_
_
_
_
_
Otra cumbre para el deporte español
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De la foto en la taquilla al anillo

Hace 25 años menos mes y medio, la selección española de baloncesto se disponía a disputar la final de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 en el mítico Fórum de Inglewood. Ante la envergadura del evento, la concentración era máxima. Unos leían cartas y telegramas llegados desde España y otros dedicaban su tiempo a decidirse entre volver a su casa inmediatamente o quedarse unos días más recorriendo California con la medalla a cuestas. En mi caso, el objetivo de aquel día era otro: no desaprovechar la última oportunidad de sacarme una foto con la taquilla de Magic Johnson o Kareem Abdul-Jabbar de fondo. Aquellas taquillas personalizadas siempre me habían parecido lo más y representaban a la perfección la diferencia entre el glamuroso mundo de la NBA y el nuestro. Nada de banco corrido en el vestuario y que cada uno se busque la vida. Tu espacio, tu armarito, tu nombre en una chapa. Viendo a Pau Gasol con la gorra de campeón y el trofeo en una mano, no he podido evitar que aquella taquilla del Fórum se hiciese hueco en mis pensamientos.

Más información
Gasol se gana la eternidad

Desde aquella escena muy de Paco Martínez Soria hasta hoy, el camino recorrido ha sido extraordinario. No sólo por el baloncesto español, sino por todo nuestro deporte. De excepciones individuales o colectivas como Paquito Fernández Ochoa, Seve Ballesteros, Ángel Nieto, José Manuel Abascal o aquella selección de baloncesto hemos pasado a una abundancia tal que nos hemos convertido en una auténtica referencia mundial.

Faltan pocos minutos para el España-Italia de la Eurocopa 2008. Reunión de amistades con nuestros hijos para ver el partido. Nadie pasados los 35 años apuesta por España. "Caeremos como siempre", es la frase más repetida. Las nuevas generaciones no lo entienden. ¿Por qué no podemos ganarles? Comprendo su incomprensión. No están contaminados. Su vida consciente ha visto triunfar a deportistas y equipos españoles en casi todos los deportes. Su memoria es ganadora. En la época de la foto en la taquilla éramos una nación acomplejada y quiero pensar que aquel éxito baloncestístico puso su granito de arena en un cambio que se hizo claramente perceptible en los Juegos de Barcelona 1992. Aquellos triunfos olímpicos terminaron con los derrotismos y alimentaron los sueños de los que hoy consiguen con una frecuencia asombrosa éxitos hasta hace no mucho inimaginables. España cuenta en la actualidad con una cultura deportiva ganadora que se va transmitiendo de generación en generación, retroalimentándose constantemente y borrando cualquier tipo de traba mental para afrontar los más exigentes retos. Uno de los últimos reductos intoxicados por la historia que quedaba, el futbol, lo superó en Viena y a los que vengan que no les cuenten la pesadilla de los cuartos. Está ya superada.

Gasol es un claro ejemplo de los efectos de este desacomplejamiento progresivo. Algo que comenzó con gente como Fernando Martín, primer español en la NBA y también pionero en pensar que ninguna meta está vetada porque sí. Aquella tarde en Los Ángeles, mientras yo me daba por satisfecho con la foto, Fernando ya tenía una idea entre ceja y ceja: tener su propia taquilla, jugar en la NBA. Gracias a todos los que posibilitaron ese cambio de mentalidad, hoy disfrutamos estas alegrías. El triunfo de Pau es también su triunfo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_