Un hincha agrava la lesión de Gago

"Yo no abro las puertas", dijo el responsable de seguridad del Madrid cuando el autobús del equipo llegó el domingo de madrugada al aeropuerto de El Prat, después del clásico. Una multitud de unas doscientas personas se abalanzaron sobre el vehículo. Los ocho mossos d'esquadra encargados de la seguridad del traslado fueron rebasados por los hinchas. "Había uno que sacudía un mazo contra un bombo", relató un miembro de la expedición madridista; "y parecía loco".
Las puertas del autobús se abrieron y los jugadores se lanzaron sobre el gentío. Igual que estrellas del rock and roll en un concierto, se zambulleron en la muchedumbre. Había que estar físicamente en forma para afrontar el reto. Quien no lo estuvo, sufrió. Como Gago, que arrastraba un golpe en el peroné derecho y se bajó del autobús ayudándose con dos muletas. No duró mucho en pie. Un aficionado le machacó el hueso lesionado y el argentino cayó al suelo experimentando un dolor intenso. A duras penas pudo salir del atolladero. Ya en el avión, Gago comenzó a sentir que las molestias en la pierna lesionada le aumentaban. Al llegar a Madrid, penosamente apoyado en sus muletas, tardó media hora en llegar desde el avión al autobús. Los médicos creen que el hincha le pudo hacer más daño del que tenía.
En El Prat, el entrenador madridista, Fabio Capello, fue increpado al atravesar la turbamulta. Un hombre lo cogió por el hombro. Pero la noche del sábado al domingo no era la más indicada para incordiar al italiano. Malhumorado como venía del Camp Nou, se giró y le lanzó un sopapo al agresor, que desapareció en la confusión.
Una vez a salvo en la terminal de Barcelona, los jugadores y los directivos del Madrid fueron cacheados y su equipaje revisado. La Guardia Civil les aplicó el reglamento antiterrorista con mucho celo. No hizo lo mismo con unas cincuenta personas que deambulaban por la sala de embarque pidiendo autógrafos a la una de la madrugada.
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