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Reportaje:

La pantera se come al cisne

La gimnasia circense hace campeona del mundo a la americana Wieber sobre Komova, más virtuosa, por solo 33 milésimas

Amaya Iríbar

Hay días en que los árbitros determinan el resultado de un partido de fútbol. Pero sería muy complicado que un puñado de decisiones incorrectas acabaran con el juego del Barça de Guardiola o de la selección española. En gimnasia no es un juez fallón, sino el nuevo código de puntuación, que prima sobremanera la dificultad sobre la perfección, el que permite que una buena atleta como Jordyn Wieber supere con sus complicadísimas piruetas dos fallos importantes para convertirse en la nueva campeona del mundo, por encima de la gran esperanza de la gimnasia, la rusa Viktoria Komova. Aunque solo sea por 33 milésimas.

Es lo que ocurrió ayer en Tokio y el margen fue tan estrecho y la sorpresa tan grande que sus protagonistas acabaron llorando. Komova de forma incontrolable; Wieber, de emoción.

Las dos tienen 16 años, la edad mínima para participar, empezaron a entrenarse siendo muy niñas y vieron frenadas sus incipientes carreras por una lesión en el tobillo, Wieber el año pasado y Komova pasando por un quirófano alemán en mayo.

Hasta ahí las similitudes. Porque Wieber es casi una desconocida fuera de EE UU y Komova, que es hija de una buena gimnasta de los 80, Vera Kolesnikova, lleva años dando que hablar. Wieber es una gimnasta agresiva y potente, como una pantera, y Komova hace lo más difícil con la elegancia y la suavidad de un cisne.

El duelo no es solo entre dos atletas, sino entre dos formas de entender la gimnasia. La de Estados Unidos se basa en la fuerza y en acrobacias endemoniadas, casi circenses, sus movimientos son robóticos y a veces poco estéticos. La de Rusia hunde sus raíces en una larga tradición, en el ballet clásico, la técnica exquisita, los ejercicios que combinan a la perfección ejecución y dificultad y que pretenden ser también pequeñas obras de arte.

Pero con el código que eliminó el 10,00 en 2006 y que suma a la dificultad del ejercicio la ejecución -antes se restaba décimas por cada defecto-, la batalla está perdida para el renovado equipo ruso si no toma más riesgos. Basta con un par de ejemplos: el salto de Wieber, con medio giro más que el de Komova, le da una ventaja de 0,7 puntos antes de salir a competir. Así que puede caerse y tener la misma nota. Por eso su fallo en las paralelas -en un cambio de bandas sencillo- y su salida del tapiz no impidieron que se alzara con el título. Como no le impidió a la china Yao llevarse el bronce tras caer de la barra.

Le preguntaron luego a Komova, desconsolada en el desenlace, si creía que merecía ganar. "No", contestó a los reporteros mirando al suelo. "¿Por qué?", repreguntaron. "Porque he sido segunda", soltó. Y se fue, triste y disgustada consigo misma, tampoco tuvo el mejor día, y con la vista puesta en las finales del fin de semana -coincide con Wieber en paralelas, barra y suelo- y, sobre todo, en Londres 2012.

Final individual femenina: 1. J. Wieber (EE UU), 59,382. 2. V. Komova (Rusia), 59,349. 3. Yao J. (China), 58,598. 22. A. M. Izurieta, 53,731.

Arriba, la rusa Komova llora tras conocer la nota final. Abajo, la estadounidense Wieber en una suelta en paralelas.
Arriba, la rusa Komova llora tras conocer la nota final. Abajo, la estadounidense Wieber en una suelta en paralelas.KAZUHIRO NOGI (AFP)

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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