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Reportaje:

La franja de Gaza, campo futbolístico de concentración

Israel impide que la selección de Palestina salga del territorio para jugar en Singapur

Sucedió algo similar en la fase de clasificación para la Copa del Mundo de fútbol de Alemania 74, cuando la selección de la antigua Unión Soviética se negó a disputar un partido decisivo en el estadio Nacional de Santiago contra Chile poco después del golpe de Estado del dictador Pinochet.

Fue una decisión política del Kremlin, que rechazó competir en un recinto convertido en campo de concentración y escenario de asesinatos. El Chamaco Valdés marcó a puerta vacía, sin rivales sobre la cancha.

Los palestinos nunca juegan en casa y ahora tampoco lo pueden hacer fuera

La selección de Palestina no ha tenido la posibilidad de elegir. El domingo no pudo presentarse al encuentro que debía jugar contra Singapur en la ciudad asiática. El Gobierno israelí impidió la salida de Gaza a 18 jugadores y dirigentes de la federación que viven en la franja, un territorio transformado también en una suerte de campo de concentración.

Palestina nunca juega en casa. Reconocida oficialmente por la FIFA en 1998, su federación se ve forzada a organizar sus partidos en Ammán (Jordania) o Doha (Qatar). Y ahora tampoco puede competir como visitante. Se ignora, por el momento, si podrá disputarse el choque contra Singapur. Jamal Abu Hashish, portavoz federativo, ha solicitado a la FIFA que fije otra fecha, pero el organismo rector del fútbol no se ha pronunciado. Nada ni nadie se salva del asedio en Gaza.

Varios de los jugadores palestinos compiten en Ligas extranjeras, sobre todo en Chile -país de acogida de decenas de miles de palestinos desde hace décadas- y en Estados Unidos. Pero a varios no les sale rentable viajar hasta Ismailia (Egipto), donde se entrena la selección. Los modestos jugadores -ninguno deslumbra- sufren lo que tantos ciudadanos de los territorios ocupados. Tarik al Quto murió años atrás en un ataque del Ejército israelí y la casa del goleador Ziad al Jurd fue demolida.

En 2006, poco antes del Mundial de Alemania, daba lástima ver la película Goal dreams, que narra los avatares de los futbolistas de la selección. A los entrenamientos sólo acudían media docena de jugadores, cuyo estado físico no era el óptimo; las furgonetas cargadas con los utensilios esperaban horas en los controles militares israelíes; los partidos de la Liga se suspendían por incomparecencias. Imposible concluir un torneo. Que un equipo de Gaza se enfrentara a uno de Cisjordania era un milagro. Ese verano, la aviación israelí bombardeó el círculo central del estadio de Gaza.

La pasión por el fútbol en Palestina y en el resto del mundo árabe es desmesurada. Los hinchas piden traer de España camisetas oficiales de Raúl y de Robinho, y numerosos aficionados saben de memoria el calendario y las plantillas de la media docena de equipos aspirantes al triunfo en la Liga española. Algunos incluso llegan a celebrar los cumpleaños de sus grandes ídolos. Sólo sueñan con asistir a un partido en el Bernabéu o el Camp Nou. A los suyos no pueden verlos.

Los jugadores de Palestina se entrenan en Gaza. En primer plano, un grupo de milicianos.
Los jugadores de Palestina se entrenan en Gaza. En primer plano, un grupo de milicianos.REUTERS

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