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Reportaje:Sudáfrica 2010

El pie mentiroso

El paraguayo Ortigoza aprendió a lanzar penaltis en concursos clandestinos en Argentina

Diego Torres

Si el próximo sábado el árbitro pita un penalti a favor de Paraguay, el hombre que se pondrá frente a Casillas tendrá un aspecto engañoso. Será difícil determinar con exactitud el final del poliedro de su torso y el inicio de la cabeza, rematada por una tupida mata de rígido pelo negro. Se parará a unos tres metros del balón con los brazos caídos, doblando las cervicales, hinchando la chepa y bajando el mentón. Sus pies, oblicuos a la línea de gol, no exhibirán un perfil distintivo. Recto de frente a la pelota, el ejecutor no revelará al portero indicios de cómo acomodará el cuerpo para el golpeo. Atacará el objetivo contra lo que dice el manual, en línea recta, sin afirmar el pie de apoyo según la orientación del tiro. Sus pasos de aproximación serán paralelos, irregulares y rápidos. Tal vez haga una pequeña pausa en el aire. Algo parecido a una vacilación. Acabará la maniobra con una descarga de la pierna derecha. Un martillazo seco. Duro sin ser violento, el último contacto podría ser con el interior, con el empeine, o con el exterior del pie, sensible como la mano de un guitarrista. La pelota irá volando, sin mucha fuerza, a cualquier ángulo, o al medio. Siempre al espacio que el portero ha dejado expuesto en el engaño.

"Es uno de nuestros jugadores con mejor técnica, si no el mejor", afirma Valdez

Para adivinar las intenciones del pie mentiroso de Néstor Ezequiel Ortigoza, Casillas deberá hacer un curso de telepatía. El hombre que lleva lanzados 15 penaltis consecutivos en la Liga argentina sin fallar ninguno ha batido un récord y ha revelado un prodigio. La Copa del Mundo cada día le pertenece menos a las grandes estrellas. El torneo es el territorio donde los chicos como Ortigoza muestran al mundo cómo afrontar los problemas. A Ortigoza no le faltaron. Nació en San Antonio de Padua y se crió en una villa miseria de Moreno, en las afueras de Buenos Aires. Durante mucho tiempo fue vendedor ambulante de alpargatas, verduras y chucherías en los semáforos. Se ganó la vida en la calle, jugando por dinero en partidos de barrio, en duelos clandestinos organizados por apostadores mafiosos que utilizan a los jóvenes marginados para lucrar. En Argentina este tipo de actividad es corriente. Menos frecuente es organizar torneos de lanzamiento de penalti. Ahí, al calor de unas eliminatorias con aroma de pelea de gallos, Ortigoza aprendió a engañar con el cuerpo y el pie. Cuando ingresó en las divisiones inferiores de Argentinos Juniors no podía estar más educado en el arte de la supervivencia.

A sus 26 años es el último eslabón de una genealogía de gigantes del potrero. Ser volante y ser de Argentinos Juniors significa heredar las funciones de jugadores cuyos nombres resuenan en la imaginación popular sudamericana. Batista, Redondo, Gancedo, Cambiasso, Markic y Riquelme nacieron en esas canchas. Ortigoza, que conquistó el último campeonato argentino llevando el cinco y la manija del equipo, esperó la llamada del seleccionador argentino hasta que Maradona le dijo que no contaría con él. Entonces se sacó el pasaporte de su padre, que es paraguayo, y se enroló en la campaña de Tata Martino. "Se ha adaptado muy bien al grupo", dijo el capitán, Justo Villar, en un clima de confraternización. "En este Mundial nos sentimos orgullosos de ser sudamericanos", añadió Nelson Valdéz.

Ortigoza llegó al Mundial diciendo que no conocía a los jugadores italianos a los que se enfrentaría: "No veo fútbol europeo". Debutó en la Copa contra Japón, el martes, y tardó en desplegar su habitual repertorio de pases precisos. "Al principio me encontré incómodo", dijo, después de lograr la clasificación para cuartos de final, la primera en la historia de Paraguay. "Se me hizo pesado el debut en un Mundial. Pero después pensé que lo que tenía que hacer era lo que había hecho siempre. Tenía que ser yo mismo. Y ahí nomás me empecé a soltar". Villar lo elogió: "Es un jugador de gran carácter, con muy buena tenencia de pelota y con muy buen pase". Valdéz también: "Es uno de los jugadores con mejor técnica de nuestra selección, si no el mejor".

Ortigoza y Nagamoto, en el suelo, pugnan por el balón durante el partido entre Paraguay y Japón.
Ortigoza y Nagamoto, en el suelo, pugnan por el balón durante el partido entre Paraguay y Japón.EFE

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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