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DESDE MI SILLÓN
Columna
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Dos días para la gloria

Comenzaré el artículo con las cartas levantadas, que aquí parece que a todo aficionado que siga el Giro desde el Sur de los Pirineos le tiene que apetecer que gane Contador; y a aquellos que lo hacen de la península transalpina les debe apetecer que gane uno de esos bautizados con nombres de superhéroes de la Marvel, como Il Cobra, Il Killer, o Il Delfino. Yo lo que quiero es que gane Menchov.

Pero eso no impide que disfrute del espectáculo como uno más. Porque ha pasado lo que tenía que pasar, que ha estallado el avispero italiano. Y en consecuencia, las avispas vuelan rabiosas. Así las cosas, las amenazas al líder, los fuegos de artificio que anuncian un "te voy a atacar hasta reventar" han pasado a ser crudas realidades para Contador. Ayer esas palabras se convirtieron en hechos, en ataques perfectamente orquestados a la jerarquía del líder. Los italianos, haciendo cada uno la guerra por su cuenta y sin esa alianza nacionalista que algunos predecían, lanzaron la ofensiva contra los kazajos liderados por el español de Pinto. Contador ganó la batalla... pero aunque parezca que queda tan poco, aún no hay nada ganado.

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Ya nadie se va a conformar con ser el primero de los perdedores. Hay demasiado orgullo latente como para consolarse sólo con esto. Ayer por ejemplo se vio el gesto de cabreo de Riccò cuando comprobó que Contador mantenía el liderato por tan sólo unos segundos. Todos quieren ganar ya, nadie excepto uno -la excepción que confirma la regla- quiere esperar a la siguiente oportunidad. Ese uno es Simoni, por si alguno tiene aún la duda acerca de quién hablo, que espera pacientemente a que llegue su minuto warholiano de gloria en la temida ascensión al Mortirolo. Esa oportunidad de volver a vestirse de rosa por última vez en su carrera deportiva -sí, a su edad y aún soñando con esas cosas- en el podio final de Milán. Atentos a la pantalla, que creo saber de lo que hablo.

Y por último, lo que no puedo obviar es que pensemos que los corredores hicieron ayer más de seis horas y media en bicicleta; con esos puertos, a esa velocidad y bajo la persistente lluvia. Y todo al final de la tercera semana. Llegaron al hotel ya casi de noche, y hoy sábado les espera lo que les espera. Algunos dirán que son profesionales y están preparados para ello, y que no les dan ninguna pena. Pues a mí sí, y bastante además. Pero ánimo, que aunque duros, son tan solo dos días.

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