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Para orgulloso, el Málaga

El equipo de Pellegrini aguanta con 10 el último estirón de un rival que se aleja de la zona europea

Pocos reactivos son tan eficaces como el orgullo. Málaga y Sevilla se debían una alegría y al menos se la dieron a todos aquellos que presenciaron un partido intenso y emotivo, que se decidió en el marcador en su primer cuarto, pero que no se sustanció hasta el pitido final.

Al Málaga le apremiaban los nueve partidos que llevaba sin cantar victoria entre Liga y Copa. En algunos de ellos había emitido inquietantes señales de equipo blando y carente de identidad, con piezas desajustadas y muy lejanas del rendimiento que se supone a su caché. Igual por eso salió al campo desbocado, agresivo en la recuperación, incisivo para buscar el espacio y el desborde, asociativo en cuanto Isco conseguía un socio. Tanta exaltación superó al Sevilla, seguramente tan presionado por los malos resultados, pero mucho más tibio. Puede que a Marcelino, su técnico, no gestione los valores que disfrutaron sus inmediatos predecesores, pero tampoco cabe dudar de que tiene efectivos que demandan algo más que navegar por la segunda mitad de la clasificación.

MÁLAGA, 2 - SEVILLA, 1

Málaga: Caballero; Sergio Sánchez, Demichelis, Weligton, Monreal; Maresca (Recio, m. 63), Toulalan; Cazorla (Jesús Gámez, m. 88), Isco, Seba Fernández (Buonanotte, m. 81); y Rondón. No utilizados: Kameni; Mathijsen, Duda y Van Nistelrooy.

Sevilla: Javi Varas; Coke, Spahic, Escudé, Navarro; Medel, Rakitic (Trochowski, m. 70); Jesús Navas, Reyes (Babá Diawara, m. 36), Luna (Del Moral, m. 65); y Negredo. No utilizados: Jiménez; Campaña, De Mul y Perotti.

Goles: 1-0. M. 7. Weligton. 1-1. M. 15. Luna. 2-1. M. 19. Seba Fernández.

Árbitro: Muñiz Fernández. Expulsó a Isco por dos tarjetas amarillas (m. 78). Amonestó a Seba, S. Sánchez, Demichelis, Weligton, Rakitic, Negredo, Spahic, Medel, Campaña, Perotti y Escudé.

La Rosaleda: 27.000 espectadores.

El Sevilla ofrece síntomas de equipo plano, pero aún guarda argumentos. Desbordado de inicio, igualó en su única llegada durante largos minutos y ni siquiera tuvo temple para sujetar las riendas y evitar que el Málaga volviera a ponerse en ventaja. Golpearon los locales, que en 20 minutos enviaron un remate de Rondón al palo, provocaron una felina intervención de Varas tras libre directo de Cazorla, lanzaron la duda de un penalti tras mano involuntaria de Spahic a remate de Rondón, y, en fin, encajaron dos goles uno en la estrategia y otro a la contra. Entre medias el Sevilla articuló una única respuesta, que tuvo que ver más con la genialidad que con la exposición colectiva, una beldad de Negredo, capaz de regalar una de las mejores jugadas de la temporada sin tocar la pelota. Centró Coke a la frontal un balón sin mayor chicha, de esos que demandan al delantero para controlar de espaldas a la meta y con los defensas en el cogote, pero ahí debe de tener un ojo Negredo, que con un movimiento de cadera engañó a toda la zaga del Málaga y prolongó sin prolongar para dejar a Luna solo ante Varas. La definición no hizo justicia a tanto ingenio, pero la validó con el gol. En el banquillo la celebración de Marcelino fue conmovedora, tan desatada que alertó sobre las necesidades del Sevilla.

La premura, también ese mismo orgullo que incitó al Málaga de inicio, viró el partido. A la vehemencia sevillista se unió toda la artillería que guardaba su entrenador en el banquillo. Y no era poca. Fue entonces cuando emergió Toulalan como faro local. El francés ya había tomado el mando de las operaciones antes de que su equipo se quedara con 10 después de que Isco dejara grabados los tacos una de sus botas en la tibia de Negredo. Con uno menos el Málaga se metió en la trinchera a aguantar la carga rival. Hiló fino un asistente de Muñiz para anular un gol de Del Moral, olfateó el larguero un remate de Babá, esbozó una chilena Negredo en el descuento. Se apuró el Sevilla, aguantó el Málaga que se llevó los puntos y traspasó una crisis.

Seba festeja el tanto ante la rabia de Fernando Navarro.
Seba festeja el tanto ante la rabia de Fernando Navarro.JULIÁN ROJAS

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