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El dilema sobre Banega

El Valencia multará al mediocentro argentino por una juerga que lo dejó fuera ante el Sevilla, pero tampoco quiere una sanción ejemplar para evitar que se desenganche

Cuando aterrizó en el Valencia, en enero de 2008, Ever Banega (Rosario, Argentina, 1988) parecía una especie de pequeño salvaje de la película de François Truffaut, recién llegado a la civilización. Los primeros meses fueron especialmente duros para él, salpicados por incidentes como saltarse un semáforo en rojo a altas horas de la madrugada en estado de embriaguez. La cesión posterior al Atlético sirvió para aplacarle y, a la vuelta a Mestalla, su predisposición al trabajo durante la pretemporada sorprendió y modificó los planes del club, que pretendía traspasarlo.

Convenció al entrenador, Unai Emery, y se convirtió en una de las claves de la clasificación para la Champions del presente ejercicio, a pesar de ser excluido por Diego Maradona del Mundial de Sudáfrica. Llegó la nueva temporada y Ever se convirtió en un doble referente: titular en la nueva Argentina dirigida por el Checho Batista y fundamental en la dirección del Valencia.

Una lesión le impidió participar de la brillante arrancada de su equipo y sólo sobresalió en el choque de Champions frente al Rangers en Mestalla (3-0) de la semana pasada. Ante las carencias e intermitencias de Tino Costa, fichado para darle descanso, Ever se antojaba en estos momentos impresdindible. Hasta que llegó la fiesta del 39 cumpleaños del entrenador, el pasado viernes, y Ever y algunos de sus compañeros aprovecharon la excusa para correrse una juerga.

Con una diferencia sustancial: sus acompañantes acudieron a la cita en Paterna a la mañana siguiente. Pero Banega no, indispuesto por una gastroenteritis. Ante la indignación del club, Ever se quedó fuera de la lista en la visita al Sevilla, donde cayó el Valencia (2-0) y acentuó una crisis prolongada en los últimos cuatro encuentros de Liga: un punto de 12. Tras el escozor de la derrota llega la hora de una sanción económica al mediocentro argentino que decidirán hoy entre el presidente, Manuel Llorente, partidario de la mano dura, y el entrenador, tendente a evitar el riesgo de que el chico se desenganche.

En ese dilema y a la espera de jugar mañana ante el Logroñés la vuelta de la Copa del Rey (con una ventaja de 0-3 de la ida), el Valencia se debate entre la necesidad de que sus jugadores sepan lo que vale un peine y la voluntad de no perder a ninguno de ellos. Y menos a uno tan importante como Ever.

La acusación que se cierne cada día con más fuerza sobre Emery es su falta de autoridad en el vestuario. Se le recuerdan los actos de indisciplina de Banega, Chori Domínguez, Manuel Fernandes y Miguel, los más díscolos de la caseta, además de su falta de reacción durante los partidos cuando los resultados le son adversos.

El técnico vasco pretende basar la relación con los jugadores en la confianza y en el buen trato. El problema es cuando algunos de estos lo interpretan como un signo de debilidad. Alimentada por la falta de un apoyo firme al preparador por parte del presidente. Emery estira al máximo su deseo de llevarse bien con todos, hasta el límite de que jugaran tantos suplentes en la alineación tumbada por el Mallorca, pero, eso sí, cuando rompe con un jugador, es de manera definitiva. Helguera, Angulo, Morientes y Hildebrand perdieron su confianza y no hubo marcha atrás.

El Valencia recibe el domingo al Getafe (21.00, Canal Plus) antes de visitar al temible Villarreal la semana siguiente. El final de año se presenta muy comprometido: las dos citas de Champions, ante el Bursaspor en Mestalla el 24 de noviembre, y la del Manchester en Old Trafford el siete de diciembre. Y la visita al Real Madrid en el Bernabéu dos día antes.

Banega, durante el partido entre el Real Madrid y el Valencia de la pasada temporada.
Banega, durante el partido entre el Real Madrid y el Valencia de la pasada temporada.CRISTOBAL MANUEL

Soler y Wolstein se acusan del timo de 'Valencia Experience'

Los testigos del timo desfilaron ayer por el juzgado de lo mercantil número 1 de Valencia. El ex presidente Juan Soler acusó a su mano derecha entonces en el club, Jesús Wolstein, de haberlo engañado con unos avales ficticios de una empresa, 'Valencia Experiencie', que firmó un contrato de patrocinio con el Valencia en diciembre de 2007 por el que se comprometía a pagarle seis millones por ejercicio a cambio de la publicidad de la marca en las camisetas.

Y Wolstein alegó que él era un mandado de Soler y no sabía nada de los avales. Las camisetas llevaron ese año el logo de la empresa de Vicente Sáez Merino, pero este no pagó. Y su abogado atribuyó ayer el impago a la convulsión accionarial del club e incluso a los ataques sufridos por la firma de parte de los medios de comunicación.

El Valencia reclama ahora una indeminazión de cinco millones, el dinero que dejó de recaudar esa temporada tras conseguir un millón de un nuevo patrocinador, Unibet. "El juicio está ganado, el problema va a ser cobrar ese dinero", dijo ayer una fuente de Mestalla.

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