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Tribuna:Internacional
Tribuna
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El espíritu de México

"Se lo dedicamo a todos, la reputa madre que los reparió", cantan los jugadores en el vestuario, liderados por Diego Maradona. Provocan a los periodistas "panqueques", ésos que se dan vuelta según el resultado. 29 de junio de 1986: la selección de fútbol de Argentina acaba de conquistar el Mundial de México. Jorge, el hermano del entrenador, Carlos Bilardo, quiere trompear a los periodistas enemigos. Julio Grondona, todavía presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), irrumpe en la sala de prensa. Hace un agujero con el índice y el pulgar de su mano izquierda. Mete el índice derecho en el centro. Y le grita a un periodista: "Te cogimos, te cogimos [te follamos]".

El 14 de octubre de 2009, Maradona, Bilardo y Grondona reviven México 86 en el estadio Centenario, de Montevideo. Esconden las diferencias internas, reflotan al enemigo común de la prensa y defienden un fútbol especulador. El triunfo (0-1) ante Uruguay es deslucido, pero histórico. Argentina jamás había ganado en el Centenario por eliminatorias. Pero Maradona no puede con su genio autodestructivo y arruina su primer logro como director técnico. Quiere vengarse de los que osaron bajarlo del altar: "Que me la chupen". Exige sumisión. Que los periodistas se degraden otra vez. El D10S. Impune. Brutal en la conferencia de prensa que dio la vuelta al mundo.

Maradona, Bilardo y Grondona ya cargaron contra los periodistas tras ganar el Mundial de 1986
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"¿Por qué no puede seguir creyendo que es Dios?", se preguntó un lector en el diario Crítica Digital; "levantó la fe de todo un pueblo. Tiene muchos apóstoles que comen de su cuerpo y beben de su sangre, que lo adulan, que lo traicionan. Fue crucificado, muerto y sepultado y resucitado varias veces y ahora está en un nuevo proceso de crucifixión". Maradona, víctima y victimario. Los animadores de la televisión basura le acusan de "obsceno". Piden su cabeza. Le apuntan los cronistas, entonces siervos a cambio de una nota: ahora su ejemplo es Marcelo Bielsa, austero, triunfador en Chile. El mismo Bielsa al que castigaron impiadosos cuando su selección quedó eliminada en la primera rueda del Mundial de 2002.

Argentina para cuando la pelota se mueve. El día del partido con Uruguay, el Congreso suspendió los debates por el presupuesto de 2010, los obreros despedidos en Kraft hicieron una tregua y, por primera vez en tres años de protestas por la instalación de la papelera finlandesa Botnia sobre la costa uruguaya del río Paraná, los ambientalistas de Gualeguaychú levantaron el corte en el puente General San Martín. Les daban paso a los hinchas argentinos que iban al Centenario. Pero no hubo festejos populares. Ir a Suráfrica es casi básico para una selección como la nuestra. Aunque Maradona y Bilardo hayan gritado, insultado, llorado. Eufórico como nunca, ni siquiera como en México 86. Grondona avaló. Sabía que, si la selección no iba a Suráfrica, no sólo caía Maradona. También sus 30 años en la AFA se podían tambalear. Dejó de ser un intocable porque rompió la sociedad con el poderoso Grupo Clarín. Cedió el negocio de la televisación del fútbol a los Kirchner, cuyo Gobierno, tras la última derrota electoral, sigue luchando con los que le marcan el ocaso, como Maradona.

Juan Sebastián Verón, el futuro Platini del fútbol argentino, pidió reflexión. La FIFA de Joseph Blatter anunció que abrirá un expediente en contra del entrenador. No fue así hace algunos años, cuando Maradona confesó que Bilardo había hecho poner agua contaminada en un bidón. El brasileño Branco cayó en la trampa y se mareó en pleno partido de octavos de final del Mundial de Italia 90. Maradona y Bilardo pueden volver a pelearse esta semana y amigarse en la siguiente. No los une el amor, sino el espanto: ganar a los "antiargentinos" y a "esos putos periodistas". Maradona no quiere a Bilardo, sí a su idea. Por eso, después de mil ensayos, casi todos fracasados, que hirieron al plantel y dañaron al mito, Maradona jugó en Montevideo a lo Bilardo. Es un primer aviso. Sueña con el modelo México 86. Eso sí, si quiere repetir el título, en Suráfrica necesitará a Messi. Y, por lo visto en las eliminatorias, Leo no parece muy convencido de entrar a la jungla.

Ezequiel Fernández Moores es periodista argentino.

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