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VUELTA 95

El pelotón corre distorsionado

Una epidemia de diarrea y una caída masiva siembran el caos en la carrera

Carlos Arribas

Lo que no se consiguió en varios días de trabajo de zapa y desgaste, lo que no lograron vientos huracanados y lluvias torrenciales lo hicieron ayer una simple salsa boloñesa en mal estado y una desgraciada caída a dos kilómetros de la meta de Zamora. La Vuelta comienza a aclararse, algunos favoritos han perdido terreno, y otros, sin comerlo ni beberlo, se ven en una posición ideal. Alex Zülle, afectado tanto por la diarrea como por la caída, perdió 1 minuto y 41 segundos, el mismo tiempo que Íñigo Cuesta, y casi un minuto más que el letón Piotr Ugrumov. Vicente Aparicio cedió más de tres minutos. Entre los favoritos, sólo el líder del Mapei, Abraham Olano, y el del Gewiss, Bjarne Riis, salieron indemnes de ambos percances. Nada es lo que parece. Todo es pura tergiversación y distorsión. La victoria del italiano Nicola Minali -segundo sprint que se adjudica- y los dos segundos más de bonificación que arañó el líder, Laurent Jalabert, quedan al final como mera anécdota.La Vuelta 95, que podría ingresar en el libro Guinnes por la cantidad de hechos insólitos que está albergando -huracanes, pelea a puñetazos y diarreas varias-, se juega en otras partes. Hay caídas fruto de un riesgo asumido, como la de Boardman en el prólogo del Tour; otras, accidentales, como las que hubo subiendo el Naranco, y otras, inevitables, como la de ayer. Lo mejor sería, dicen, que el tiempo real se tomara en la entrada de las ciudades, y después, el que quisiera ganar la etapa que se arriesgara. Zülle, que llegó desencajado a la meta -perdió más tiempo que otros caídos porque se le rompió la bicicleta y tardó en cambiarla-, seguro que piensa así.

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Retortijones por todas partes

El director del Mapei, Juan Fernández, también se expresó en esos términos, lo que no impidió que viera el otro asunto del día, la historia marrón. Su equipo no pernoctó en el hotel en el que siete conjuntos cenaron espaguetis a la boloñesa, principal sospechoso de la epidemia de diarrea que asoló al pelotón. Unos 50 corredores de siete equipos -ONCE, Banesto, Kelme, Santa Clara, Castellblanch, Artiach y Telekom- empezaron a sufrir retortijones nada más ponerse a pedalear.

Las cunetas y los campos se poblaron de ciclistas luchando contra sus tripas y contra la incomodidad de bajarselos pantalones. Hasta seis veces tuvo que hacer esa operación Tom Cordes. Jarque, del Santa Clara, no tuvo tiempo y se lo hizo encima. "Nunca en mis 24 años de Vuelta he visto nada similar", decía Fernando Astorki, médico de la Vuelta. "En un momento vi haciendo sus necesidades juntos a Zülle, Jalabert y Herminio Díaz Zabala", contaba Juan Fernández. "Habría sido el momento ideal para atacar, pero ni se me pasó por la cabeza". Un pacto se impuso. Luego, la caída lo rompió todo. La cotización de Zülle baja, las de Olano y Riis suben.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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