La mujer que le lleva la contraria al gran Gebrselassie
La etíope Meseret Defar mejora en 8 segundos su récord mundial de los 5.000 metros

Hace sólo unos días, el gran Haile Gebrselassie lanzó la voz de alarma: el atletismo africano, dijo, va a perder su dominio en las pruebas de fondo; los atletas africanos, kenianos y etíopes, principalmente, tienen gran capacidad, una gran herencia genética, son fabulosos, pero no saben entrenarse, no tenemos grandes técnicos, hacemos las cosas mal, alertó el etíope. Pocas horas después, haciendo eco a sus palabras, llegó la noticia de que Craig Mottram, un gigante australiano, blanco, había derrotado a Tariku Bekele y a media docena de africanos más en una carrera de dos millas en Eugene (Oregón).
Pero menos de una semana después, como para llevar la contraria a las profecías pesimistas del mejor corredor de 10.000 metros de la historia, ocurrieron un par de cosas, una curiosa y otra importante, en la reunión de Oslo, primera prueba de la Golden League: Mottram quedó noveno en la milla, ganada por el marroquí Kauch -sexto y séptimo, dos españoles, Casado y Gallardo, en 3,52 ambos-, y, lo importante, la etíope Meseret Defar rebajó en casi 8s el récord mundial de 5.000 metros que ella misma poseía desde hace un año: de 14m 24,53s a 14m 16,63s. Y detrás de ella, echándole de una manera decisiva el aliento en la nuca en las últimas vueltas, quedó la keniana Vivian Keruiyot, quien también terminó con una marca inferior al antiguo récord mundial. Y para cerrar el simbolismo, actuó de liebre una atleta blanca, blanquísima, la potente rusa Olga Komyagina, puro metrónomo, que llevó los primeros tres kilómetros de la carrera a regulares ritmos de 68-69s la vuelta (400 metros). Si el hombre africano flaquea, la mujer es más fuerte que nunca.
Meseret Defar, diminuta atleta de Addis Abeba, 23 años, 1,55 metros, 42 kilos, puede ser la plusmarquista mundial, y también la campeona olímpica de 5.000 metros, pero, paradójicamente, no es considerada la mejor del mundo en la distancia, ni siquiera en su país. Tal honor recae en Tirunesh Dibaba, de más elegante y sutil correr, más joven (21 años), con un mejor final, que la derrota casi siempre que sus caminos se cruzan, como en los Mundiales de Helsinki 2005, en que Dibaba ganó los 5.000 y los 10.000 metros. En 2006, la pelea particular en los diferentes mítines la ganó Dibaba 4-3. Este año, aún no se han cruzado al aire libre: tienen previsto verse por primera vez a mediados de julio en Roma, pero el reparto entre ambas, que comparten agente, ya parece establecido y asumido: para Defar los récords, para Dibaba las medallas. El 20 de mayo, Defar batió el de las dos millas, donde demostró que sus entrenamientos en las elevadas tierras de Etiopía le dan una elevadísima velocidad de crucero, pero muy poca capacidad de cambio de ritmo. Ayer echó el resto cuando la liebre se apartó: llevaba pegada a sus talones a la peligrosa Keruiyot. Quizás por eso encontró el ritmo necesario para correr mucho más rápido los últimos 2.000 y para robarle nada menos que 8s a su plusmarca.

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