, Reino Unido, Francia, Estados Unidos e Italia rodean a los suyos con artilugios, médicos, fisioterapeutas y, en el caso francés, osteópatas enviados especialmente a las competiciones del Grand Slam.

Está, por ejemplo, el doctor Pier Francesco Parra, que entiende algo de márketing: se anuncia en internet como el doctor Laser. El médico italiano usa una máquina que causa furor entre los tenistas. Las colas nocturnas a la puerta de su habitación, llenas de articulaciones doloridas, son ya legendarias. Las quejas de algunas jugadoras italianas, molestas por el hecho de que trate a sus rivales, también. La tesis de esos lamentos se sostiene sobre un poderoso argumento: Parra está en Melbourne, como el preparador físico Barsacchi y el fisio Bosello, con sus gastos a cargo de la federación italiana.

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