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Reportaje:

La imposible transparencia de la FIFA

Tras los escándalos de su elección y la concesión de los Mundiales, y presionado por sus patrocinadores, Blatter busca credibilidad con sus medidas contra la corrupción

Carlos Arribas

"Hay un gran riesgo de corrupción en los organismos deportivos, pero es posible controlarlos. La transparencia es posible y debemos buscarla". Más que una idealista ingenua, Sylvia Schenk es una mujer con una misión, una luchadora a la que los golpes recibidos, las desilusiones y malas experiencias, más que hacerla dudar, le convencen aún más de la necesidad y de la verdad de su pelea.

En junio pasado, dos escándalos sucesivos -los que rodearon la designación de Rusia y Catar como sedes de los Mundiales de fútbol de 2018 y 2022 y la reelección de Joseph Blatter para su cuarto mandato como presidente de la FIFA- supusieron la dimisión o la destitución de cuatro miembros de su comité ejecutivo y minaron hasta niveles mínimos la credibilidad del máximo organismo futbolístico. Alertados por la gran repercusión mediática de los escándalos, asustados por la mala imagen que podían proyectarles, los grandes patrocinadores de la FIFA -Adidas, Coca-Cola, VISA y Emirates Airlines- presionaron decididamente a Blatter para que efectuara las reformas necesarias. Blatter, veterano en la casa FIFA -17 años como secretario general a la sombra de su maestro João Havelange, 13 ya como presidente- aceptó el reto, pero exigió hacerlo a su manera.

La comisión de buen gobierno no podrá hurgar en los escándalos del pasado
El presidente se niega a desvelar la lista de los directivos que cobraron sobornos

El dirigente suizo podía haber afrontado la búsqueda de transparencia en un organismo del tamaño de una gran compañía multinacional -sus ingresos en 2010 ascendieron a unos 1.000 millones de euros y los beneficios alcanzaron casi los 200- siguiendo el modelo trazado con éxito por el Comité Olímpico Internacional (COI) hace más un decenio, después del escándalo de la designación de Salt Lake City para los Juegos de Invierno de 2002, pero prefirió una manera más espectacular para conseguir cambiar sin cambiar, a lo Gatopardo -cambiar algo para que todo siga igual-, para seguir manteniendo el control de todos los resortes. A finales de junio, entró en contacto con Transparencia Internacional (TI), una organización sin ánimo de lucro a la que encargó un estudio y unos consejos, recomendaciones y un plan de acción que debería desembocar en la formación de una comisión de buen gobierno dentro de la misma FIFA que guiaría por el camino de la transparencia al organismo futbolístico vigilando que se llevaran a cabo las reformas necesarias contra la corrupción.

A Sylvia Schenk, consejera deportiva de TI, sus amigos, periodistas y expertos de la lucha contra la corrupción, le dijeron que no se fiara, que Blatter seguramente la quería utilizar para una campaña de relaciones públicas, que su deseo de cambio era mínimo, que ya vería, que se arrepentiría. "Me lo dijeron, sí", dice Schenk, "pero estaba convencida de que, pese a todas las apariencias, Blatter esta vez sí que estaba dispuesto a limpiar la casa, a poner cristales transparentes. Y así me lo indicaba la forma en que fluía la comunicación entre nosotros. Pero hace dos semanas me di cuenta de que estaba equivocada".

Hace un par de semanas, a finales de noviembre, la FIFA informó a TI de que no aceptaba sus dos condiciones para formar parte de la comisión de buen gobierno integrada por expertos independientes y que presidirá el abogado suizo Mark Pieth. "Las dos condiciones eran que ningún miembro de la comisión debería haber recibido nunca dinero de la FIFA y que se debería investigar los escándalos del pasado. No se puede ser transparente en el futuro manteniendo la opacidad en el pasado", dice Schenk; "pues bien, a Pieth, quien preside la comisión, la FIFA le ha pagado, no sabemos cuánto, por asesorarle como hicimos nosotros sobre cómo afrontar el problema. Y del pasado Blatter no quiere que se sepa nada".

"Si estoy mirando hacia el futuro, no puedo ser consejero sobre lo que ocurrió en el pasado", dijo Pieth, cuyas credenciales como luchador contra la corrupción son impecables. Pieth, de 58 y profesor de Penal en la Universidad de Basilea, ha trabajado para la ONU en la investigación del programa Petróleo por Alimentos en Irak y sobre la dictadura de Mobutu en Zimbabue. También es consejero del presidente del Banco Mundial.

El pasado de la FIFA no es solamente los escándalos recientes, una revisión del proceso de designación de Moscú y Catar, sino, más alejado, sobre todo el escándalo de ISL la agencia de márketing y de derechos televisivos ligada a ella y cuya quiebra en 2002 no solo generó unas pérdidas cercanas a los 100 millones de euros al organismo presidido por Blatter, sino que permitió que se descubriera que decenas de dirigentes de la FIFA habían recibido en total unos 90 millones en sobornos por parte de ISL.

Mientras las pérdidas han sido enjugadas sobradamente, el escándalo de los sobornos está más vivo que nunca. La lista de los dirigentes sobornados está en poder de Blatter, quien, pese a todas las promesas de transparencia, se niega a hacerla pública. Su última intención es entregársela a una comisión independiente después de la reunión del comité ejecutivo del próximo fin de semana, pero tampoco será posible. "Hemos recibido amenazas de procesos legales por parte de algunos cuyo nombre podría estar en la lista", dijo la FIFA. Todas las miradas se dirigieron entonces no a Blatter, aparentemente libre de toda sospecha, sino a Brasil, a su predecesor y padrino, Havelange, de 97 años, y a su exyerno, Ricardo Teixeira, presidente de la federación brasileña y del Mundial de 2014. Havelange dimitió la semana pasada como miembro vitalicio del COI, en el que estaba desde 1963. Unos días después, la comisión de Ética del COI debía emitir sus recomendaciones sobre, precisamente, la aceptación de sobornos de ISL por parte de algunos de sus miembros. Uno de ellos era el propio Havelange, cuyo soborno pudo haber alcanzado los 800.000 dólares.

João Havelange (a la izquierda) conversa con Joseph Blatter.
João Havelange (a la izquierda) conversa con Joseph Blatter.JASON REED (REUTERS)

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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