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EL CÓRNER INGLÉS | FÚTBOL
Columna
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La guerra civil por otros medios

- "Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Lo que decían en Washington de los dictadores latinoamericanos en la guerra fría.

Esta semana se celebró en El Salvador el aniversario del final de una guerra civil que cobró 75.000 muertes. Veinte años han pasado desde que se firmaron los acuerdos de paz, pero, como dijo Fernando Palomo, un célebre periodista, durante una conferencia el jueves en la capital, San Salvador, el país sigue profundamente dividido. Palomo no se refería a unas polémicas declaraciones del presidente tres días antes en las que, según algunos, había innecesariamente reabierto las heridas del pasado. Se refería a un evento -también polémico- celebrado 24 horas antes a 8.600 kilómetros de este pequeño país centroamericano y que había hecho olvidar casi por completo las palabras del presidente de la república. Se refería al partido de la Copa entre el Real Madrid y el Barcelona. "El Salvador", afirmó Palomo, "se encuentra más dividido que nunca... entre blancos y azulgrana".

No exageraba. El país se detuvo cuando comenzó el partido; el tráfico en las calles, inexistente; los puesto de trabajo, vacíos. Recordaba a otros tiempos, cuando las Fuerzas Armadas imponían toques de queda o corría la voz de que avanzaba la guerrilla. Todos se encerraban en casa. Pero ahora, ya pasada la Guerra Fría, ya atrás los violentos cruces entre izquierda y derecha, el peligro era meremamente virtual: residía en las pantallas de televisión. Es verdad que la rivalidad Madrid-Barça es soprendentemente intensa en El Salvador, que ha provocado varias peleas y una vez hasta un muerto, pero en este caso el temor general se centraba nada más que en la posibilidad de que un gol matara a tu equipo o -si eras blaugrana- Pepe matara a Messi.

Hubo ciertos paralelismos, eso sí, entre el partido del miércoles y la guerra civil salvadoreña. Quizá ayuden a explicar por qué aquí se viven estos lejanos enfrentamientos deportivos con tanta pasión. El Madrid recordaba, de cierta manera, al Ejército; el Barça, a la guerrilla.

Las Fuerzas Armadas, en aquellos tiempos, se habían construido a base de muchos cientos de millones de dólares y las cabezas pensantes que dirigían la estrategia militar -"los putos amos"- eran extranjeras -no, no de Portugal; de Estados Unidos-. La guerrilla era un fenómeno más bien autóctono; tanto los guerrilleros de a pie como los comandantes eran orgullosamente salvadoreños. Y había notables similitudes también en, por decirlo de alguna forma, el estilo de juego.

El Ejército pasó buena parte de la guerra encerrado en sus cuarteles, esperando la oportunidad de lanzar contraataques. Cuando entraba en territorio guerrillero, sus movimientos solían ser torpes, laboriosos y previsibles. Los guerrilleros fluían por el verde terreno salvadoreño como peces en el agua. Tomaban la iniciativa, buscaban los flancos débiles del enemigo, atentos siempre a posibles ocasiones de penetrar sus murallas defensivas. Tal fue la frustración de las Fuerzas Armadas que recurrían, con triste frecuencia, al terrorismo de Estado.

Pese al mayor número de bajas del lado de las Fuerzas Armadas, el resultado final fue un empate. Pero, tras los acuerdos de paz de enero de 1992, se dio un nuevo y muy criticado fenómeno: la impunidad. Salvo algunas leves sanciones impuestas a soldados que seguían órdenes, los que mandaban -los responsables intelectuales de las atrocidades- no sufrieron ningún castigo. Para ellos, amnistía general. Y por eso ahí siguen los viejos generales, ricos, gordos y felices en sus mansiones, quizá sin enterarse siquiera de que en el resto del mundo su imagen está por los suelos.

Claro -que no nos interpreten mal-, aquí acaba todo paralelismo con la rivalidad Madrid-Barça. Solo se trata de fútbol. En el campo de juego, al menos, no hay muertos. Los salvadoreños que han elegido ir con el Madrid o con el Barça no corresponden en absoluto con los que apoyaban a un bando u otro. Que exista hoy una polarización en El Salvador entre blancos y azulgrana representa, pese a muchos problemas nacionales que quedan por resolver, un saludable avance. Nos recuerda que si el fútbol es la guerra por otros medios bienvenido sea.

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